Siempre de cero
Una de las características muy nuestras es la falta de continuidad en las cosas que hacemos. Todo parece volver a foja cero cuando el cacique de turno es cambiado.
Esto se aplica tanto a una comisión vecinal que organiza polladas como a planes de gobierno de un equipo que llega al poder.
La palabra proceso no existe en nuestro diccionario y la planificación es una entelequia.
Así, es frecuente organizar el “primer seminario” sobre tal cosa, se lleva adelante el “primer proyecto” sobre otra y ocurre varias veces una “primera vez” de lo que se nos antoje.
Parecemos predestinados a un eterno comienzo de las cosas, como si estuviésemos empujando todo el tiempo la piedra de Sísifo a través de la montaña.
El problema es que esa falta de continuidad no solo puede costarnos tiempo y dinero, sino incluso la vida de alguien.
El lunes pasado se realizó un juicio oral y público en Cordillera a través del sistema de videoconferencia, ya que una de las partes estuvo fuera del país.
Apoyados por la tecnología tres jueces debieron juzgar un caso de estafa en un caso que fue presentado como un proyecto de implementación de las nuevas herramientas tecnológicas para fortalecer el acceso a la justicia.
Con una acordada este año la Corte Suprema de Justicia autorizó implementar el plan piloto para usar medios telemáticos para procesos penales en todo el territorio, anunciando que están gestionando los recursos para comprar equipos informáticos y tecnológicos que se requieren.
Fue lo que recordamos el miércoles a la siesta en la 730AM tras el asesinato del comisario Félix Ferrari, quien venía custodiando el móvil penitenciario que trasladaba de regreso a la cárcel de Emboscada al narco “Samura” tras su fallida comparecencia en tribunales.
Coincidíamos con mi compañero Roberto Sosa, en que la tecnología debía utilizarse masivamente para la mayoría de estas comparecencias de reos ante jueces, salvo aquellas que por su propia naturaleza hacen imprescindible una presencia física, como por ejemplo la evaluación del otorgamiento de una libertad condicional en la que el magistrado debe analizar también la comunicación no verbal o gestual del procesado, o su forma de relacionarse con algún pariente que lo acompaña para este trámite, generalmente una madre o padre.
La utilización de tecnología no solo evitaría riesgos tan grandes como los que se corren con frecuencia en el traslado de presos altamente peligrosos, sino que también permitiría ahorrar mucho tiempo y dinero al sistema de justicia de nuestro país, además de no distraer a guardiacárceles para esos fines, más aún considerando que es muy baja la proporción de guardias por internos en nuestras cárceles.
Eso mismo estábamos debatiendo en el programa del día siguiente, cuando una persona que trabaja dentro del sistema de justicia nos decía que hay muchas fuerzas internas que se oponen al uso de la tecnología, ya que no habría negocios para varios con el sistema de videoconferencias.
Argumentaba que en todos los pasos del traslado de internos se mueve dinero: por la búsqueda, por la notificación, por transportarlos; y muchos no quieren cerrar esas canillas de goteo.
Ahora la Corte pretende impulsar el proyecto, aunque ya hace seis años que se utilizaba el método de videoconferencia para llevar adelante nada más y nada menos que un juicio oral.
Fue en octubre de 2013 cuando en el Palacio de Justicia de Asunción tres jueces juzgaron y condenaron a un narcotraficante español que estaba internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (INERAM).
Luego en 2015, tras otro juicio con videoconferencia, también anunciaron un proyecto para implementar el uso de tecnologías.
¿Qué pasó desde entonces? ¿Por qué solo se usa esporádicamente este elemento en algunos procesos y no se invierte desde hace años en ella, considerando todas las ventajas que representa?
Las respuestas parecen estar en lo que nos decía el jueves el oficial de justicia.
Sin entrar a analizar la responsabilidad del director de Emboscada en la comunicación sobre la peligrosidad del narco que debía ser trasladado, no podemos dejar de decir, aunque suene cruel, que si desde hace varios años ya se hubiese implementado como norma el uso de tecnologías para las audiencias judiciales de reos altamente peligrosos, quizás el comisario Félix Ferrari aún hubiese estado con vida entre nosotros.