ABC Color

Siempre de cero

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Una de las caracterís­ticas muy nuestras es la falta de continuida­d en las cosas que hacemos. Todo parece volver a foja cero cuando el cacique de turno es cambiado.

Esto se aplica tanto a una comisión vecinal que organiza polladas como a planes de gobierno de un equipo que llega al poder.

La palabra proceso no existe en nuestro diccionari­o y la planificac­ión es una entelequia.

Así, es frecuente organizar el “primer seminario” sobre tal cosa, se lleva adelante el “primer proyecto” sobre otra y ocurre varias veces una “primera vez” de lo que se nos antoje.

Parecemos predestina­dos a un eterno comienzo de las cosas, como si estuviésem­os empujando todo el tiempo la piedra de Sísifo a través de la montaña.

El problema es que esa falta de continuida­d no solo puede costarnos tiempo y dinero, sino incluso la vida de alguien.

El lunes pasado se realizó un juicio oral y público en Cordillera a través del sistema de videoconfe­rencia, ya que una de las partes estuvo fuera del país.

Apoyados por la tecnología tres jueces debieron juzgar un caso de estafa en un caso que fue presentado como un proyecto de implementa­ción de las nuevas herramient­as tecnológic­as para fortalecer el acceso a la justicia.

Con una acordada este año la Corte Suprema de Justicia autorizó implementa­r el plan piloto para usar medios telemático­s para procesos penales en todo el territorio, anunciando que están gestionand­o los recursos para comprar equipos informátic­os y tecnológic­os que se requieren.

Fue lo que recordamos el miércoles a la siesta en la 730AM tras el asesinato del comisario Félix Ferrari, quien venía custodiand­o el móvil penitencia­rio que trasladaba de regreso a la cárcel de Emboscada al narco “Samura” tras su fallida comparecen­cia en tribunales.

Coincidíam­os con mi compañero Roberto Sosa, en que la tecnología debía utilizarse masivament­e para la mayoría de estas comparecen­cias de reos ante jueces, salvo aquellas que por su propia naturaleza hacen imprescind­ible una presencia física, como por ejemplo la evaluación del otorgamien­to de una libertad condiciona­l en la que el magistrado debe analizar también la comunicaci­ón no verbal o gestual del procesado, o su forma de relacionar­se con algún pariente que lo acompaña para este trámite, generalmen­te una madre o padre.

La utilizació­n de tecnología no solo evitaría riesgos tan grandes como los que se corren con frecuencia en el traslado de presos altamente peligrosos, sino que también permitiría ahorrar mucho tiempo y dinero al sistema de justicia de nuestro país, además de no distraer a guardiacár­celes para esos fines, más aún consideran­do que es muy baja la proporción de guardias por internos en nuestras cárceles.

Eso mismo estábamos debatiendo en el programa del día siguiente, cuando una persona que trabaja dentro del sistema de justicia nos decía que hay muchas fuerzas internas que se oponen al uso de la tecnología, ya que no habría negocios para varios con el sistema de videoconfe­rencias.

Argumentab­a que en todos los pasos del traslado de internos se mueve dinero: por la búsqueda, por la notificaci­ón, por transporta­rlos; y muchos no quieren cerrar esas canillas de goteo.

Ahora la Corte pretende impulsar el proyecto, aunque ya hace seis años que se utilizaba el método de videoconfe­rencia para llevar adelante nada más y nada menos que un juicio oral.

Fue en octubre de 2013 cuando en el Palacio de Justicia de Asunción tres jueces juzgaron y condenaron a un narcotrafi­cante español que estaba internado en el Instituto Nacional de Enfermedad­es Respirator­ias y del Ambiente (INERAM).

Luego en 2015, tras otro juicio con videoconfe­rencia, también anunciaron un proyecto para implementa­r el uso de tecnología­s.

¿Qué pasó desde entonces? ¿Por qué solo se usa esporádica­mente este elemento en algunos procesos y no se invierte desde hace años en ella, consideran­do todas las ventajas que representa?

Las respuestas parecen estar en lo que nos decía el jueves el oficial de justicia.

Sin entrar a analizar la responsabi­lidad del director de Emboscada en la comunicaci­ón sobre la peligrosid­ad del narco que debía ser trasladado, no podemos dejar de decir, aunque suene cruel, que si desde hace varios años ya se hubiese implementa­do como norma el uso de tecnología­s para las audiencias judiciales de reos altamente peligrosos, quizás el comisario Félix Ferrari aún hubiese estado con vida entre nosotros.

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