¡Jóvenes, el momento les ha llegado!
Paraguay está literalmente en llamas y también en sentido metafórico. La clase política merece ser sacudida de inmediato y la única pieza de recambio es la enérgica juventud. Los últimos temblores políticos fueron provocados por jóvenes entusiastas que decidieron salirse del molde y embretar a quienes ostentan el poder con flagrante criminalidad. Verdaderos pillos y peajeros que todas las mañanas despiertan con el deseo de saquear las esperanzas de una población que necesita oportunidades de desarrollo.
Precisamente en setiembre de 2015, hace 4 años, el escándalo de corrupción en la Universidad Nacional de Asunción provocó la furibunda reacción del estudiantado. Aquel sacudón fue oportunamente bautizado como “la primavera estudiantil”. Secundarios y universitarios patearon el tablero y obligaron al resto de la sociedad a sacarse la venda de los ojos y dejar de lado la indiferencia. La atención de la ciudadanía estaba centrada en la necesidad de provocar un cambio, en eliminar los privilegios de aquellos que se han apoderado de los bienes públicos y resuelven concesiones graciosas para familiares o personas que realizan favores de alcoba.
La juventud paraguaya, mayoritaria en términos estadísticos, debe dejar de empeñar el futuro a los corruptos que en el presente toman las decisiones y ejecutan resoluciones desacertadas, plagadas de oportunismo; tal como quedó visible en las negociaciones recientes en Itaipú, sin el mínimo decoro de defender nuestros intereses. Las autoridades faltan a la verdad sin ruborizarse y presumen de una absurda amnesia cuando se trata de responder a los reclamos de la ciudadanía vigilante, que no está dispuesta a permutar el porvenir con simples espejitos.
Hoy nuestro país precisa de esa juventud despierta y soñadora, celosa del cuidado de sus intereses más altos y ansiosa por materializar las obras de cambio. Es urgente que los jóvenes tomen las riendas del país desde los más pequeños espacios de poder e interpelen a los gobernantes a reformular sus acciones hacia el camino del bien común y no el de componendas al servicio de la sobrefacturación, despilfarro, entreguismo, saqueo, evasión, contrabando y narcotráfico.
Los jóvenes deben alzar las manos y empuñar las banderas de la renovación. Deben promover un giro radical de timón que no admita a los corruptos que piden elogios por hacer mal las cosas o simplemente por haberse perpetuado en el poder, para proteger sus cofradías de negocios.
El tiempo de los corruptos se ha acabado. Es momento de que la juventud refuerce su deseo de libertad y ejerza el comando de un país que encuentra en este segmento de la población la verdadera oportunidad de reinventarse. Los grandes cambios empezaron con pequeñas acciones y esos actos deben ser efectuados de inmediato. No hay vuelta atrás, ya estamos en el punto de desgaste. Es hora de tomar las riendas del país, de producir nuevas oportunidades para todos.