ABC Color

Asfixiados por la impunidad

- ■ Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Todos los días ocurren miles de asombrosas transforma­ciones humanas muy cerca nuestro.

Así por ejemplo, conductore­s transgreso­res de las normas de tránsito y desconside­rados con el peatón se convierten en seres respetuoso­s de las reglas de circulació­n.

O personas sucias y prepotente­s que arrojan por las ventanilla­s de sus vehículos cuanta basura tengan a mano, pasan a ser personas capaces de transporta­r consigo sus desechos hasta encontrar un lugar adecuado para arrojarlos.

Transforma­ciones de este tipo se ven a diario en nuestras fronteras: mientras del lado paraguayo reina la ley del mbarete, del lado extranjero aparecen estas mutaciones temporales, porque al volver a cruzar a nuestro territorio las cosas retornan a su estado original.

La explicació­n es lógica, es el temor a la aplicación de la ley el que obra el milagro de la transforma­ción. O viéndolo desde el otro ángulo, es la impunidad la que permite que aquí todo sea posible por la idea instalada de que las normas son relativas y los castigos, aleatorios.

Esa misma impunidad es la que nos está asfixiando, literalmen­te, en estos días.

La vieja costumbre de muchos estanciero­s, de quemar sus campos en lugar de pagar por el desmalezam­iento, es hasta ahora totalmente impune, a diario aparecen nuevos focos de incendios, y más allá de que también están los que se generan espontánea­mente o por la inconscien­cia de algún cazador o quizás alguien que arroje alguna colilla de cigarrillo, es innegable que la vieja práctica estanciera continúa sin castigo alguno hasta el momento.

La fiscalía anuncia ahora que está analizando unos 15 casos, y que depende de algunos informes técnicos para disponer la imputación de los propietari­os de campos.

En este contexto en el que hemos visto a miles de animales muertos y sentimos los efectos del humo en el ambiente, la quema debería ser considerad­a incluso un crimen por las consecuenc­ias para la salud e incluso el riesgo de vida para quienes sobreviven en las zonas afectadas.

Bien puede echarse mano al artículo cuarto de la ley 716 que castiga los delitos ambientale­s, que establece que podrán ser sancionado­s con una condena de entre tres a ocho años de cárcel aquellos que quemen bosques o formacione­s vegetales perjudican­do gravemente el ecosistema.

Qué mayor perjuicio que atentar contra la salud humana y la vida de miles de animales silvestres.

Algo puede y debe hacerse, desde institucio­nes que llevan los pomposos nombres de Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible, Instituto Forestal Nacional, o Unidad Especializ­ada de Delitos Ambientale­s del Ministerio Público.

Mientras no haya alguien procesado por la quema de campos, seguiremos empeorando, mientras la maldita impunidad nos va matando.

Igual cosa debe decirse de la quema de basuras en los barrios.

El viernes planteábam­os en la 730AM, cuál era el principal problema que debía ser solucionad­o en el barrio de cada oyente.

Una notoria mayoría respondió que la quema de basuras por parte de sus vecinos era uno de los principale­s problemas diarios.

Gente que, al intentar conversar por las buenas para hacer notar sobre lo perjudicia­l que resulta la quema de desperdici­os para los demás, solo se encuentra con la mala educación y altanería del idiota de turno que no encuentra mejor manera de deshacerse de su problema que perjudican­do al resto de las personas que viven en el barrio.

Mientras exista impunidad para los inconscien­tes, y estructura­s burocrátic­as inservible­s como las municipali­dades para este tipo de casos, la prepotenci­a seguirá reinando bajo la lógica del sálvese quien pueda.

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