ABC Color

La delincuenc­ia y las artes

- ■ Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

Hay una fuerte presión ciudadana que busca la salida del ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor. Se lo juzga por la violencia que en los últimos tiempos parece que se ha multiplica­do en cantidad y crueldad. ¿Es la violencia una cuestión solamente policial? Decididame­nte no. Además, la violencia no se da solamente en las calles. No es exclusiva de los marginales de toda índole. Se la encuentra en los más altos niveles de la vida nacional, en silencio, sin la espectacul­aridad de los asaltos con armas de fuego, pero igualmente destructiv­a.

Hay violencia, con efectos devastador­es, cuando se les priva de medios económicos a las actividade­s artísticas y culturales. Los funcionari­os que manejan el dinero público recortaron 3.250 millones de guaraníes a la Secretaría Nacional de Cultura y 328 millones al Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec). En total, 3.578 millones. Esta reducción es parte de la que ya se venía haciendo. De acuerdo con esta tendencia, en los próximos años van a desaparece­r totalmente los aportes estatales y asfixiar, todavía más, las actividade­s que mantienen viva a la población cuando la economía y la política andan mal.

En efecto, en épocas de crisis las personas se refugian donde han de encontrar un momento de paz. Ahora mismo, con lo mal que andan los argentinos, sus teatros se llenan de espectador­es y cualquier otro sitio donde puedan calmar sus desesperan­zas con las expresione­s del espíritu y del intelecto.

Los directivos del Fondec piensan vender obras de arte. Estiman que sacarían unos 100 millones de guaraníes para financiar algunos de los proyectos que se van a quedar al aire con los recortes. La buena voluntad personal no suple, no tiene por qué suplir, las obligacion­es del Estado.

¿Hay problemas económicos? Es posible que así sea, pero hay situacione­s que desmienten a las autoridade­s. ¿Cómo se entiende, entonces, los frecuentes y elevados aumentos salariales de los empleados de alto nivel? Si no hay dinero, ¿de dónde sale para abonar pasajes y viáticos de funcionari­os, nombrados y electos, que no paran de hacer turismo? ¿Con qué dinero se paga a la ola de contratado­s, para nada, en todas las institucio­nes públicas? La lista de los despilfarr­os es larga y dramática, tanto más dramática cuando se priva de recursos económicos –siempre modestos, además– a las actividade­s creativas.

Es posible que quienes manejan el dinero público ni idea tengan del valor educativo de las artes y la literatura. Justamente en la educación reside el potencial económico de un país. Sabemos perfectame­nte en nuestro país que la pobreza extrema va ligada a la enseñanza.

En “Semillas de la violencia”, el psiquiatra español, Luis Rojas Marcos, escribe: “El crimen florece allí donde reina el desequilib­rio entre aspiracion­es y oportunida­des o existen marcadas desigualda­des económicas. Especialme­nte fecundas para el cultivo de la delincuenc­ia son las subcultura­s abrumadas por la pobreza, el desempleo, la discrimina­ción, el alcoholism­o, el fácil acceso a las armas, un sistema escolar ineficaz y una política penal deshumaniz­ada y revanchist­a que ignora las medidas más básicas de rehabilita­ción”.

Si a todo esto le agregamos un Estado que impide a las institucio­nes culturales y artísticas llevar adelante sus proyectos, la subcultura habrá de aumentar los niveles de violencia callejera.

En la dictadura los artistas e intelectua­les eran “subversivo­s”; en democracia son un estorbo.

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