Reclamo oportuno
Durante la visita del ministro de Agricultura, Rodolfo Friedmann, el jueves último en Itapúa, le fueron planteados diversos problemas que afectan al sector productivo, como el contrabando, falta de créditos oportunos, inseguridad jurídica, nuevos mercados, entre otros.
Entre los planteamientos, uno que me pareció particularmente oportuno se refirió a la necesidad de que desde el gobierno se encaren políticas que promuevan la seguridad alimentaria del pueblo. Este tema por lo general es pasado por alto en el modelo de economía agroexportadora que impera en nuestro país.
Si bien es absolutamente cierto que la producción empresarial de la soja es el principal oxígeno económico de Paraguay, no es menos cierto que de nada nos sirve ser el tercero o cuarto exportador mundial de la oleaginosa si en nuestro país existen familias que pasan hambre.
El Paraguay tiene una tierra altamente productiva, abundante agua y clima que permite cultivar todo el año. Nos enorgullecemos de exportar soja que alimenta cerdos en la China, y de que los más exquisitos mercados del mundo disfrutan de la carne paraguaya. Pero, paradójicamente, tenemos aquí a miles de familias que pasan hambre.
El negocio de la soja es de gran envergadura, y está bien que se lo apoye, que se le den las condiciones para trabajar y generar riqueza. Y de hecho, es el rubro agrícola que más apoyo recibe del gobierno.
Sin embargo, otros sectores de la economía, tanto o más importantes para el sustento de las familias paraguayas, no reciben la atención que deberían. Por citar sólo algunos, están la yerba mate o la producción frutihortícola, que dan mano de obra a mucha gente, pero no pueden despegar porque no existen políticas de fomento en materia crediticia y en tecnología.
La producción de alimentos puede cubrir la gran necesidad de fuentes de trabajo, satisfacer la demanda de consumo interno y evitar la sangría de importar de países vecinos. Hasta podrían generar ingresos por exportación.