Transitar por las calles de Asunción es una tortura.
Que los asuncenos –peatones y automovilistas– sufren una barbaridad por causa de las calles destrozadas, es una realidad ya conocida. Pero también es verdad que este sufrimiento se ve reforzado por las obras que se realizan en diferentes partes de la ciudad, que duran una eternidad. En un raro ejercicio de autocrítica, el intendente asunceno, Mario Ferreiro, dijo en enero de este año que el principal “déficit” de su gestión era la reparación de calles y avenidas. Conste que, para arreglarlas, la actual administración habría gastado más de 35.912 millones de guaraníes, en sus tres primeros años. Si las lluvias las deterioran una y otra vez, triplicando el número de baches en cada ocasión, debe concluirse que la mano de obra o el asfalto producido en la planta municipal son de pésima calidad. No se pone en duda en absoluto la necesidad de realizar trabajos de mantenimiento o arreglos de nuestras desastrosas calles. Lo que se espera es que estén bien hechos y concluyan con rapidez. Esta última cuestión es de suma relevancia, pues los “hombres trabajando” con parsimonia entorpecen notablemente el tránsito.
Que los asuncenos –peatones y automovilistas– sufren una barbaridad por causa de las calles destrozadas, es una realidad ya conocida. Pero también es verdad que este sufrimiento se ve reforzado por las obras que se realizan en diferentes partes de la ciudad, que duran una eternidad. En un raro ejercicio de autocrítica, el intendente asunceno, Mario Ferreiro, dijo en enero de este año que el principal “déficit” de su gestión era la reparación de calles y avenidas. Podrá discutirse si es tanto o más grave que el observado en cuanto a la ocupación de plazas y veredas, a la recogida de basuras, a los ruidos molestos o a la corrupción pura y dura, pero no así que persiste el drama de transitar eludiendo múltiples baches y obras en construcción. Conste que, para arreglarlas, la actual administración habría gastado más de 35.912 millones de guaraníes, en sus tres primeros años. Si las lluvias las deterioran una y otra vez, triplicando el número de baches en cada ocasión, debe concluirse que la mano de obra o el asfalto producido en la planta municipal son de pésima calidad. Lo mismo cabe apuntar cuando se trata de repavimentaciones encargadas a firmas privadas, previa licitación pública.
Es comprensible, pues, que la Dirección de Vialidad no dé abasto para atender las quejas de tantos vecinos que pagan un tributo para la reparación de calles, de modo que puedan desplazarse sin correr el riesgo de que sus vehículos sean estropeados por algún gran agujero. Como son desoídos por quienes tienen el deber de conservar las vías públicas en buenas condiciones, hasta la inoperante Defensoría Municipal creyó oportuno, en mayo último, solicitar a instancias de los contribuyentes el bacheo de ciertas calles. Por su parte, el edil Federico Franco Troche (Juntos Podemos), respondiendo a la misma inquietud, presentó este mes una minuta para que se arreglen tres calles “alternativas”, destruidas a diario por la circulación de vehículos de gran porte. Ante los constantes reclamos, la Municipalidad emitió en febrero bonos por un valor de 75.000 millones de guaraníes ysu director de Vialidad, Édgar Casco, prometió duplicar este año los bacheos, usando 40.000 toneladas de asfalto en 150 calles y avenidas, para lo cual serán contratados 50 nuevos obreros, como si la plantilla de más de 8.000 funcionarios municipales fuera insuficiente.
No se pone en duda en absoluto la necesidad de realizar trabajos de mantenimiento o arreglos de nuestras desastrosas calles. Lo que se espera es que estén bien hechos y concluyan con rapidez. Esta última cuestión es de suma relevancia, pues los “hombres trabajando” con parsimonia entorpecen notablemente el tráfico. A veces, por horas y hasta días, en las obras inconclusas no se observa personal alguno. No se diga de domingos y feriados, lo que revela una notable indiferencia del intendente Mario Ferreiro y los concejales por la suerte de los asuncenos. Ahora mismo, desde hace varios días, las avenidas Colón y San Martín, entre otras, están con raspadas del pavimento, con notorios desniveles y pozos que golpean los vehículos. Es de suponer que se trata de obras que no deberían demandar tanto tiempo si hubiera buena voluntad de las autoridades y si las compañías constructoras emplearan la tecnología necesaria y la cantidad de personal para ahorrarles sufrimientos a los transeúntes.
Y conste que, en modo electoral, el intendente Ferreiro llegó a decir que ¡bachear toda Asunción solo demandaría 60 días! y que ordenaría los trabajos correspondientes de tal forma a “molestar a la gente lo menos posible”. Es evidente que se olvidó de estas promesas, porque de lo contrario hubiera hecho trabajar a los empleados los días domingos y feriados, aunque ello implique el pago de horas extraordinarias, para que no se prolonguen sine die. El costo adicional valdrá la pena . La necesaria fluidez del tránsito exige que los bacheos y las repavimentaciones concluyan cuanto antes y que no la impidan, entre otras cosas, las alcantarillas abiertas en las bocacalles, que obligan a esquivarlas con el peligro de causar un accidente. La falta de consideración hacia los conductores y transeúntes se observa también en las calles alternativas que se usan en los lugares de desvío, debido a que las obras son también muy malas y aumentan las penurias de los mismos.
Los bacheos pueden hacerse con celeridad y como corresponde, siempre que los trabajos sean fiscalizados. Dado el caso, tampoco sería imposible coordinarlos con la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay SA (Essap), para que ella abandone su costosa costumbre de destrozar tramos recién recapados y se ocupe de renovar sus cañerías, cuyas roturas mucho tienen que ver con los baches. Es cuestión de simple sentido común, algo que, según parece, escasea en la Municipalidad de Asunción.
Es imperioso que la Comuna actúe de una vez por todas para que las obras de reparación no provoquen el prolongado cierre de calles o avenidas, en algunos casos hasta durante semanas enteras, o el entorpecimiento del tránsito hasta el punto de que se requieran entre 35 y 40 minutos para avanzar 900 metros, en las vías de acceso a la capital. Si el intendente creyó a principios de año que su mayor “déficit” era la reparación de calles y avenidas, sus acciones y omisiones posteriores revelan que, o lo decía solo de labios para afuera y no tenía ninguna intención de solucionar el problema, o no es apto para el cargo que ocupa. Hasta ahora, en esta y otras materias que le competen, no ha salido bien parado. Es un chasco para quienes le votaron.