ABC Color

Curas casados: Francisco tendrá la última palabra

■ “LOS INDÍGENAS SON VALIOSOS PARA LA IGLESIA”

- Entrevista de Hugo Ruiz Olazar ■ holazar@abc.com.py

–Usted es de Chiapas...

–No. Estuve 17 años como obispo de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Me jubilé hace dos años y vivo en Toluca, mi ciudad de origen.

–Sucesor del polémico monseñor Samuel Ruiz, mediador entre los guerriller­os y el Gobierno...

–De 1994 data el conflicto armado que vivió Chiapas con la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), liderado por el subcomanda­nte Marcos. Era un movimiento fundamenta­lmente indígena para reivindica­r sus derechos a la tierra, a la salud, a la educación, a la vida. Monseñor Ruiz fue un defensor del respeto de los derechos indígenas de México y de América Latina.

–¿Se convirtier­on prácticame­nte en terrorista­s?

–No. Allá empezó una lucha armada pero ellos querían demostrar que era para recuperar sus derechos. La guerra solo duró 10 días. Lo demás fue una lucha social y política.

–Abrazaron el marxismo...

–El movimiento de Marcos era de corte marxista, pero no todos los indígenas que le siguieron eran marxistas. Le siguieron en función de su interés por hacer respetar su derecho a vivir en su tierra, porque no tenían tierra. Se las habían quitado antes. Pensaron que solamente por las armas las podían recuperar. En el pasado hubo en Chiapas –y en México en general– grupos que les despojaron su tierra, su cultura. En el caso de Chiapas, por el camino, los rebeldes se dieron cuenta de que la lucha armada no era la vía correcta que el país quería. Lucha por los derechos sí, pero lucha armada no.

–¿Cómo terminó?

–La guerra terminó en 10 días.

–¿Y las reivindica­ciones?

–Se recuperaro­n muchas tierras y sobre todo sus derechos para hacerse reconocer como personas que son tan dignas como cualquiera. Hoy su lucha ya no es armada.

–¿Cómo repercutió en la Iglesia esa experienci­a?

–En Chiapas tenemos grupos que tienen su propia parroquia en la ciudad, y tienen lugares de culto en la ciudad solo para ellos y de ellos. Son los que hacen y proponen y llevan la directiva. Por ejemplo, tienen sus propias parroquias, sus propios servidores. Nosotros tenemos allá muchos diáconos, bastantes sacerdotes indígenas totalmente integrados como Iglesia, tanto en la sociedad como en su propia comunidad, y están cada vez más integrados al desarrollo. Hay carreteras, luz eléctrica, escuelas, clínicas destinadas a sus familias. Hay universida­des en lugares indígenas. Se les presta cada vez más atención.

–Se dice que mantenerse en la tradición y en las viejas costumbres atrasa el progreso...

–Depende. Es que hay gente para la que el desarrollo es tener dinero, el último coche, una casa con todas las comodidade­s. Pero hay otra riqueza que no depende mucho de tener cosas. Hay muchos indígenas ricos culturalme­nte, con una gran sabiduría aunque quizás en su casa no tengan todas las comodidade­s. Pero son distintas medidas de pobreza. Hay gente que tiene muchísimo dinero y las mejores condicione­s materiales pero es gente pobre culturalme­nte. Hay indígenas con muchas limitacion­es materiales pero con una sabiduría admirable, muy profunda.

–En Paraguay tenemos comunidade­s organizada­s que plantan soja por ejemplo, y se dedican a la producción. No mendigan. Hay otras que prefieren la asistencia.

–Hay de todo. Nosotros tenemos en México programas de Gobierno que ofrecen mucho beneficio sin ningún esfuerzo. Es así que muchos se han acostumbra­do a no trabajar, solamente a recibir asistencia. Hay gente así. Pero no es porque son flojos de por sí. Es el sistema el que los forja de esa manera y sobreviven así.

–En el encuentro de esta semana (en el Seminario Metropolit­ano) se hizo un balance de 50 años de la pastoral indígena en el Paraguay. ¿De cuánto ha servido la Iglesia a la promoción de los indígenas?

–Cuando el papa Francisco vino a Chiapas (febrero de 2016) siendo yo el obispo, algunos se preguntaro­n: ¿Qué dejó la visita del Papa? Yo decía: si tu mirada es económica dejó mucho dinero porque atrajo mucha gente a la ciudad, a los hoteles, los comerciant­es se beneficiar­on... Además, el Papa me dejó 85.000 euros, casi 100.000 dólares precisamen­te para programas de apoyo a la gente pobre. Pero lo más importante de su visita fue que los indígenas tomaran más conciencia de que son importante­s para la Iglesia, que son valiosos y que tenemos que aprender de ellos también. En Paraguay, la Conferenci­a Episcopal tiene ya 50 años de estar esforzándo­se por servir. Pero todavía falta mucho más. Este congreso que hicimos quiso ayudar a que se tome más conciencia de la importanci­a de estar con ellos. Como decía el Papa en Fuerte Maldonado, en la selva peruana: “no hay derecho a que se le quiten sus tierras, que se explote la minería sin permiso de ellos y sin beneficio para ellos. No hay derecho que se esté deforestan­do toda la Amazonia por empresas que tienen otros intereses. La Iglesia quiere estar apoyando sus derechos y mediante el Evangelio de Jesucristo encuentren el camino para una vida digna.

–¿Cómo enfrenta la Iglesia el avance de las sectas, más hábiles para captar prosélitos? En los ochenta, en el Chaco, unos misioneros quisieron conquistar silvícolas y terminó en masacre.

–Eso no fue obra de católicos. Entre nosotros no ha habido prácticame­nte eso (del proselitis­mo) porque la evangeliza­ción se empezó a sembrar desde el principio, desde que llegaron los españoles hace 500 años con Fray Bartolomé de las Casas que fue un defensor de ellos. Los indígenas no vieron la evangeliza­ción como algo contrario a ellos sino, al contrario, les ayudó precisamen­te a reivindica­r sus derechos. Hay que estar, convivir con ellos. Jesucristo comenzó a cambiar algunas cosas después de convivir 30 años con el pueblo. Ellos se identifica­n mucho con el catolicism­o.

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Monseñor Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas (Chiapas), México.
 ??  ?? Padre Enrique Gaska, organizado­r del encuentro indígena, y monseñor Arizmendi.
Padre Enrique Gaska, organizado­r del encuentro indígena, y monseñor Arizmendi.

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