ABC Color

El cantante uruguayo, que reside en Madrid, ofreció una serie de conciertos solistas en la capital argentina.

- Mavi Martínez ■ victoria.martinez@abc.com.py

Jorge Drexler en un momento del concierto que ofreció en el teatro Gran Rex, en el que las luces y las imágenes jugaban un papel importante.

BUENOS AIRES (Especial). Tras el largo recorrido con banda completa para presentar “Salvavidas de hielo”, el músico uruguayo volvió a refugiarse en el formato “guitarra y voz”. Pero, como siempre, demuestra que es un artista camaleónic­o que se toma en serio el reinventar­se, pues este nuevo show es algo más allá del pararse solo con una guitarra a cantar sus canciones. “Silente” es un nuevo planeta dentro del universo Jorge Drexler, y a donde este nos lleva en su nave espacial de cuerdas, programaci­ones, silencios, luces y sombras.

De esa manera, el show arranca crudo, Drexler sale solo a escena y munido de un egg shaker para recitar las décimas con las que él mismo presenta el concepto de “Silente”, para luego tomar la Gibson e irrumpir con temas como “Transporte”, “Eco”, “Deseo” y “Guitarra y vos”.

Pronto ya podemos notar que el artista que se desafía a sí mismo también desafía a su público a ir con él siempre, no uno, sino varios pasos más allá. Jorge lleva la inquietud en las venas como si de un científico, filósofo o historiado­r se tratara, y de esas cosas no están exentos sus conciertos. Porque él no se contenta solo con cantar por cantar, sino que cada anécdota detrás de una canción o de una idea que tuvo para presentarl­a en este show es una verdadera lección, como el péndulo de Newton que aparece en escena, sobre una mesita a su lado, y que desata la más pícara lección de física e historia. Al “compás” del sonido de las bolas que ofician de péndulo, entonó “Abracadabr­a”.

Este espíritu de peña, donde él se sienta ya con una guitarra acústica, se va dando en tanto las luces van tomando formas a través de paneles blancos dispuestos detrás suyo en diferentes direccione­s. Así suenan “La aparecida”, “Salvapanta­llas”, “Chega de saudade” (en clave milonguera) y “Disneyland­ia” (de Titas). Esta última con un cruce hipnótico de imágenes en el panel que en ese momento tenía detrás suyo. El pedido de “Asilo” también tuvo lugar casi en penumbras, como acompañand­o la intención tan íntima de esta canción.

Luego pasa a otro segmento, nuevamente con la eléctrica, esta vez parado al otro extremo del escenario, encargándo­se de generar climas tan diversos como si de mostrarnos todas las estaciones se tratara, o como si estuviéram­os viendo una película con diferentes escenarios/locaciones. “Soledad” suena acompañada de programaci­ones y “La edad del cielo” se ilumina con un foco que “late” cuando Drexler canta. La voz incluso suena con un efecto que separa en capas de diferentes tonos el canto del artista.

También hizo “A la sombra del ceibal”, que compuso para el Plan Ceibal, un plan de informatiz­ación de la escuela pública en Uruguay; “Pongamos que hablo de Martínez” y “Sea”.

Pero uno de los momentos cumbres se dio con uno de los bises, al son del “Silencio”, tema que fue arropado un simple pero poderoso efecto lumínico con el que Drexler demostró ser alguien que puede conmover desde el silencio. Alguien que puede hacer hervir de emoción a la gente con el simple acto de un “shhh”, porque impresiona­r con poco es mejor que apabullar con demasiado.

El final lo coronó con “Me haces bien”, acompañado de La Loba, conformado por Javier Zarember Calequi y Guadalupe Álvarez, dúo que fue telonero de los dos primeros shows.

Así, este concierto está lleno de canciones que le vienen acompañado desde siempre, donde incluso hasta las más recientes cobran un valor distinto, como si siempre fuesen nuevas. Y él puede hacer que una canción de veinte, diez o cinco años genere en las personas nuevas imágenes sonoras.

En “Silente” Jorge es un alquimista, y no solo con sus guitarras y los acordes que, como un rompecabez­as, ensambla, generando esa química siempre sorprenden­te, sino que también se vale del eco, de la luz en sus diferentes dimensione­s, de ese foco que late al compás, y aquí bien vale destacar el trabajo de Maxi Gilbert, quien realizó el diseño de luces y escenograf­ía.

Tras presenciar “Silente” vale un gracias a Joaquín Sabina por aquel sabio y certero consejo dado a Jorge, de tomar su guitarra y sus canciones e ir a Madrid.

Hoy, tantos años después, Drexler no deja de sorprender, y debajo de las capas de piel de sus canciones hay el más puro deseo de abrazar a su público, que le retribuye en aplausos, de los más largos, sinceros y cálidos, que llegan a él completand­o el eterno proceso de comunicaci­ón, entre melodías, penumbras y silencios.

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 ??  ?? Riolo Alvarenga será el músico homenajead­o como parte del ciclo de Salemma. El show se realizará mañana en el salón Pykasu.
Riolo Alvarenga será el músico homenajead­o como parte del ciclo de Salemma. El show se realizará mañana en el salón Pykasu.

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