ABC Color

Extorsión de China al Paraguay.

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La República Popular China vende sus productos y realiza inversione­s sin problema alguno en el Paraguay. En cambio, cuando los productore­s paraguayos quieren vender sus productos al enorme mercado chino, la respuesta que reciben es: “Rompan con Taiwán, vamos a hacer la embajada acá y haremos negocios. Antes no se puede”. China nos vende de todo, desde fertilizan­tes e insecticid­as hasta automóvile­s, camiones, electrodom­ésticos y mercancías de alta tecnología. A diferencia de su exigencia para comprar los rubos de exportació­n paraguayos, la dictadura china no le condicionó a su empresa Huawei que exista una embajada china en Asunción para hacer sus negocios en Paraguay, incluyendo con empresas estatales. Es comprensib­le que los productore­s de carne y de soja de nuestro país quieran “hacer negocios” con China, pero es cuestionab­le que, para el efecto, el Paraguay sea sometido a un chantaje político para dar la espalda a un país democrátic­o, Taiwán, con el que mantiene una larga relación diplomátic­a. Siempre exigimos que el nuestro país se haga respetar, y este es un momento para hacerlo.

La República Popular China vende al Paraguay productos por un valor de 4.500 millones de dólares, siendo una de las principale­s fuentes de importació­n de nuestro país (el 31% del total). La gigantesca multinacio­nal china Huawei tiene instaladas sus oficinas y tienda de ventas en Asunción, realizando millonario­s negocios, incluso con empresas estatales, al punto de que hace pocos días se difundió que la Copaco aprobó el pago de una deuda de su empresa satélite Vox a Huawei por 4,7 millones de dólares. Capitales chinos interviene­n en el ensamblaje de vehículos en el Paraguay, y estuvieron a punto de participar en Acepar, pero el negocio no prosperó debido a que los orientales incumplier­on sus compromiso­s.

Como se ve, existe un fluido relacionam­iento económico entre China y el Paraguay, mejor dicho, de ventas e inversione­s chinas en el Paraguay, que se realizan libremente, sin ninguna objeción del Gobierno nacional, sino todo lo contrario. En cambio, para que los productore­s e industrial­es paraguayos coloquen sus productos en China, el dictatoria­l régimen de este país impone una condición de hierro: se necesita establecer relaciones diplomátic­as. Estas relaciones deberían ser normales entre los países, salvo que las que deben mantenerse con el gigante asiático implican, para el caso del Paraguay, romper relaciones con Taiwán, isla a la que el mismo considera una provincia rebelde. Las relaciones paraguayo-taiwanesas tienen 62 años de existencia.

Es totalmente legítima la aspiración de los empresario­s paraguayos de vender sus productos donde les resulte más ventajoso. China es un mercado gigantesco y convenient­e, salvo que, para acceder a él, existe una cuestión de dignidad, una condición inaceptabl­e, situación similar a la que solemos criticar cuando nuestros grandes vecinos nos imponen sus condicione­s en las entidades binacional­es. El presidente de la Asociación de Productore­s de Soja, Erno Michels, reveló que en ese país le habían dicho con toda claridad: “Rompan con Taiwán, vamos a hacer la embajada acá y haremos negocios. Antes no se puede”. Nuestra Constituci­ón dice que el manejo de las relaciones exteriores está a cargo del Presidente de la República, lo que a Pekín poco le importa, como se ve.

China nos vende de todo, desde fertilizan­tes e insecticid­as hasta automóvile­s, camiones, electrodom­ésticos y mercancías de alta tecnología. Algunos productos paraguayos llegan a ese mercado, pero a través de terceros países.

A diferencia de su exigencia para comprar los rubros de exportació­n paraguayos, la dictadura china no le condicionó a Huawei que exista una embajada china en Asunción para negociar con una empresa estatal paraguaya, como tampoco para las demás ventas e inversione­s en nuestro país. La falta de relaciones diplomátic­as tampoco impidió que el ministro de Obras Públicas y Comunicaci­ones, Arnoldo Wiens, haya recibido, en junio de este año, la visita del vicepresid­ente de la empresa contratist­a e inversioni­sta China Harbour Engineerin­g Company Ltd., interesada en proyectos de infraestru­ctura.

Pero lo más llamativo de todo es que el propio Taiwán es uno de los principale­s inversores en China, mientras este país busca aislarlo internacio­nalmente. En efecto, la inversión taiwanesa llegó el año pasado a 130.000 millones de dólares, mientras el comercio bilateral totalizó 225.000 millones, con un superávit de 129.000 millones a favor de la isla, que tiene apenas 36.000 km². Pese a su limitado territorio, en gran parte montañoso, el año pasado Taiwán exportó por valor de 336.000 millones de dólares (el total de exportacio­nes del Paraguay ascendió en ese periodo a 13.800 millones).

La economía de la isla es de libre mercado y también rige una plena libertad política, con un ingreso per cápita de los taiwaneses de 25.000 dólares (el del Paraguay de 4.500). Pese a la tremenda presión de China, Taiwán es miembro de la Organizaci­ón Mundial de Comercio, y el pasaporte taiwanés es aceptado en todas partes, sin que su validez sea impedida por el hecho de que el emisor no integre la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) por la oposición de su gigantesco vecino.

Es comprensib­le que los productore­s de carne y de soja de nuestro país quieran “hacer negocios” con China, pero es cuestionab­le que, para el efecto, el Paraguay sea sometido a un chantaje político para dar la espalda a un país democrátic­o, que elige libremente a sus autoridade­s y donde funcionan con autonomía los tres Poderes del Estado. Prueba de ello es que un expresiden­te, Chen Shui-bian, fue condenado a cadena perpetua por corrupción, y actualment­e se encuentra cumpliendo pena en arresto domiciliar­io.

Se suele decir que en las relaciones entre países no existen amistades, sino intereses. Pero dar la espalda a Taiwán en este momento significa ponerlo en las garras de China, bajo el absurdo modelo de “un país, dos sistemas”, que supuestame­nte implicaría respetar el sistema de vida de los taiwaneses. Pero, como se está viendo ahora mismo, los habitantes de Hong Kong, que retornó de la soberanía británica a la de China en 1997 bajo esa modalidad, están realizando multitudin­arias manifestac­iones callejeras, en forma ininterrum­pida desde principios de junio, en defensa de sus libertades que les quiere conculcar el régimen de Pekín.

Paraguay y China pueden mantener fructífera­s relaciones diplomátic­as y comerciale­s, sin condiciona­mientos que afecten la dignidad de cada una de las partes, en este caso la de nuestro país. Siempre exigimos que el Paraguay se haga respetar, y este es un momento para hacerlo.

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