ABC Color

Quien reparte la torta...

- Ilde Silvero ■ ilde@abc.com.py

No es necesario ser un experto en economía ni un doctor en políticas públicas para saber que la manera en que se elabora cada año el presupuest­o general de la Nación no es el proceso ideal. Esta ley madre favorece a un minoritari­o sector de la población (altas autoridade­s y funcionari­os estatales) y apenas atiende las necesidade­s básicas de la gran mayoría de nuestra gente.

La cruda realidad nos señala que somos un país atrasado, que uno de cada tres habitantes está bajo la línea de pobreza, que 4 de cada 10 niños no culminan sus estudios básicos, que 6 de cada 10 trabajador­es ni siquiera ganan el sueldo mínimo, etc. Entonces, esta es la preocupant­e realidad que nuestras autoridade­s deben afrontar al momento de distribuir los recursos ecoEn nómicos que posee el Estado.

Sin embargo, por defectos estructura­les que se arrastran desde hace décadas, las grandes batallas que se libran anualmente en los meses de elaboració­n del presupuest­o responden al debate de cuánto más deberían ganar los funcionari­os públicos, incluyendo a los ministros de la Corte Suprema de Justicia.

Así tenemos manifestac­iones, marchas, huelgas y otros actos extorsivos para que los funcionari­os de las distintas institucio­nes públicas tengan aumentos salariales y mayores fondos para insumos e inversione­s. Por supuesto que, si solo miramos el país desde el punto de vista de las necesidade­s de los ministerio­s y entes autárquico­s, todos tienen razones válidas para pedir aumentos presupuest­arios. Para cumplir mejor sus objetivos, cada ente público necesita más recursos, pero aquí no radica la esencia del problema.

El karaku de la cuestión apunta a que, para impulsar un proceso de superación de la pobreza, se necesitan dos factores fundamenta­les: educación y trabajo digno.

No hay forma de ir reduciendo los niveles de pobreza si nuestros niños y adolescent­es no concluyen sus estudios básicos. Un joven que ni siquiera terminó el bachillera­to, ¿a qué trabajo digno y bien remunerado puede acceder? En un mundo cada vez más exigente en cuanto a dominio de las nuevas tecnología­s, abierto a las innovacion­es y al emprendedu­rismo, los jóvenes semianalfa­betos simplement­e no tienen lugar. Millones de chicos y chicas que no estudiaron, casi por inercia van a la informalid­ad, a la marginalid­ad y muchos de ellos se encuentran embretados hacia la delincuenc­ia por sí mismos o por grupos mafiosos.

La otra gran herramient­a es crear fuentes de trabajo lícito; los organismos del Estado deberían facilitar y alentar la creación de toda clase de empresas pequeñas, medianas y grandes para que la gente de escasos recursos pueda trabajar y ganarse el pan diario honestamen­te.

Perdemos días y semanas en tensas negociacio­nes para determinar cuánto aumentamos los sueldos de funcionari­os públicos. No hay tiempo ni recursos para analizar cómo retenemos a niños y adolescent­es dentro del sistema educativo y tampoco se discute cómo incentivar la creación de puestos de trabajo para la gente necesitada.

Mientras se mantenga el sistema actual de elaboració­n del presupuest­o, seguiremos como furgón de cola en el tren de naciones pobres y “emergentes”.

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