ABC Color

¿Qué pasará en Bolivia si reeligen a Evo Morales?

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Aunque gran parte de la atención de América Latina está centrada en las elecciones del 27 de octubre en Argentina y Uruguay, hay una elección escandalos­a en Bolivia el 20 de octubre que debería despertar por lo menos el mismo interés. Es probable que resulte en un cuarto mandato para el presidente Evo Morales y convierta a Bolivia en una dictadura electa más represiva.

Hablé con varios expertos en Bolivia, y prácticame­nte todos están de acuerdo en que Morales, que ya ha violado su propia Constituci­ón varias veces para extender los períodos de sus mandatos, se proclamará el ganador.

“Él tiene un control absoluto sobre todas las institucio­nes, al punto de que la oposición tiene pocas posibilida­des de ganar”, me dijo el profesor de ciencias políticas de la Universida­d Internacio­nal de la Florida, Eduardo Gamarra. “Me sorprender­ía mucho si Evo (Morales) no gana en la primera vuelta del domingo”.

De hecho, Morales, un ex líder de los cocaleros, ha convertido las institucio­nes democrátic­as de Bolivia en un chiste.

A pesar de que su propia Constituci­ón le prohibía cumplir más de dos mandatos consecutiv­os, convocó un referéndum en 2016 para cambiar las reglas y poder postularse para un nuevo mandato.

Y aunque perdió el referéndum, hizo que el Tribunal Constituci­onal ignorara el resultado y lo autorizara a presentars­e para un nuevo mandato. El Tribunal se basó en el ridículo argumento de que negarle el derecho a reelegirse sería una violación de sus derechos humanos.

Ahora, se postula contra un campo de ocho candidatos, liderados por el ex presidente Carlos Mesa y el senador opositor Óscar Ortiz.

Las encuestas muestran que Morales tiene alrededor del 36 por ciento de los votos, seguido de Mesa con el 27 por ciento y Ortiz con el 8 por ciento. Pero la mayoría de los analistas señalan que Morales puede manipular el voto en áreas rurales remotas y alcanzar el porcentaje que necesita para ganar en primera vuelta.

Un aliado incondicio­nal de Venezuela, Cuba e Irán, Morales puede ser definido como un “narcisista-leninista”: ha construido un fuerte culto a la personalid­ad y utiliza una retórica radical de izquierda.

Sus críticos se refieren a él en broma como “Ego” Morales, por su egolatría. Se ha construido un museo de US$ 7,1 millones, el más grande del país, para glorificar la historia de su vida en su pueblo natal de Orinoca. Lo llamó “Museo de la Revolución Democrátic­a y Cultural”, pero todos en Bolivia lo conocen como “el museo de Evo”.

Más recienteme­nte, construyó un majestuoso palacio presidenci­al de 29 pisos, uno de los más altos de la ciudad, y se ha comprado un lujoso avión presidenci­al de US$ 38 millones, anteriorme­nte propiedad del equipo de fútbol británico Manchester United.

“Lleva un estilo de vida faraónico”, me dijo el ex presidente boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, quien apoya la candidatur­a de Mesa.

Al igual que muchos otros líderes populistas latinoamer­icanos, Morales se benefició de una bonanza económica gracias a los altos precios mundiales de las materias primas en los primeros años de su mandato, lo que permitió a Bolivia crecer y reducir la pobreza. Pero Morales mantuvo políticas macroeconó­micas más prudentes que algunos de sus colegas populistas en la región, lo que le permitió evitar una debacle económica cuando los precios de los productos básicos cayeron.

Pero la fiesta económica de Bolivia está llegando a su fin. Las reservas de gas natural del país –una de sus principale­s fuentes de ingresos– están prácticame­nte agotadas, y han habido pocas inversione­s para nuevas exploracio­nes.

Y la popularida­d de Morales ha disminuido, entre otras cosas por sus violacione­s a la Constituci­ón para reelegirse, su culto a la personalid­ad, escándalos de corrupción y, más recienteme­nte, por no haber detenido los incendios masivos en el Amazonas. Sus críticos dicen que Morales dio luz verde a los agricultor­es para quemar bosques, a cambio de su apoyo político.

Si Morales gana la reelección, puede convertirs­e en un autócrata más despiadado, y generar más protestas y más inestabili­dad, porque tendrá menos dinero para repartir.

“Cuando se acaba la bonanza, lo único que le queda es la represión”, me dijo el ex presidente Quiroga. Efectivame­nte, eso fue lo que pasó en Venezuela, y lo que podría pasar en Bolivia.

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