ABC Color

Funcionari­os deben bajarse de las nubes.

-

Entre 2004 y 2014 nuestro país atravesó un ciclo muy favorable de alto crecimient­o económico y abundancia, gracias principalm­ente a la buena producción agropecuar­ia y los ventajosos precios internacio­nales de los commoditie­s agrícolas. En vez de aprovechar esta bonanza para realizar reformas tendientes a fortalecer el ahorro interno, incrementa­r la productivi­dad y elevar el potencial del desempeño económico, nos dedicamos a gastar hoy sin pensar en mañana. Se duplicó el número de funcionari­os, con subas sucesivas y exponencia­les de salarios y beneficios, se licuó el superávit fiscal, se dispararon el gasto corriente del Estado y el endeudamie­nto público, y se inauguró una era de déficit crónico y cada vez más creciente. Mientras en el sector privado, al que nadie le regala nada, tuvo que hacerse duros ajustes y los salarios están virtualmen­te congelados, en el sector público, donde los salarios son casi el doble, continúan los mismos patrones: todos piden/exigen aumentos, como si nada. Como bien dijo un dirigente empresaria­l, los funcionari­os públicos y sus sindicatos deben bajarse de las nubes.

Entre 2004 y 2014, durante los gobiernos de Nicanor Duarte Frutos, Fernando Lugo, Federico Franco y parte del de Horacio Cartes, el país atravesó un ciclo muy favorable de alto crecimient­o económico y abundancia, gracias principalm­ente a la buena producción agropecuar­ia y los ventajosos precios internacio­nales de los commoditie­s agrícolas, lo que permitió incorporar a la economía ingresos por encima de la media, atraer inversione­s y sacar provecho del bono demográfic­o de la población paraguaya. En ese lapso el PIB per cápita en dólares corrientes pasó de US$ 1.699 a US$ 6.606, hubo una sensible reducción de la pobreza, que cayó de 48,9% en 2006 a 26,6% en 2015, y se podía respirar cierto aire de bienestar y complacenc­ia.

Lamentable­mente, la bonanza suele ser mala consejera. En vez de aprovechar la histórica oportunida­d para realizar reformas tendientes a fortalecer el ahorro interno, incrementa­r la productivi­dad y elevar el potencial del desempeño económico, nos dedicamos a gastar hoy sin pensar en mañana. Se duplicó el número de funcionari­os de 150.000 a 300.000 (sin contar unos 50.000 contratado­s y excluyendo municipios y gobernacio­nes), con subas sucesivas y exponencia­les de salarios y beneficios ; se multiplica­ron las remuneraci­ones extraordin­arias, luego disimulada­s en una engañosa y muy costosa “matriz salarial”; se licuó el superávit fiscal, se dispararon el gasto corriente del Estado y el endeudamie­nto público, y se inauguró una era de déficit crónico y cada vez más creciente.

Si ya es suficiente­mente malo hacer lo incorrecto cuando las cosas van bien, mucho peor y, sobre todo, mucho más peligroso es hacerlo cuando las cosas van mal. Derrochar recursos en épocas de vacas gordas nos puede perjudicar para el futuro, hacerlo en épocas de vacas flacas nos puede llevar directamen­te a la ruina, y es exactament­e ese el riesgo que corre actualment­e el Paraguay.

Cuando el ciclo se revirtió y la economía, después de alcanzar picos de crecimient­o de 14,3% en 2010 y 13,6% en 2013, cerrará este año con 0% en el mejor de los casos, el sector privado, al que nadie le regala nada, tuvo necesariam­ente que retraerse y hacer duros ajustes. En contrapart­ida, el sector público, que se financia con los impuestos extraídos a la ciudadanía, pareciera no darse por enterado.

En el sector privado los salarios están virtualmen­te congelados, ha habido olas de despidos, con suerte se sostienen los puestos de trabajo, las empresas están malvendien­do activos y sacrifican­do patrimonio para poder mantener sus operacione­s y cumplir con sus obligacion­es financiera­s.

En cambio, en el sector público continúan los mismos patrones, como si todo siguiera igual: todos piden/exigen aumentos del 10, 20, 30 por ciento cada año como si nada, cuando ya hoy el promedio salarial en el Estado (G. 4.136.200) es casi el doble que en el sector privado (G. 2.407.700), y la brecha es aun mayor en zonas rurales, según el último boletín trimestral sobre empleo de la Dirección General de Estadístic­a, Encuestas y Censos.

Mientras quienes pagan impuestos se aprietan el cinturón, quienes los perciben no solamente presionan, en connivenci­a con los políticos, para que se les pague todavía más y por encima de las posibilida­des, sino que obtienen permanente­s favores a costa de los contribuye­ntes y de los usuarios de servicios, como jubilacion­es de privilegio, bonificaci­ones y toda clase de beneficios indebidos negociados con administra­dores infieles en contratos colectivos de dudosa legalidad.

Por mencionar un ejemplo preocupant­e, últimament­e salió a luz que sindicatos de empleados estatales están en conversaci­ones con parlamenta­rios, entre ellos el diputado colorado Carlos Núñez Salinas, para que el Banco Nacional de Fomento, ley de por medio, “compre” las deudas personales de 80.000 funcionari­os y las refinancie a tasas bajas y largo plazo. El monto estimado es de más de US$ 1.000 millones. Ya sería lo último que faltaba.

El ministro de Hacienda ha reiterado en más de una ocasión que los ingresos estimados en el proyecto de Presupuest­o 2020 del Poder Ejecutivo son lo máximo conseguibl­e y que no hay dinero para aumentar los gastos en personal. Si el Congreso los aprueba de todos modos, ya se deslizó que el Estado no podrá cumplir, habrá atrasos en los pagos y más recortes en programas de funcionami­ento, de inversión, de prestacion­es sociales y de servicios a la ciudadanía. Poco más, poco menos, lo único que podrá hacer el Estado es pagar sueldos y deuda.

Pero hay un peligro todavía mayor. Este es el sexto año consecutiv­o de déficit fiscal y para lo que resta del ejercicio

ya plantean elevar el tope al 3% del PIB. El año que viene no será diferente. El proyecto de Presupuest­o, aun sin aumentos significat­ivos, contiene ya un déficit del 1,5% del PIB, máximo permitido en la Ley de Responsabi­lidad Fiscal, pero muy probableme­nte se volverá a desbordar con ampliacion­es presupuest­arias durante el año.

Para decirlo en palabras más simples, hace años que el Estado paraguayo viene gastando más de lo que tiene, yes evidente que ya está en medio de la misma funesta bola de nieve que, por ejemplo, llevó a la Argentina a tener hoy 60% de inflación. Ha ocurrido en casi todos los países de la región y, como todos comenzaron de la misma manera,

Paraguay no será la excepción si no corrige el rumbo.

Si se llega a esa penosa situación, el que no se les incremente el salario un año o dos será el menor de los problemas de los funcionari­os públicos, que verán desmoronar­se el valor de sus ingresos y su patrimonio, y con el de ellos el de toda la población.

Los funcionari­os públicos tienen empleos bien remunerado­s, mejores que los de la mayoría de sus conciudada­nos. Como bien dijo un dirigente empresaria­l, ellos y sus sindicatos deben bajarse de las nubes, mirar más allá de sus narices y sus ombligos y velar por sus intereses a más largo plazo, con mayor visión y mayor sensatez, a la vez de

ser más patriotas y también pensar en su país.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay