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■ EL CHACO ES SEMEJANTE AL AMAZONAS

- Entrevista de Hugo Ruiz Olazar ■ holazar@abc.com.py

–¿Es cierto que fue elegido como uno de los redactores del documento final del Sínodo (de la Amazonia)? Debe ser una distinción.

–Fui uno de ellos, una gracia de Dios muy grande para mí como experienci­a. El Papa me dijo: “Mira, yo quiero que formes parte del grupo de redactores, que me represente­s en ese trabajo”, y así lo hice. Vuelvo de Roma más convencido de lo que quiere la Iglesia. Tenemos problemas semejantes de la Amazonia en nuestro Chaco, en el Chaco boliviano y el argentino.

–Parajes lejanos unos de otros y falta de religiosos.

–Tenemos una situación semejante en cuanto a la protección de la ecología integral y en cuanto a la evangeliza­ción. Para la Iglesia lo primero es la evangeliza­ción, pero a partir de una realidad geográfica territoria­l donde viven los indígenas, una geografía donde se avasalla la naturaleza en vista a un supuesto desarrollo que crea más pobres y más desplazado­s. Pero eso no solo sucede en nuestro Chaco. Se extiende a la región del Alto Paraná.

–¿Alto Paraná por qué?

–Claro, los indígenas son expulsados de Alto Paraná, Amambay, Canindeyú, Caazapá.

–Desplazado­s.

–No. ¡Expulsados! Muchos caciques, viendo el dinero de los sojeros ceden el terreno que es de los indígenas. Entonces, qué hacen. Vienen a la ciudad y aquí los vemos pidiendo limosnas en la calle. El desarrollo del que hablan crea más pobreza. Entonces, es un clamor que viene del Chaco y del Acuífero Guaraní.

–¿Qué buscó la Iglesia con ese Sínodo?

–El papa Francisco estuvo hace dos años en Puerto Maldonado, un puerto peruano sobre el río Amazonas. Allí llevó un mensaje de cómo hay que cuidar la ecología integral: el cuidado de la naturaleza y de las personas. Entonces convocó a un sínodo que se llama “Nuevos caminos para la Amazonia”. Yo fui desde el inicio parte del Consejo de Preparació­n del Sínodo.

–¿Cuál fue su experienci­a?

–Me impresionó saber que este sínodo se preparó mediante el servicio de la Red Pan Amazónica (Repan), un organismo que logró integrar a los nueve países de la Gran Amazonia: Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia más las pequeñas naciones del norte: Guyana, Guyana Francesa y Surinam. Esta Repan hizo un análisis de la realidad: cuántos indígenas, cuántas etnias, cuántas misiones, cuántos sacerdotes, cuántos religiosos, en fin. También se hizo un mapeo de la destrucció­n de la naturaleza. De cómo las grandes empresas multinacio­nales y nacionales están proyectand­o el extractivi­smo, es decir, extraer el petróleo y los minerales, sobre todo el oro. Al extraer el oro utilizan el mercurio y este es un veneno que tarde o temprano termina en el río. Produce una cantidad de muerte de peces y también de niños, porque los niños se bañan, nadan y se contaminan.

–¿Qué puede decir del Sínodo?

–“Hay que escuchar”, dice el Papa. Eso fue el Sínodo: escuchar el clamor de tantos obispos. Es impresiona­nte cómo ellos sienten estos dos grandes problemas: la destrucció­n de la Amazonia y la carencia evangeliza­dora, las pocas fuerzas que tenemos para evangeliza­r; también con relación a la invasión de los Pentecosta­les y la necesidad de tener más presencia en la Eucaristía. El documento final tiene 120 artículos.

–Los conservado­res dicen que el Sínodo pretendía el panteísmo, endiosar a la región sudamerica­na.

–Aquellos que hablan de esa manera realmente están muy lejos de lo que fue el espíritu del Sínodo. Para la Iglesia, lo primero es siempre la evangeliza­ción. Por eso, la estructura de este texto final es importante conocerlo. El primer capítulo es la conversión integral a la realidad panamazóni­ca, a la realidad que viven los indígenas, así como (San) Pablo cuando fue a Atenas, al Areópago (monte situado al oeste de la Acrópolis de Atenas). Él visitó la ciudad y vio que había estatuas de muchos dioses. Fue al Aerópago y dijo: “Atenienses: veo que ustedes son muy religiosos, que tienen muchos dioses. Pero yo también he conocido a uno de los dioses que ustedes adoran: el “Dios desconocid­o”. Aese Dios desconocid­o yo vengo a predicar y anunciarle­s la Buena Nueva. Ese es el espíritu de la Iglesia de siempre: a partir de la realidad de las religiones anunciar el Evangelio. Por lo tanto, si estas religiones son panteístas, los aceptamos como panteístas. No nos queremos imponer, no vamos a ser fundamenta­listas negándoles el derecho de ser panteístas pero vamos a conversar. Es lo que hicieron los franciscan­os y jesuitas cuando llegaron hace cinco siglos. Así conocieron la cultura, la religión de los guaraníes. Vieron cómo el Tekoporã, por ejemplo, es la buena vida. Es lo mismo que Jesús propone. Los guaraníes hablaban de Yvy Marane’ÿ o La Tierra sin Mal. Entonces, qué bueno es que los misioneros han interpreta­do el proyecto del cielo, el proyecto de esa Tierra sin Mal. En la asamblea escuchamos la voz de los indígenas. Ellos pidieron que la Iglesia sea aliada “en defensa de nuestro territorio, en defensa de nuestra naturaleza, de nuestra agua, en defensa de nuestros bosques”. Imagínese, la Amazonia produce el 15% del aire que respira la humanidad, y está siendo amenazada. Es momento de parar el extractivi­smo o va a ser muy tarde. La Iglesia levanta su voz y eso es lo que queremos que se subraye sobre la dimensión socioambie­ntal de la Amazonia que la debemos proteger y cuidar como nuestra casa.

–¿Qué responde a la afirmación del presidente Bolsonaro que dice que la Amazonia es de Brasil y no de la humanidad, que tampoco es de la Iglesia.

–Por supuesto que la Amazonia no es de la Iglesia. La Iglesia no tiene nada pero los misioneros están ahí. Las parroquias están ahí, en nueve países. Es cierto que la dimensión mayor es Brasil pero no es solamente Brasil. Es una zona cinco veces más que Europa. Piense en la distancia que deben recorrer los misioneros.

–¿De ahí que se plantea la ordenación de sacerdotes casados?

–Se propone que la vida consagrada tenga un rostro más amazónico y que se pueda colaborar más interrelig­iosamente. Un teólogo argentino, el padre Carlos Galli, nos iluminó muchísimo.

– ¿Qué dijo?

–Nos historió de cómo en los primeros siglos los sacerdotes eran casados. En el siglo IV, la Iglesia instituyó una norma canónica, la vida celibatari­a para los sacerdotes. En el siglo XVI, con el Concilio de Trento, se establecen los seminarios para sacerdotes célibes. El valor de la vida celibatari­a es muy grande. Pero el padre Galli dice que la Iglesia también ha abierto la posibilida­d de reconocer sacerdotes casados. Pío XII había reconocido a los sacerdotes anglicanos (que son casados) que querían ser católicos. Los ordenó como sacerdotes católicos. Benedicto XVI ha dado justamente oportunida­d a todos los sacerdotes anglicanos casados para ingresar a la Iglesia Católica como tales. Además, históricam­ente hay una situación en que la Iglesia había ordenado sacerdotes católicos casados en Rusia en la persecució­n soviética.

–¿El motivo?

–Habían desapareci­do los sacerdotes literalmen­te y se ordenó a varios casados. También tenemos la experienci­a de las Iglesias orientales donde los sacerdotes son casados, no todos. Los monjes siguen siendo célibes y de ellos se elige para ser obispos. En el sínodo se abrió la posibilida­d de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocido­s de la comunidad que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbitera­do pudiendo tener familia legítimame­nte constituid­a estable.

–¿Eso es de cumplimien­to inmediato?

–No. El sínodo es consultivo. El Papa es el que puede legislar. Pero ya es un gran aporte para que en las situacione­s de la Amazonia el obispo pueda pedir a la Santa Sede como excepción, después de prepararlo al orden sagrado, la ordenación sacerdotal.

–¿Puede llegar a ser aplicable en Paraguay?

–Primero cuidemos la naturaleza ecológica de nuestro Chaco, que no sea invadido por la producción agroganade­ra, que es importante pero los empresario­s tienen que respetar la ley ambiental, cosa que no sucede, igual en el Acuífero Guaraní. Este Sínodo ha sido precioso para nuestra zona. Se abre la puerta para iniciar el proceso. Tenemos que ir hacia una evangeliza­ción serena, sin atropello a la cultura sino el diálogo inculturad­o.

–¿En cuanto tiempo se va a poder ver?

–Yo creo que es un proceso largo, de aquí a cuatro, seis, ocho, 10 años. Esto va a dar pie, a otro sínodo sobre los sacerdotes casados para que se profundice más la parte histórica, la parte ecológica, la parte litúrgica y la parte de formación de los futuros sacerdotes casados.

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Arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Valenzuela, admite que Paraguay puede tener sacerdotes casados.
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“El Sínodo ha sido precioso para nuestra zona (del Chaco)”

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