Déficit de 2,5% del PIB
Se discute mucho el tema de si el presidente Mario Abdo Benítez tiene o no tiene liderazgo o, si lo tiene, si porque su liderazgo es democrático tarda en tomar decisiones y cuando las toma, lo hace del modo menos impactante.
En primer lugar, no hay cosa como que el liderazgo democrático debe ser indeciso, débil, tardío o algo parecido. El liderazgo democrático es decisivo, fuerte e inmediato cuando existe. Lo prueban Winston Churchill, Margaret Thatcher, Ronald Reagan, Fernando Henrique Cardoso, Bill Clinton, demócratas de derecha e izquierda que tenían ese don: Liderazgo.
El tema del déficit presupuestario, que supera el límite fijado por la ley de Responsabilidad Fiscal, 1,5% del Producto Interior Bruto (PIB), límite que al día de hoy sería de unos seiscientos millones de dólares, es, a mi modo de ver, una prueba de que el presidente no tiene liderazgo.
No es que el presidente sea débil, indeciso, tardío por ser demócrata. Es todo eso simplemente porque no tiene liderazgo. Es demócrata, pero no tiene liderazgo.
El déficit fiscal paraguayo se nutre y crece incesantemente por el empleo público, las jubilaciones del sector público y las contrataciones públicas y cuando, durante los meses de junio y julio, se le advirtió al presidente que íbamos directo y sin escalas a una recesión, Marito debió tomar medidas decisivas para corregir el rumbo y no lo hizo.
Debió suspender inmediatamente y por tiempo indefinido la suba de impuestos votada en su reforma tributaria porque era imperativa una señal de que el gobierno se comprometía a dejar el dinero en el bolsillo de los consumidores y a manejarse con rigor.
Debió generar impulsos para reducir drásticamente el número de funcionarios públicos, que se llevan el grueso de la recaudación tributaria, atacando políticamente a jueces como Myriam Peña, que impulsa desde la Corte Suprema la doctrina de la estabilidad y los derechos adquiridos de los violadores de la ley 1626 y de sus recomenderos, y ordenando el cese de los contratos políticamente motivados.
Debió plantear cambios sustantivos en las jubilaciones militares, policiales, docentes, etc., que proyectaran el compromiso del gobierno con la austeridad requerida por la situación internacional de demanda y precios.
Debió, en fin, radicalizar los controles en las contrataciones públicas para que los que pagamos impuestos no sigamos solventando a sinvergüenzas como los que dilapidaron millones de dólares en proyectos tales como el Metrobús.
El presidente no hizo nada de esto, no porque no supiera que había que hacerlo, no porque no se le haya avisado que había que hacerlo, no porque no tuviera la autoridad constitucional necesaria para hacerlo, sino porque tiene miedo, es débil, porque no se anima a enfrentar a los poderes fácticos que están detrás de la generación del déficit.
La consecuencia es que tenemos un agujero fiscal de mil millones de dólares, 2,5% del PIB, que no se produce por gracia de algún dios, sino porque nuestro presidente no tiene liderazgo.