La conversión del rico
Lc 19,1-10
El evangelista Lucas tiene una solicitud especial para tratar temas de dinero. En este domingo nos habla de Zaqueo, un rico cobrador de impuestos.
Este hombre era jefe de los publicanos, que recaudaban tributos para el imperio dominante. Él era coimero, injusto y estafador. Sin embargo, tuvo el feliz deseo de “querer ver a Jesús”. El Señor se conmovió con su aspiración y le dijo: “Zaqueo, hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Jesús se fue a su casa, seguramente almorzaron, conversaron bastante y al final, Zaqueo le confesó: “Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”.
Después de esta actitud, Jesús proclamó: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.
Nos quedamos preguntando qué clase de conversación se dio entre Jesús y Zaqueo. Probablemente, el Señor le hizo ver lo efímero del dinero, lo peligroso que es poseer bienes mal habidos, dañando al semejante y robando de las instituciones.
No sabemos si habrá sido la mirada de Jesús, sus palabras, o la fuerza de su personalidad, lo cierto es que el cobrador se convirtió.
Este cambio de Zaqueo es una esperanza y ejemplo para todos los ricos del mundo. Reconocemos que no todas las fortunas son amasadas con estafa y explotación, pero también es cierto que estas injusticias pasan con frecuencia.
Sea como fuera, estamos delante de un riesgoso desafío: el uso fraterno de los bienes o el uso egoísta y derrochador. Él optó por compartir y reparar sus macanas: importante esto de “reparar” las ilegalidades y robos que uno ha cometido.
Zaqueo fue determinante, devolviendo con generosidad los bienes mal habidos y no utilizó los famosos y capciosos argumentos: “Todo el mundo hace lo mismo... hay que aprovechar la ocasión...”.
Lo cierto y concreto es que cuando una persona pone la mano en el bolsillo para compartir magnánimamente sus cosas, es que la gracia de Dios le tocó en serio, y ha descubierto otros valores, como la honestidad, el bien común y el uso de las riquezas para la promoción del ser humano.
Nosotros no tendríamos que pensar que esta enseñanza evangélica es solamente “para aquellos que tienen mucha plata”, sino cada cual algo tiene de recursos, así como, probablemente, no todo fue adquirido de modo transparente.
Conclusión: tratemos de reparar nuestras estafas y tengamos el sentido de la fraternidad, para que merezcamos oír de nuestro Redentor: “Hoy la salvación ha entrado en tu casa... en tu corazón y en tu vida”.
Paz y bien. hnojoemar@gmail.com