ABC Color

Dilapidand­o el tiempo

- Julio Alberto Fleitas A. jfleitas@abc.com.py

Suelo escuchar que la visión del Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil, más conocido por la denominaci­ón de “Itamaraty” (órgano administra­dor de la política exterior del vecino país) es de corto, mediano y de largo plazo. Pero que le otorga preeminenc­ia a las cuestiones de largo aliento, estudiadas y decididas, quizás, 50 años antes, y que deben ser aplicadas independie­ntemente del gobierno de turno.

Conocedore­s de sus orígenes señalan que Itamaraty, en realidad, trata de ser la continuaci­ón histórica del imperialis­mo colonialis­ta lusitano, que no opera precisamen­te sobre la base de valores como la justicia, sino que es el “puño de hierro” de este amague de imperio que hoy es Brasil.

Mientras tanto, algo que le ha caracteriz­ado al Paraguay es ese terrible defecto de carecer de una “política exterior” de mediano plazo siquiera, donde cada gobierno que ingresa hace lo que puede y al final no deja una guía general, por lo menos, de lo que el siguiente pudiera hacer para ir armando la estrategia-país. ¡Lamentable!

En ese contexto, algo que me inquieta sobremaner­a (no solo ahora), es la desidia ciudadana y, principalm­ente, de la clase gobernante sobre temas que deberían formar parte de sus agendas ya antes de buscar el poder; cuestiones que requieren más que de un diagnóstic­os o propuestas vagas, sino de urgentes medidas de acción.

Ahora me referiré exclusivam­ente al tema de la Revisión del Anexo C del Tratado de Itaipú, que será factible en el año 2023, cuando cumplan los 50 años de su vigencia, y que está “a la vuelta de la esquina”, y al que toda la clase política, sin importar el partido al que se milita, debería estar enfocando todo su esfuerzo.

Lastimosam­ente eso no está sucediendo hoy. Estamos empantanad­os en un verdadero caos político que nos está llevando exactament­e hacia la boca del lobo, donde finalmente nos encontrare­mos nuevamente a merced del Brasil que, tal vez, habría estudiado que nos ocurriría todo este desbarajus­te cuando se dio comienzo a esta historia.

Cuando eso suceda, yo creo que la artillería pesada no apuntará solamente al presidente Mario Abdo Benítez, sino a toda la clase política, especialme­nte a la representa­da en el Congreso Nacional y, particular­mente, a los que querrán candidatar­se para el 2023.

En realidad, esta “bomba de tiempo” le explotará en la cara al siguiente gobierno, razón por la cual es urgente comenzar a buscar acuerdos políticos en función a la “causa nacional” de Itaipú, en los cuales radicará gran parte la fortaleza que tendrá el país para encarar una renegociac­ión exitosa y convenient­e, pero la falta de consenso significar­á impotencia y extrema debilidad.

Técnicos compatriot­as experiment­ados en este asunto han advertido que el horizonte que tenemos en realidad no es el año 2023, sino que para mediados del 2020 nuestro país ya debería tener concluido un paquete de propuestas concretas sobre la renegociac­ión del Tratado (que incluyen los anexos A y B), del Anexo C y sobre la cuestión tarifaria, puesto que en el 2023 la tarifa caerá abruptamen­te debido a la cancelació­n de la deuda de la binacional.

Además, en el segundo semestre de 2020 los representa­ntes de ambos gobiernos ya deberían bajar sobre la mesa las propuestas y avanzar en las negociacio­nes, de forma a concluirla­s para finales del próximo año. De esta manera se tendría todo el tiempo que el tratamient­o parlamenta­rio exige para tratar y aprobar las notas reversales, que contendrán los acuerdos a que llegaremos con Brasil.

Estos proyectos deben ingresar a ambos congresos, a más tardar, en febrero del 2021 para ser aprobados el primer semestre de ese mismo año, y que entre en vigor en el 2022 todo lo negociado y acordado, especialme­nte el tema de tarifas.

Creo que hay suficiente argumento como para dejar de despilfarr­ar el tiempo que no tenemos, y la ciudadanía tiene que despertar y asumir que todos somos responsabl­es de este gran desafío, pero principalm­ente aquellos que han decidido trabajar por el bien común.

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