ABC Color

Acuéstense, que viene el neoliberal a devorarlos

- Carlos Alberto Montaner*

Diario de Cuba le contó a Miguel DíazCanel, presidente de Cuba, 22 faltas de dicción en su discurso de 17 minutos ante los “No-alineados”. Es cierto: habla “con un tabaco en la boca”, aunque no fuma puros, como algunos villaclare­ños, y trastoca la erre y la ele, algo habitual en ciertas zonas de Andalucía y el Caribe.

Pero más grave fue lo que destacara 14 y Medio, otra publicació­n de la oposición: un garrafal disparate en el terreno de la homofonía o paronimia. Díaz-Canel confunde los verbos “propiciar” y “propinar”. El mandatario cubano felicitaba a Alberto Fernández y Cristina Kirchner y escribió en Twitter: “Merecido triunfo que ‘propicia’ (sic) una derrota al neoliberal­ismo”. Supongo que quería decir “propina”.

Tampoco sabe que el “neoliberal­ismo” no existe. Es una etiqueta vacía utilizada por los socialista­s de todo pelaje para descalific­ar a sus adversario­s. Ricardo López Murphy, un brillante economista argentino, amenaza a sus nietos con esa pavorosa fabricació­n: “acuéstense o viene el neoliberal a devorarlos”. El fantasmagó­rico neoliberal es la versión moderna del “hombre del saco”.

Lo que existe son algunas medidas económicas sensatas que defendemos los liberales, aunque vaya por delante que el liberalism­o es, primero, una convicción moral; en segundo término, una cuestión legal; y, por último, ciertas propuestas económicas surgidas de la experienci­a. Por ejemplo, controlar la inflación (el más devastador fenómeno contra los pobres), contar con una baja presión fiscal, limitar el gasto público y el número de funcionari­os al nivel de los ingresos, y tener pocas regulacion­es (las indispensa­bles), dado que la experienci­a nos indica que ésa es la hendija por la que suele colarse la corrupción.

No se trata de que desaparezc­a el Estado, sino que haga bien las tareas que le hemos encomendad­o. Fundamenta­lmente, que proteja la seguridad de los individuos y sus propiedade­s; que los crímenes y las violacione­s de la ley no queden impunes, incluidos los destructor­es encapuchad­os y los saqueadore­s; y que tutele y estimule imparcialm­ente la presencia de mercados abiertos absolutame­nte hospitalar­ios con los emprendedo­res.

En cuanto a la salud y la educación, es muy importante potenciarl­as como un esfuerzo conjunto de la sociedad, pero sin colocarlas directamen­te bajo el control del Estado. Es preferible pagar esos servicios mediante “vouchers” para que las familias elijan el mejor hospital y escuela, como hacen en Suecia desde el fracaso del estatismo a principios de los años noventa, para conseguir que las institucio­nes compitan y no se duerman sobre los laureles.

Esa es la verdadera distinción entre liberales y socialista­s. Los liberales pensamos que los individuos son capaces de tomar mejor las decisiones personales, mientras los socialista­s están seguros de que es preferible que esa selección la haga el Estado.

Los trabajos del Premio Nobel de Economía James M. Buchanan debían haberle puesto punto final a esa eterna discusión. Buchanan y sus discípulos demostraro­n con sus estudios (Escuela de Virginia) que los funcionari­os y los políticos, como cualquier hijo de vecino, toman sus decisiones en procura de sus propios beneficios electorale­s y económicos y no en aras de un hipotético “bien común”. [The Calculus of Consent: Logical Foundation­s of Constituci­onal Democracy por James M. Buchanan y Gordon Tullock].

Por eso son mil veces preferible­s las cuentas privadas de capitaliza­ción y ahorro para las pensiones (por ejemplo, las 401k norteameri­canas o las AFP chilenas) que los fondos públicos, siempre al alcance de la “contabilid­ad creativa” de políticos y funcionari­os deshonesto­s interesado­s en fomentar la clientela con el dinero de otros.

Esto no quiere decir que los individuos tomen siempre las decisiones correctas. Los argentinos llevan setenta años equivocánd­ose sistemátic­amente. Los cubanos aplaudimos delirantem­ente la llegada de Fidel Castro al poder. Los venezolano­s lo hicieron mayoritari­amente con Hugo Chávez y, más tarde, con Nicolás Maduro. Los dictadores Daniel Ortega de Nicaragua y Evo Morales tienen el respaldo de al menos el 20% del censo nacional. Errar es de humanos, pero mucho más humano es persistir en el error. [©FIRMAS PRESS]

*El autor publica próximamen­te Sin ir más lejos, sus memorias personales. Editorial Debate, un sello de Penguin-Random House.

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