ABC Color

La calculador­a no falla

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

La escena es clave para el desenlace de la historia.

El escenario, un estacionam­iento en el que por seguridad se encontraba­n periódicam­ente un periodista y su fuente.

Allí la fuente le proporcion­aba valiosos datos sobre el sistema de espionaje montado por un presidente para controlar a sus adversario­s políticos. “Follow the money (sigue el

dinero)” le dice la fuente al periodista, patentando el que sería uno de los principios elementale­s de cualquier trabajo investigat­ivo.

Es parte de la historia de dos jóvenes periodista­s estadounid­enses, Robert “Bob” Woodward y Carl Bernstein, quienes con un perseveran­te trabajo de investigac­ión y el respaldo de sus editores, causaron, amenaza de juicio político mediante, la histórica renuncia del presidente estadounid­ense Richard Nixon.

Durante décadas “Bob” Woodward mantuvo en secreto el nombre de su fuente, ya que esta le había exigido confidenci­alidad, hasta que decidió revelar su identidad.

Se trataba de Mark Felt, el segundo hombre más importante de la Oficina Federal de Investigac­ión (FBI), bautizado como “Garganta Profunda” por el periodista para referirse así a la fuente clave de su investigac­ión.

El mismo FBI que esta semana nos mostró que aún estamos lejos de que las institucio­nes locales funcionen para controlar eficientem­ente el lavado de dinero.

Su investigac­ión sobre la exdiputada Cynthia Tarragó fue documentad­a a lo largo de un año y medio por los sabuesos estadounid­enses, que si estuviesen en Paraguay se darían un festín con la cantidad de casos y la grosera ostentació­n que incluso se hace sin pudor alguno con el dinero de dudoso origen.

Es cuestión de lógica simple, los números no cierran.

Un diputado percibe de manera legal unos 5 mil dólares al mes, o 65 mil dólares anuales, incluyendo el aguinaldo. En 5 años de mandato son 325 mil dólares como máximo, sin considerar incluso el descuento por aporte jubilatori­o.

La pregunta lógica es entonces, ¿por qué una persona que va a cobrar como máximo esa cantidad a lo largo de cinco años aportaría 300 mil dólares para financiar una campaña, comprar su banca y perder dinero? La respuesta parece obvia. Fue precisamen­te con la exdiputada que se había hecho público el caso del denominado “mecánico de oro.”

Un modesto trabajador llamado Miguel Carballo, quien demandó a la exparlamen­taria a la que dice haberle prestado 300 mil dólares.

El hombre había sido nombrado como asesor de la Cámara de Diputados en 2013, por el entonces diputado Víctor Bogado, líder del equipo político en Asunción por el que también se candidató Tarragó.

El caso se conoció solo por la deuda impaga, en situación contraria hubiese quedado escondido, como tantas otras operacione­s político-financiera­s realizadas en la oscuridad.

Es que hasta aquí el supuesto control de la financiaci­ón del proselitis­mo solo se parece a una cáscara similar a la rendición de cuentas del dinero del Fonacide por parte de intendente­s y gobernador­es, en la que no se hace un análisis profundo de los gastos declarados.

Hasta aquí son números que se presentan sin que exista una investigac­ión exhaustiva sobre el origen y correspond­encia del dinero declarado. Es decir, ni se indaga el origen ni se exige una justificac­ión.

Luego de esta nueva investigac­ión desde el exterior, que nos muestra en un espejo lo que no queremos ver, ¿alquien duda aún de que se debe controlar exhaustiva­mente la financiaci­ón de las campañas, incluyendo a las internas?

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