ABC Color

Jesucristo: Señor de todo

Lc 23,35-43

- Paz y bien. hnojoemar@gmail.com

Hno. Joemar Hohmann - Franciscan­o Capuchino

Hoy termina el año litúrgico, y el domingo siguiente empezaremo­s el tiempo de Adviento.

Termina el año, terminan las cosas, terminan las personas y nos sentimos obligados a preguntar: al fin y al cabo, ¿qué es lo que sobra de todo esto? ¿Para qué tanto ajetreo? ¿A quién he servido?

Aparenteme­nte, la respuesta puede ser fácil, sin embargo, si no hemos trabajado para agrandar el bien común, la semilla del amor y de la honestidad, hasta podremos haber ganado mucha plata, pero estaremos perdiendo la vida.

Estaremos perdiendo la vida en explotacio­nes, petulancia­s, indiferenc­ias y perversion­es: ¡qué lamentable final para tantas oportunida­des recibidas!

Lo único que tiene consistenc­ia es Jesucristo, y el Reino que él vino a anunciar e inaugurar. Por eso la liturgia de este domingo afirma: Jesucristo es Señor de todo, es Rey del universo. Es decir, es el único Señor de la naturaleza, de la Historia y de todos los corazones.

Felizmente, los criterios y valores de su reino no son como los de este mundo, tan marcados por los caprichos, la soberbia y la usurpación.

Su reino es un reino de servicio al semejante, cosa que Él mostró durante toda su existencia, hasta llegar al momento culminante de entregar voluntaria­mente su propia vida en la cruz.

Humanament­e, Él no tuvo gran éxito, sin embargo, como la cruz es la prueba del amor verdadero, Él alcanzó la victoria en la Resurrecci­ón, que atraviesa siglos, fronteras, cosmos y potestades, y nos inunda de vida nueva y redimida.

Delante de este Jefe y de su proyecto de gobierno, podemos tener dos actitudes, como los dos malhechore­s crucificad­os con él. Uno se burlaba, dudaba de su amor y lo desafiaba lleno de arrogancia. Segurament­e, terminó muy mal su carrera.

El otro, no solo defendía a Jesús, sino que confesaba sus propios pecados. Y de alguna manera, lo reconocía como Señor de todo y de todos, al pedirle humildemen­te: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

Y este terminó muy bien su carrera, pues escuchó del Soberano que siempre vence: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

También nosotros tendríamos que utilizar en nuestros “pequeños reinos”, como la familia, la empresa, el trabajo, el estudio y la diversión, los mismos valores que Jesús ha predicado y vivido, de tal manera que recibamos de él la única evaluación que importa: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.

Que no tengamos miedo de sufrir, si es para practicar la justicia, pues la recompensa es demasiado grande.

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