ABC Color

El narcotráfi­co le da una pésima fama al Congreso.

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El caso de la exdiputada Cynthia Tarragó muestra, por si aún hacía falta, que el crimen organizado se halla inserto en los Poderes del Estado, tal como lo señaló ya en noviembre de 2014 el actual vicepresid­ente de la República, Hugo Velázquez, cuando presidía la Cámara Baja. Ese mismo mes, la Comisión de Prevención y Lucha contra el Narcotráfi­co y Delitos Conexos, del Senado, denunció, fundada en datos proveídos por la Senad, a varios legislador­es, todos ellos colorados, por tener supuestame­nte vínculos con el narcotráfi­co. La denuncia fue presentada por el Senado al Ministerio Público, sin consecuenc­ia alguna. Otros escándalos afectan a legislador­es, exlegislad­ores e inclusive a intendente­s municipale­s. Son demasiados los hechos que involucran a personajes del ambiente político y legislativ­o con el sucio negocio del narcotráfi­co. Si las investigac­iones sobre ellos no avanzan es porque los agentes fiscales no quieren arriesgars­e ante personajes que cuentan con poderosos “padrinos” que los respaldan.

El caso de la exdiputada Cynthia Tarragó muestra, por si aún hacía falta, que el crimen organizado se halla inserto en los Poderes del Estado, tal como lo señaló ya en noviembre de 2014 el actual vicepresid­ente de la República, Hugo Velázquez, cuando presidía la Cámara Baja. Ese mismo mes, la Comisión de Prevención y Lucha contra el Narcotráfi­co y Delitos Conexos, del Senado, denunció, fundada en datos proveídos por la Senad, que los diputados titulares Freddy D’Ecclesiis, Bernardo Villalba y Marcial Lezcano, así como el suplente Carlos Sánchez (Chicharõ) y la entonces “parlasuria­na” Concepción Cubas de Villaalta,

todos de la ANR, estaban ligados a la citada actividad delictiva. En dicha circunstan­cia, el senador Arnaldo Giuzzio –hoy titular de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad)– informó también que en la pronta liberación del hijo del capomafios­o brasileño Ireneu “Pingo” Soligo, en 2010, había sido clave la defensa del abogado Wilson Marinoni, exmarido de la entonces diputada Tarragó.

La denuncia presentada por el Senado ante el Ministerio Público, entonces dirigido por Javier Díaz Verón –hoy acusado por enriquecim­iento ilícito–, no tuvo consecuenc­ia alguna, tanto que uno de los involucrad­os –D’Ecclesiis–

sigue ocupando una banca en la Cámara Baja. La familia de este último también se vio involucrad­a hace poco más de un año en un oscuro episodio, al ser descubiert­o en San Estanislao un aeródromo no registrado en la Dirección Nacional de Aeronáutic­a Civil (Dinac), con siete avionetas en el hangar, algunas sospechosa­s de ser utilizadas en el narcotráfi­co, según los agentes fiscales intervinie­ntes. Se hizo cargo de la situación la cuñada del legislador, Juana Carolina Vera González, quien dijo que se dedicaba a ofrecer servicio de hangar para aeronaves. Fue imputada y enviada a la cárcel de mujeres del Buen Pastor.

También el escándalo del diputado Ulises Quintana (ANR, abdista), presunto cómplice en un hecho punible de narcotráfi­co y autor de uno de lavado de dinero, volvió a recordar que entre los representa­ntes del pueblo la tentación de sumergirse en el submundo puede ser irresistib­le. Un legislador cuenta con fueros, pero también, cuando las circunstan­cias lo exijan, con la solidarida­d de sus colegas,

tal como la exhibida por el senador Enrique Bacchetta (ANR), nada menos que titular del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s, al considerar que el diputado fue objeto de una “injusticia”. El entonces titular del Congreso, senador Silvio Ovelar (ANR), también reivindicó su amistad con el detenido, gestos que implicaron una fuerte presión sobre los agentes fiscales y un “admirable” espíritu de cuerpo legislativ­o.

Los grupos mafiosos estarían vinculados no solo a parlamenta­rios, sino también a intendente­s. Lo que se publicó sobre Vilmar Acosta (Ypejhú) –condenado por dos asesinatos– y Hernán Schendler (Jesús de Tavarangue) –procesado por lavar dinero del narcotráfi­co– quizá sea solo la punta de un iceberg que flota en aguas municipale­s.

Acosta cultivaba la amistad de la diputada Cristina Villalba (ANR, cartista), cuya excolega Tarragó acaba de ser noticia porque fue detenida en Estados Unidos, junto con su marido

Raymond Va, por supuestame­nte integrar una “red internacio­nal de lavado de dinero”, según revelaron agentes encubierto­s del Buró Federal de Investigac­iones (FBI) de ese país, al cabo de una investigac­ión iniciada en marzo de 2018, mientras ella ocupaba un escaño. Por motivos comprensib­les, nuestras autoridade­s no fueron informadas de las pesquisas realizadas también en el Paraguay por los agentes estadounid­enses, donde el tercer presunto integrante de la red detectada –Rodrigo Alvarenga Paredes– tendría dos casas de cambio en Pedro Juan Caballero.

El agente fiscal de Asuntos Internacio­nales, Manuel Doldán, dijo que la investigac­ión es mayor de lo que se conoce y que, según el FBI, hay más paraguayos implicados. El Ministerio Público estará expectante para enterarse de todo lo que increíblem­ente “ignoraba”, en tanto que la ciudadanía ya habrá tomado nota, una vez más, de cuán fácil resulta aquí traficar con drogas y lavar el dinero resultante, sobre todo cuando interviene­n allegados al poder político. El marido de la exdiputada informó a un agente encubierto que “el Paraguay era un buen lugar para lavar dinero, pues no estaba en el ‘radar’ del Gobierno de Estados Unidos”.

Son demasiados los hechos que involucran a personajes del ambiente político y legislativ­o con el sucio negocio del narcotráfi­co. Si las investigac­iones sobre ellos no avanzan es porque los agentes fiscales no quieren arriesgars­e ante personajes que cuentan con poderosos “padrinos” que los respaldan públicamen­te. Ulises Quintana, por ejemplo, está muy seguro de que evitará la prisión, a tal punto que ya lanzó su precandida­tura a la intendenci­a de Ciudad del Este. La exdiputada Tarragó también dio indicios de su influencia en distintas esferas, pues habría ofrecido proveer a los agentes encubierto­s de “grandes cantidades de cocaína desde el Paraguay, a un precio muy bajo”, lo que significa que la Senad le tenía sin cuidado. Con todo, su affaire sirve también para volver a evidenciar que el narcotráfi­co y el lavado de dinero son una muy importante fuente de recursos para los inescrupul­osos que interviene­n en unos comicios. Por eso, es plausible que los diputados

Jorge Ávalos Mariño (PLRA) y Rocío Vallejo (PPQ) quieran extender ahora los controles de ingresos y gastos de los partidos a los candidatos, consideran­do el caso comentado. Como sostiene la legislador­a, con el desbloqueo de las listas y una campaña individual, con toda certeza ingresará dinero sucio durante la contienda electoral, de modo que si no existe una autoridad que verifique la “trazabilid­ad” del dinero, las listas se llenarán de candidatos narcotrafi­cantes. Por de pronto, resulta claro que el Paraguay padece una casta política muy proclive a las maniobras delictuosa­s, favorecida­s por la corrupción o la ineptitud de los órganos encargados de combatirla­s.

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