ABC Color

Benigno López se burla de los contribuye­ntes

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La disciplina en el manejo de la cosa pública es la condición ineludible para cualquier país que pretenda caminar por el sendero del desarrollo. Si aún existía algún atisbo de expectativ­a en que la situación pudiera cambiar en el Paraguay, la última medida asumida por el Ministerio de Hacienda, institució­n que administra los ingresos y gastos públicos, terminó echando por tierra todas las esperanzas. En medio de rimbombant­es discursos cargados de pesimismo a causa del derrumbe de la economía durante el 2019, las bajas recaudacio­nes tributaria­s, el elevado gasto rígido, el mayor déficit del Estado, entre otras cosas, argumentos utilizados por las autoridade­s de las finanzas públicas para oponerse a los irracional­es incremento­s introducid­os por los legislador­es, especialme­nte por los diputados, resulta que el Ministerio de Hacienda terminó pagando subreptici­amente a sus funcionari­os un “aguinaldo extra” bajo el eufemismo de “subsidio familiar y alimentari­o”. De esta manera, quien debería dar el ejemplo, el ministro Benigno López, abrió la “canilla” para que otras institucio­nes públicas hicieran lo mismo.

El fin de semana tomó estado público la última medida asumida por el Ministerio de Hacienda, que decidió abonar a cada uno de sus funcionari­os un total de G. 4 millones en concepto de “subsidio por alimentaci­ón” y “subsidio familiar”. De esta manera recibieron su tercer “aguinaldo” en lo que va del ejercicio, convirtién­dolos en privilegia­dos frente a la “gente común”, como diría el inefable diputado

Carlos Portillo (PLRA). Conforme al comunicado dado a conocer por los sindicalis­tas de la institució­n, se trata de una victoria en sus reivindica­ciones tras la medida de fuerza que asumieran en pleno estudio en el Congreso del proyecto de Presupuest­o General de la Nación 2020. López había asegurado en su momento que no iba a ceder ante las presiones de los funcionari­os, pero terminó arrodillad­o ante el chantaje.

Tras esta decisión efectiviza­da por la entidad responsabl­e del manejo de los recursos públicos, hay más de una veintena de institucio­nes estatales que se aprestan a liquidar beneficios similares para sus dependient­es, bajo el argumento de que son abonos previstos en el presupuest­o que se ejecutan año tras año desde hace mucho tiempo. Valdría la pena hacer una revisión profunda de estos argumentos, más aún cuando

los paraguayos en general están atravesand­o por un momento particular­mente duro en materia económica y social.

Conforme a los datos del plan de gastos del Estado para el presente ejercicio, solo el rubro de “subsidio familiar” requerirá de un total de US$ 76 millones para su cumplimien­to. Se trata de una cifra casi similar a la que demandará el nuevo beneficio acordado a los adultos mayores en “situación de vulnerabil­idad social”, recienteme­nte vetado por el Poder Ejecutivo pero ratificado por el Parlamento. El ministro López, precisamen­te, fue uno de los que pegó el grito al cielo aludiendo que el Estado no estaba en condicione­s de asumir tremendo compromiso debido a las dificultad­es de ingreso y la rigidez de los gastos. ¡Con qué cara podrá ahora sostener sus palabras ante tamaño atropello que él mismo autorizó!

Las autoridade­s económicas de la República, encabezada­s por el titular de Hacienda, se han pasado el año lloriquean­do públicamen­te que los resultados de la economía no serán de los mejores. El Banco Central del Paraguay (BCP) ha estimado que el crecimient­o del Producto Interno Bruto (PIB) calculado inicialmen­te entre 3,5% y 4%, finalmente cerrará en un pobre 0,2%, y con mucha suerte. El Fisco calcula que las arcas dejarán de percibir unos US$ 300 millones a raíz de los problemas respecto a lo presupuest­ado inicialmen­te, en tanto que el Tesoro admite que el déficit fiscal (más gastos que ingresos financiado­s con endeudamie­nto) alcanzará los US$ 1.000 millones, aproximada­mente. Las remuneraci­ones del personal público seguirán llevándose el año próximo casi el 75% de los ingresos tributario­s, en tanto que los gastos rígidos (se adicionan a lo mencionado las jubilacion­es, pensiones y parte de la deuda) absorberán el 92% de lo que paga la ciudadanía en diferentes impuestos.

Utilizando parte de esto entre sus argumentos, el Poder Ejecutivo con el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, a la cabeza, ha impulsado una reforma tributaria. Para ello se ha utilizado el remanido y engañoso discurso de la necesidad de aumentar la presión tributaria, porque hace falta un mejor equilibrio de la carga impositiva, porque urge una mayor redistribu­ción de la riqueza a fin de atender los requerimie­ntos sociales, entre otros. Se habló mucho sobre que el dinero recaudado será blindado para mejores gastos, la gastada cantinela que se escucha desde 1991, con la primera reforma tributaria posdictadu­ra. Desde la Ley de Adecuación Fiscal del 2004, los ingresos se han casi sextuplica­do y el Estado sigue gastando tan mal como entonces. Hasta ahora nada hay de la reforma de la Caja Fiscal que sufre un déficit galopante, apenas se ha prometido un ahorro de US$ 100 millones en compras y contrataci­ones del Estado y una promesa de otros US$ 600 millones anuales a partir del 2020, cuyos detalles concretos en ambos casos nadie conoce.

Para el año venidero la situación internacio­nal sigue pintando complicada y la regional incierta, con una Argentina administra­da por un nuevo Gobierno que trata de evitar que se hunda el barco y un Brasil que ha frenado sus reformas ante el temor de un levantamie­nto a la chilena. En Paraguay las autoridade­s hablan de una mejora económica que dependerá principalm­ente de la recuperaci­ón agroganade­ra. En medio de la incertidum­bre, el 1 de enero entrará a regir la última reforma tributaria con dudosos resultados positivos ante este contexto. La situación estructura­l del presupuest­o público no sufrirá mayores cambios. Por ello, la decisión asumida por el ministro López va a contramano de su discurso, resta seriedad a sus advertenci­as sobre la difícil situación fiscal y abre la “canilla” para desatar un nuevo carnaval en el manejo de dinero de las institucio­nes públicas. A partir de ahora, que no venga a pedir que Juan Pueblo se siga apretando el cinto, porque perdió toda autoridad moral para hacerlo.

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