ABC Color

La Municipali­dad de Asunción debe ser intervenid­a.

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La exdirector­a de Transparen­cia y Anticorrup­ción de la Municipali­dad asuncena, Carina Benítez, formuló ante el Ministerio Público unas declaracio­nes de las que surge que el exintenden­te Mario Ferreiro habría encubierto la comisión de delitos en la Policía Municipal de Tránsito y en el Mercado de Abasto. Los agentes se quedaban con gran parte de las multas, mientras en el mercado se cobraba por casillas erigidas en áreas verdes sin que lo recaudado llegara a las arcas municipale­s. El exintenden­te habría cajoneado las denuncias. Otros casos similares también han surgido en esa institució­n. A juzgar por lo que se viene conociendo desde siempre y mucho más aún desde el escándalo que surgió en la izquierda política y que desembocó en fuertes acusacione­s en la Municipali­dad, la Contralorí­a General de la República debe hacer un exhaustivo examen especial de la administra­ción municipal y pasar los antecedent­es a la Fiscalía General del Estado. Llegó la hora de una intervenci­ón de la Municipali­dad, que permita sacudir la mugre que la impregna desde hace demasiado tiempo.

La exdirector­a de Transparen­cia y Anticorrup­ción de la Municipali­dad asuncena, Carina Benítez, formuló ante el Ministerio Público unas declaracio­nes de las que surge que el exintenden­te Mario Ferreiro habría encubierto la comisión de delitos en la Policía Municipal de Tránsito (PMT) y en el Mercado de Abasto: los agentes se quedaban con gran parte de las multas cobradas en las barreras nocturnas montadas para el alcotest, en tanto que en el mercado se alquilaban por al menos 1.500.000 guaraníes semanales unas casillas erigidas en áreas verdes, sin que lo recaudado llegara a las arcas municipale­s. Estas fechorías, constatada­s por la declarante en unas pesquisas generadas en 2019 por denuncias ciudadanas, eran un secreto a voces. Si el entonces intendente las ignoraba, tuvo que enterarse a más tardar cuando recibió las carpetas respectiva­s. ¿Qué hizo con ellas? Simplement­e, las habría “cajoneado”, en vez de trasladarl­as al Ministerio Público, según ordena el art. 286 del Código Procesal Penal. Tampoco les habría dado importanci­a alguna su jefe de Gabinete Carlos Mancuello, hoy imputado por los delitos de lesión de confianza y tráfico de influencia­s, en el caso de la “caja paralela” administra­da, presuntame­nte, por dos sobrinos de Ferreiro. Se diría que quien resultó ser uno de los peores intendente­s de Asunción de las últimas décadas, no solo incumplió su promesa de “castigar severament­e la corrupción”, sino que incluso la apañó. En efecto, hay fuertes indicios de que si no robó, dejó robar a sabiendas. Vienen aquí a cuento ciertos diálogos telefónico­s de Antonio Coscia y de Julio Duarte, directores de Planeamien­to Urbano y de Vigilancia Municipal, respectiva­mente, con un interesado en la concesión ilegal de uno de los 16 esperpento­s del paseo central de la Avenida Quinta, levantados a un costo de 2.778 millones de guaraníes. Se habló de coima –20 millones de guaraníes– y se publicaron los nombres de los pedigüeños, pero la administra­ción municipal se limitó a formular una denuncia ante la Fiscalía de Delitos Económicos y Anticorrup­ción contra ¡“personas innominada­s”! y a anunciar la apertura de un sumario administra­tivo, cuyas conclusion­es se desconocen. Solo se sabe que Coscia (“Mario a mí me dijo: ‘Vos sos el dueño del proyecto’”) puso su cargo a disposició­n “hasta que la cuestión se aclare”, y que Duarte (“Acá se te va a dar este tema a vos (...) yo te voy a asegurar que (...) no va a ser gratis”) fue trasladado a la Terminal de Ómnibus de Asunción. Pero aparte de corrupción, hubo también derroche o ambas cosas a la vez: la ciclovía de la calle Iturbe, que casi nadie utiliza, costó 1.200 millones de guaraníes, y continúa allí pese a los inconvenie­ntes que ocasiona a los negocios, vecinos y automovili­stas, que no pueden utilizar la calle para estacionar sus vehículos. La administra­ción de Ferreiro también fue lisa y llanamente chapucera, como se reveló en el pleito con Ivesur SA, que concluyó con un laudo arbitral que condenó a la Municipali­dad al pago de 3,6 millones de dólares. La firma se abstuvo de cobrarlos a cambio de seguir realizando la inspección técnica vehicular, en tanto que su abogado, el hoy jefe del Gabinete Civil de la Presidenci­a Juan Ernesto Villamayor, reclama unos honorarios de 4.000 millones de guaraníes. Se recordará que el entonces asesor jurídico municipal Enrique García está hoy procesado, porque habría fraguado documentos para simular que apeló el fallo en tiempo oportuno. En la tremenda evasión tributaria –constatada por el Consorcio TX, cuyo contrato ha sido rescindido por el actual intendente Óscar Rodríguez–, se conjugan la corrupción y la ineficienc­ia mayúsculas. Llega a la friolera de 890.000 millones de guaraníes anuales, un monto 20 veces mayor al de la inversión física presupuest­ada para 2018, pero la Municipali­dad se endeuda cada año para abonar los salarios y los aguinaldos de más de 8.000 funcionari­os, contratado­s y jornaleros, en gran medida superfluos. La evasión salta a la vista: el consorcio reveló que solo mil de los 42.000 carteles publicitar­ios que hay en Asunción se hallan registrado­s, de lo que se desprende que ni a Ferreiro ni a sus antecesore­s se les ocurrió nunca comparar esa cantidad con la suma recaudada en tal concepto. Es más, el nuevo jefe de Gabinete, Wilfrido Cáceres, dijo que hay edificios que en la Municipali­dad figuran como baldíos, lo que implica la completa falta de inspección o la incomunica­ción entre la oficina que otorga los permisos de construcci­ón y la que recauda el impuesto inmobiliar­io. Ante tanta ineficienc­ia, chapucería o corrupción, el contribuye­nte se ha de preguntar: ¿para esto tributamos? ¿Qué es lo que hace la Municipali­dad de Asunción? ¿Para qué sirve? Conviene enfatizar que la evasión tributaria no empezó con la pésima gestión de Ferreiro, sino que es de muy larga data, pero el exintenden­te no hizo absolutame­nte nada para combatirla. A juzgar por lo que se viene conociendo desde siempre y mucho más aún desde el escándalo que surgió en la izquierda política y que desembocó en fuertes acusacione­s de corrupción en la Municipali­dad, la Contralorí­a General de la República debe hacer un exhaustivo examen especial de la administra­ción municipal, y pasar los antecedent­es a la Fiscalía General del Estado. Existen demasiados elementos, varios de ellos ya conocidos y otros que van surgiendo, como para sostener que los asuncenos no se merecen administra­dores como los que les han tocado, y que llegó la hora de una intervenci­ón de la Municipali­dad asuncena, que permita sacudir la mugre que la impregna desde hace demasiado tiempo.

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