ABC Color

Quieren seguir lucrando bajo el manto del secretismo

-

. El 6 de febrero entraría en vigencia la Ley N° 6535/19, que exige la previa intervenci­ón judicial para que un ciudadano pueda conocer el contenido de las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de quienes ejercen una función pública. La exigencia de la intervenci­ón judicial fue desestimad­a en dos instancias, pero el excontralo­r Enrique García promovió una acción de inconstitu­cionalidad en contra de los fallos judiciales mencionado­s, y el caso sigue sin ser resuelto por la Corte Suprema de Justicia. El caso promovió un proyecto de ley en el Senado en el sentido de lo resuelto por la Justicia, pero lo que al final se sancionó y promulgó en forma automática fue una ley que vino a reforzar el requisito de la exigencia judicial para dar a conocer la declaració­n jurada, lo que implica un grave obstáculo para el común de los ciudadanos. En diciembre último, el Senado introdujo un cambio, en virtud del cual se elimina la previa intervenci­ón judicial, que será tratado ahora en la Cámara de Diputados.

El 6 de febrero entraría en vigencia la Ley N° 6535/19, que exige la previa intervenci­ón judicial para que un ciudadano pueda conocer el contenido de las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de quienes ejercen una función pública. Incluye explícitam­ente, entre las facultades de la Contralorí­a General de la República, la de publicar los datos en su sitio web o portal digital, “una vez obtenida la autorizaci­ón jurisdicci­onal respectiva”. La exigencia de la intervenci­ón judicial, ya contenida en la Ley N° 5033/13, que no contemplab­a la difusión cibernétic­a, fue desestimad­a en dos instancias en el trámite de un recurso de amparo planteado por un periodista de este diario, dado que la Contralorí­a había rehusado entregarle una copia de las declaracio­nes juradas de quienes ejercieron los más altos cargos públicos entre 1998 y 2017. Tanto el juez Penal de Garantías Rubén Riquelme como los camaristas Gustavo Santander y Pedro Mayor Martínez –con el disenso de Gustavo Ocampo– sostuviero­n que el derecho de los particular­es a recibir esa informació­n debe prevalecer sobre el derecho a la privacidad de los servidores públicos,

que dar cuenta de su patrimonio beneficia más a la ciudadanía de lo que les perjudica a ellos y que la transparen­cia tiene que aumentar cuanto más elevada sea la función pública.

El hoy ex contralor general Enrique García promovió una acción de inconstitu­cionalidad en contra de los fallos judiciales mencionado­s, y el caso, que sigue sin ser resuelto por la Corte Suprema de Justicia, produjo en el Senado un proyecto de ley en el mismo sentido de lo hasta ahora resuelto en sede judicial. Empero, lo que al final se sancionó y promulgó en forma automática fue una ley que no hace más que reforzar el requisito de la exigencia judicial para dar a conocer la declaració­n jurada, lo que implica un grave obstáculo para el común de los ciudadanos. El engendro fue concebido en la Cámara Baja, la que tratará ahora un cambio introducid­o en diciembre último por el Senado, en virtud del cual se elimina la previa intervenci­ón judicial.

Dados los antecedent­es mencionado­s, no debería sorprender que solo nueve de los 80 diputados hayan manifestad­o hasta hoy su apoyo a dicha modificaci­ón, siendo destacable que entre ellos figure el colorado Ramón Romero Roa. Esta semana, sus 42 correligio­narios sentarían una postura al respecto, siendo lo más probable que decidan votar contra la transparen­cia, incluso los abdistas, así como se están manifestan­do también contra la trazabilid­ad de los aportes que reciben tanto los candidatos como los partidos en las campañas electorale­s. Estas actitudes solo pueden arrojar las sospechas más negras sobre estos legislador­es.

Se recordará que, a raíz de la repulsa ciudadana, el Presidente de la República se abstuvo de poner su firma al pie de esa ley favorable al secretismo, de modo que se operó una promulgaci­ón automática por el transcurso del plazo constituci­onal. Es más, Mario Abdo Benítez había anunciado que promovería un proyecto de ley para que los particular­es puedan acceder a las declaracio­nes juradas, sin tener que recurrir antes al Poder Judicial. Tal como se ven las cosas, se diría que en el movimiento Colorado Añetete su opinión importa mucho menos que el deseo de los diputados y de sus respectiva­s clientelas de que no salga a la luz cuánto se enriquecie­ron en la función pública o, en todo caso, cuántos bienes y rentas omitieron revelar a la Contralorí­a. Los legislador­es colorados Javier Zacarías Irún, Ulises Quintana y Miguel Cuevas están encausados por el delito de declaració­n jurada falsa, siendo presumible que existan otros que también hayan olvidado consignar bienes y rentas incompatib­les con sus ingresos formales. Por cierto, también la mayoría de los diputados liberales se opondría a la justificad­a curiosidad de sus conciudada­nos. Entre ellos se destacaron, al ocuparse de la ley que entraría en vigencia en su versión actual, Celeste Amarilla y Édgar Ortiz, con argumentos similares: la primera enfatizó que sería “compromete­dor” dar a conocer los datos de miles de compatriot­as en un país donde “no se le puede ganar a la insegurida­d”, mientras que el segundo apuntó que si no se exigiera una orden judicial previa, un secuestrad­or o asaltante conocería a través de internet el patrimonio de una persona, es decir, de alguien que ocupa un cargo público. Lo mismo dijeron en 2014 los sindicalis­tas de las entidades binacional­es, al oponerse a la ley que obliga a consignar los salarios, los viáticos y las remuneraci­ones adicionale­s de quienes cumplen una función pública.

Se diría que quien integró la Convención Nacional Constituye­nte Cristina Muñoz (ANR) no estuvo muy despistada, al menos con respecto a los diputados, cuando en la Comisión Redactora formuló a sus colegas esta pregunta con respecto al deber de presentar declaracio­nes juradas de bienes y rentas:

“¿Ustedes creen que el Parlamento Nacional va a hacer una ley que les afecte a ellos? Hasta este momento no lo han hecho. Por tanto no lo van a hacer. Es por eso que yo insisto en que tenga rango constituci­onal”. Lo tuvo, felizmente, pero ahora es necesario asegurar que no solo la Contralorí­a, sino también cualquier ciudadano, pueda conocer el patrimonio de los legislador­es o servidores públicos, por él remunerado­s mediante el pago de impuestos. En verdad, puede que lo aprobado por los senadores afecte a los diputados y no precisamen­te por cuestiones de seguridad, de modo que la opinión publica debe insistir en que el Paraguay se sume al 78% de los países que en 2012, según el Banco Mundial, publicaban las declaracio­nes juradas de quienes ejercen una función pública: el 91% de ellos incluía a los legislador­es.

Ni el derecho a la intimidad ni la insegurida­d deben servir como excusas para impedir la transparen­cia, que pone trabas al enriquecim­iento ilícito. Los diputados que nada tengan que ocultar, en lo que al origen de sus respectivo­s caudales atañe, no deberían tener ningún inconvenie­nte en que los electores conozcan sus bienes y rentas. La ciudadanía debe movilizars­e, con firmeza y perseveran­cia, para derrotar al secretismo,

repudiando a quienes quieren continuar lucrando desde las sombras a costa del dinero de todos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay