López deja Cerro León y va al nuevo campamento de Azcurra
En las primeras horas de la tarde del 1º de enero de 1869, Francisco Solano López abandonaba Cerro León para dirigirse a Azcurra, el nuevo campamento ubicado en la base del cerro Ka’akupe. El 27 de mayo siguiente, trasladaría esta sede hasta la cumbre, a un lado del camino hacia dicho pueblo.
Sacando provecho de la inesperada tregua que le habían concedido los aliados confortablemente instalados –de momento– en la capital de la República, el Mariscal López tuvo tiempo para reunir un nuevo contingente de 13.000 hombres. Efectivos que demandaban armas con las que ya no se contaban, aún cuando parte del arsenal de Asunción se había trasladado a Ka’akupe y el armero norteamericano Henry Thompson trabajaba febrilmente en la fabricación y reparación del armamento disponible. Con la fuerza reunida, se cubrieron los pasos de la cordillera, “desde Altos hasta Valenzuela” y se mantenía vigilada la vanguardia hasta Cerro León donde permanecía una guarnición de 600 hombres.
Abandono de Azcurra
Con el Ejército brasileño merodeando sobre las posibles vías de escape que usaría López, este se vio obligado a abandonar Azcurra tan pronto como fuera posible. Lo hizo el día 14 para llegar, ya noche avanzada, a Ka’akupe. Aquí permanecería por cerca de dos horas, tiempo en el que dispuso varias cosas. En primer lugar, ordenó la destrucción de la maquinaria del Arsenal, alguna de cuyas partes fueron traídas desde la Capital. Convocó a los extranjeros que todavía le acompañaban para ofrecerles la opción de permanecer en el pueblo antes que acompañar al Ejército. Algunos, como los ingenieros John Nesbitt, Michael Hunter, el médico Frederick Skinner y el arquitecto Alonso Taylor, británicos los cuatro (*), decidieron continuar. Mientras que otros, optaron por el retorno a Asunción.
En esa misma noche, el Mariscal también comunicó al boticario Domingo Parodi que pondría bajo su amparo a 1.237 personas enfermas o heridas, que ya no se encontraban en condiciones de seguir la marcha. El profesional italiano fue proveído de “3.000 pesos fuertes en efectivo” por el servicio de conducirlas hasta Asunción; y 700 pesos más por los salarios que se le adeudaban. En la ocasión también le fue entregado “40.000 pesos en oro y plata sellada; 100.000 en billete o papel nacional y 2.137 cueros escogidos para atender a las necesidades de los enfermos”. Debe tenerse en cuenta que corría el mes de agosto y probablemente las temperaturas fueran bajas…
Después de estas disposiciones y antes de partir, López fue hasta la iglesia para postrarse y orar durante largos minutos frente a la imagen de la virgen de Ka’akupe. Terminadas sus plegarias, se inició la marcha. Al anochecer del día 15, estaría llegando a Karaguatay. Pisándole los talones, el conde D’Eu arribaba a Ka’akupe en la misma fecha. La ciudad abandonada, recibió en silencio al ahora comandante de los ejércitos de la Alianza. El Arsenal, incendiado por los paraguayos antes de la retirada, todavía se encontraba ardiendo.
En Karaguatay
Después de dejar una guardia atrincherada en Ka’aguy Juru (Isla Puku en la actualidad) bajo el mando del coronel Pedro Hermosa, López estableció su campamento en Karaguatay. También aquí dejó instrucciones al jefe de la guarnición local, capitán José del Rosario Miranda, encargándole –como lo hiciera con Parodi en Ka’akupe– custodiar el regreso de mujeres, niños y heridos hasta Asunción: “No le dejo a usted de carnada –dijo el Mariscal al joven oficial–, sino para prestar un importante servicio a la Patria (…) Tenga cuidado de no presentarse ante ellos como pasado (desertor), porque en ese caso no le han de tener consideración. Use con ellos de mucha diplomacia y no les cuente adonde voy ni el camino que he tomado. Le encargo muy especialmente que no tome armas contra mí. Usted es muy joven todavía y llegará con el tiempo a prestar importantes servicios a su país, y no conviene que haga nada que mañana nuestros compatriotas puedan echarle en cara, sin que Ud. tenga una razón plausible con que disculparse” (**).
(*) John Nesbitt y Michael Hunter retornarían más tarde desde el campamento de Zanja Hû el 5 de noviembre de 1869. Lo hicieron con permiso de López pero no llegaron a Asunción. Se cree que fueron asaltados y muertos en una pequeña embarcación por el Aguaray, para robarles las 800 onzas de oro que recibieron en pago por sus servicios.
En cuanto al arquitecto Alonso Taylor y en contrario a la crónica de
Efraím Cardozo, Josefina Pla afirma que este profesional estuvo preso y fue torturado en San Fernando. Indultado y libre para la
Navidad de 1868, viajó a Buenos Aires para retornar a Inglaterra. Pero la prisión y la tortura no fueron sus únicas desgracias. Un día antes de embarcarse hacia la capital argentina, falleció su esposa Harriet Taylor. Mientras que su hijo de 10 años, “…obligado a seguir al ejército en retirada” regresaba del frente con Nesbiitt y Hunter cuando estos fueron muertos. El niño habría seguido la misma suerte.
Frederick Skinner siguió a López hasta Cerro Kora. Allí fue preso con los demás sobrevivientes. Cuando ya libre, retornó al Paraguay ocupando en la posguerra importantes cargos en la administración sanitaria del país.
(**) José del Rosario Miranda sería Convencional para la sanción de la Constitución de 1870 y ocuparía importantes cargos en los gabinetes de la posguerra.