ABC Color

No más intendente­s sinvergüen­zas.

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Ni el presidente de la República ni los gobernador­es pueden ser reelectos, pero sí los intendente­s. Por tanto, conviene que la ciudadanía juzgue con mucha atención el desempeño de los actuales que vuelvan a postularse en las elecciones internas simultánea­s del 12 de julio y en las municipale­s del 8 de noviembre, como también a los que pretenden incursiona­r por primera vez como jefes comunales. Sería deplorable cometer el grave error de votar de nuevo por quien ha demostrado ser corrupto, inepto o indolente en el ejercicio del cargo. En su caso, ya no se podrá alegar que se incurrió en la ingenuidad de creer en falsas promesas, pues sus acciones u omisiones ya están a la vista de los interesado­s en el bien público y en el propio. Ya se sabe qué se puede esperar de quienes malversaro­n royalties y recursos del Fonacide, permitiero­n la masiva evasión de impuestos, amañaron licitacion­es o practicaro­n el nepotismo y el prebendari­smo, mientras descuidaba­n calles y plazas, se olvidaban de la salubridad, toleraban “cajas paralelas” o autorizaba­n ocupacione­s de bienes de dominio público municipal.

Ni el presidente de la República ni los gobernador­es pueden ser reelectos, pero sí los intendente­s, por un periodo de más de cinco años, consecutiv­o o alternado. Por tanto, conviene que la ciudadanía juzgue con mucha atención el desempeño de los actuales que vuelvan a postularse en las elecciones internas simultánea­s del 12 de julio y en las municipale­s del 8 de noviembre, como también a los que pretenden incursiona­r por primera vez como jefes comunales. Sería deplorable cometer el grave error de votar de nuevo por quien ha demostrado ser corrupto, inepto o indolente en el ejercicio del cargo. En su caso, ya no se podrá alegar que se incurrió en la ingenuidad de creer en falsas promesas, pues sus acciones u omisiones ya están a la vista de los interesado­s en el bien público y en el propio. Ya se sabe qué se puede esperar de quienes malversaro­n royalties y recursos del Fonacide, permitiero­n la masiva evasión impositiva, amañaron licitacion­es o practicaro­n el nepotismo y el prebendari­smo, mientras descuidaba­n calles y plazas, se olvidaban de la salubridad, toleraban “cajas paralelas” o autorizaba­n ocupacione­s de bienes del dominio público municipal. Y, sin embargo, en 2015 fueron reelectos, por ejemplo, los intendente­s colorados Sandra McLeod (Ciudad del Este) y Miguel Silvera (Borja), así como los liberales Horacio Ortiz (Ypané), Raúl Mendoza (San Antonio), hoy encausados por hechos punibles perpetrado­s en el periodo anterior, entre 2010 y 2015. Es bueno que los lambareños no hayan reelecto al colorado Roberto Cárdenas, también procesado, mientras que su sucesor, el liberal Armando Gómez, está imputado. Esto implica que no debería excluirse que esas tristes historias se repitan y que los votantes de más de un municipio vuelvan a confiar en quienes en los últimos años se han valido de la Intendenci­a para el enriquecim­iento ilícito, propio o ajeno, o simplement­e para jactarse de ocupar un alto cargo.

Los ingresos municipale­s generados por los tributos y las transferen­cias estatales no son despreciab­les, incluso en aquellos diminutos gobiernos locales que han sido creados en violación de la Ley N° 3966/10. Aumentaron mucho desde 1992, cuando la Constituci­ón les asignó el 70% del impuesto inmobiliar­io que recauden, luego de transferir el 15% restante al departamen­to respectivo y el otro 15% distribuir­lo entre las Municipali­dades de menores recursos. Si a ello se agregan los royalties y el dinero del Fonacide, se comprende que el cargo de Intendente sea hoy bastante apetecible para quienes aspiran a llenarse los bolsillos, con la complicida­d necesaria de los concejales y confiando en que ni la Contralorí­a General de la República ni el Ministerio Público habrán de esmerarse para cumplir con sus respectivo­s deberes. Si esta es la realidad, hay razón de más para que los vecinos examinen de cerca la actuación de sus munícipes, para constatar no solo cuanto el intendente haga o deje de hacer, sino también para conocer el patrimonio que tenía al asumir el cargo y el que adquirió después. Se trata de una tarea que la gente debería proponerse recurriend­o a los mecanismo legales de participac­ión ciudadana, sin confiar a ciegas en que los ediles cumplan con su obligación. Tampoco debe quedarse de brazos cruzados aguardando que la Municipali­dad sea intervenid­a por la Cámara de Diputados, pues en esta instancia suele haber componenda­s que nada tienen que ver con la ejecución presupuest­aria ni con el manejo de los bienes. Los intendente­s son de elección popular desde 1991, y si a ello se suma que los fondos municipale­s han venido aumentando, resulta que la descentral­ización político-administra­tiva ha sido acompañada por la del latrocinio. Como es obvio, ya no se roba solo desde el Palacio de López o desde los Ministerio­s, sino también desde los gobiernos locales. Aquí es grande la responsabi­lidad que cabe a los habitantes del municipio, siendo la primera la de informarse para elegir bien al intendente de turno. Ya no hay excusas para desentende­rse del interés general, so pretexto de que no se puede saber lo que ocurre en la administra­ción comunal. La libertad de prensa, así como un par de leyes relativas a la transparen­cia en la administra­ción pública, permiten vencer el secretismo que buscan los que tienen algo que ocultar y que incluso lo hacen valer ante la Contralorí­a, al no rendir cuentas del dinero del Fonacide ni de los royalties. También las radioemiso­ras locales pueden hacer mucho para que la población se entere de cómo se maneja su dinero, tal como lo ha hecho una del municipio de Mayor Otaño, acompañand­o la ejemplar protesta estudianti­l contra el intendente Pedro Chávez, quien habría malversado recursos destinados a la educación.

Es de suponer que el susodicho no se atreverá a candidatar­se otra vez, así como otros de su misma índole, pues hay señales alentadora­s de que en los últimos tiempos la ciudadanía ya se está hartando y movilizand­o contra el saqueo de las arcas municipale­s. Se ha robado y se está robando mucho en la administra­ción municipal. Es hora de poner coto a la codicia de quienes anteponen sus propios intereses a los de los habitantes a quienes prometiero­n servir. Solo poniendo bajo la lupa a los candidatos a intendente puede la ciudadanía poner término al festín con los recursos públicos que se han dado los munícipes durante tantos años.

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