Narcodengue
Esta semana, salud pública informó que la epidemia del dengue en lo que va del año superó los registros históricos de casos confirmados (2.653 hasta el pasado viernes) y los casos sospechosos superan las 36 mil notificaciones, constituyéndose así en el registro más alto de los últimos 25 años.
El dengue, una enfermedad causada por un virus transmitido por un minúsculo vector que todos conocemos, pero que nos resistimos a combatir, está causando dolor y alarma.
Y lo más triste es que este mal se combate con herramientas que no se compran en la ferretería, sino que deben sacarse desde lo más profundo de nuestro ser: buenos hábitos higiénicos y sanitarios, disciplina, control y por sobre todo solidaridad.
Este un mal que ha germinado en nuestra propia sociedad y que sistemáticamente se ha expandido al punto que hoy es un mal endémico.
En su proceso evolutivo se valió de la displicencia de la gente; en especial de las autoridades políticas municipales, en cuya obstinada torpeza se ocultaba el costo de oportunidad para ganar dinero incluso en la enfermedad.
Son un ejemplo los contratos de recolección de basura que no contemplan la disposición final de los principales criaderos (neumáticos y chatarra de todo tipo).
Hoy el dengue está matando gente, a pesar de que todos sabíamos que el virus puede ser letal y que la cura principal radica en cambios de conducta.
Este largo relato en realidad es un simple preámbulo para reflexionar sobre otro mal que nos acecha y que cada vez se hace más fuerte (valiéndose de las mismas variables que el mosquito transmisor del dengue): la narcopolítica y el financiamiento electoral.
Esta semana líderes políticos discutieron sobre cuestiones de forma, preocupados por cómo nuevas reglas de control del dinero que ingresa a las campañas electorales afectaría a los partidos por su tamaño.
También se rasgaron las vestiduras con cuadros hipotéticos del peligro que representa para la democracia otorgarle al órgano electoral “mayores competencias”, entiéndanse estas por la anulación de una candidatura electa debido a inconsistencias en el origen del dinero usado en campaña.
Insistieron con que las instituciones vinculadas al control cruzado de acuerdo al proyecto de ley, no estaban en condiciones de operativizar el trabajo y algunos hasta plantearon limitar la publicidad de las declaraciones juradas.
En medio de todo el debate, sucedía un hecho que destrabada con frialdad el nudo de la trama. Fue detenido un joven de 29 años, precandidato a concejal en la ciudad de Luque, vinculado al movimiento político del presidente del PLRA, Efraín Alegre.
El joven, identificado como Freddy Francisco Ferreira Sosa, cayó en una entrega vigilada por agentes de la Senad. Tenía en su poder 28 gramos de cocaína.
El precandidato gestionaba sus operaciones políticas con el dinero que le redituaba el microtráfico de drogas en su ciudad. Fue el narcotráfico el que le abrió las puertas hacia el bendito camino de “buscar el bien común” desde la política. Freddy es el equivalente al Aedes aegypti. Es un minúsculo vector en un escenario que también es endémico, pero que todavía nos rehusamos a aceptar, porque hacerlo implica cambiar radicalmente los hábitos y, en ese ejercicio, perder los dividendos.
Recuerden que el Aedes aegypti últimamente también se reproduce en agua sucia. No nos extrañemos que en el caso de la política, los vectores que operan en partidos de supuesta “honestidad y ejercicio democrático”, también decidan reproducir su membresía en el poder desde lo turbio.
El martes se tratará el proyecto de ley de financiamiento político en el Congreso. Ahí veremos a cuantos políticos ya les picó el “narcodengue”.