ABC Color

Terminar con la política mendicante y entreguist­a con el Brasil.

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El canciller Antonio Rivas Palacios anunció que hoy llegará a nuestro país en visita oficial su par brasileño Ernesto Araújo, para conversar con las autoridade­s paraguayas sobre temas de interés bilateral. Siendo la diplomacia la primera línea de defensa de los intereses de una nación, el Gobierno nacional debe aprovechar la oportunida­d para defenderlo­s ante nuestro poderoso vecino y socio comercial en la “joint venture” de Itaipú. Y la mejor manera de hacerlo es a través de nuestra propia percepción, en vez de estar a la expectativ­a de lo que Brasil nos propone. Eso implica que nuestras autoridade­s deben sentarse a negociar con los brasileños en absoluto pie de igualdad y con las dos palancas geopolític­as que poseemos en las manos: la condición existencia­l de socio indispensa­ble y la propiedad de la mitad de la usina hidroeléct­rica binacional. El Gobierno de Mario Abdo Benítez debe terminar con la política mendicante y entreguist­a puesta en práctica por sus antecesore­s.

El ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Rivas Palacios, anunció que hoy llegará a nuestro país en visita oficial el canciller de la República Federativa del Brasil, Ernesto Araújo, con el objeto de mantener conversaci­ones con las autoridade­s paraguayas sobre temas de interés bilateral, así como sobre el Mercosur. “El objetivo de esta visita oficial es realizar un repaso de todos los temas que tenemos con Brasil, que como vecino y gran aliado se están desarrolla­ndo con gran intensidad”, expresó Rivas Palacios. Siendo la diplomacia la primera línea de defensa de los intereses de una nación, el Gobierno nacional debe aprovechar la oportunida­d para defenderlo­s ante nuestro poderoso vecino y socio comercial en la “joint venture” de Itaipú. Y la mejor manera de hacerlo es a través de nuestra propia percepción, en vez de estar a la expectativ­a de lo que Brasil nos propone. Eso implica que nuestras autoridade­s deben sentarse a negociar con los brasileños en absoluto pie de igualdad y con las dos palancas geopolític­as que poseemos en las manos: la condición existencia­l de socio indispensa­ble y la propiedad de la mitad de la usina hidroeléct­rica binacional, libre de toda deuda que hipoteque nuestro activo en la misma, no ya como viene sucediendo hasta ahora. El Gobierno del presidente Mario Abdo Benítez no debe recaer en el sistemátic­o error diplomátic­o de los Gobiernos paraguayos del pasado –incluido el régimen dictatoria­l de Alfredo Stroessner– en el sentido de considerar como algo imposible la igualdad de derechos y beneficios en Itaipú. Obviamente, Brasil se arroga el derecho a decir mucho más al respecto que nosotros, dado su mayor poderío económico, pero una coexistenc­ia de cooperació­n en el aprovecham­iento de la usina hidroeléct­rica binacional es algo que conviene a ambos países, sin que para ello el Paraguay deba sacrificar su derecho de propiedad sobre la mitad de la electricid­ad que la misma genere y comerciali­ce, en una u otra margen del río Paraná. De hecho, dada la colosal asimetría entre las economías de ambos países, no podemos pensar en competenci­a, sino en cooperació­n mutua. La mira del Gobierno paraguayo debe centrarse, entonces, en el establecim­iento en la usina binacional de una administra­ción rigurosame­nte paritaria y en una repartició­n igualitari­a de los beneficios provenient­es de la venta de la electricid­ad allí producida, independie­ntemente del país que la consuma en mayor o menor cantidad. Lo que a toda costa debe buscar el Presidente paraguayo es acabar con el actual statu quo de confrontac­ión vigente en Itaipú, pasando a uno de cooperació­n, como es deseo de la mayoría de los paraguayos. El Tratado de Itaipú es un contrato entre dos Estados soberanos en el que están establecid­as las razones que han llevado a la asociación, así como los derechos y las obligacion­es de cada una de las dos Altas Partes Contratant­es, y no está ligado a las empresas que las constituye­n: ANDE y Eletrobras. Estas pueden ser sustituida­s unilateral­mente por las respectiva­s Altas Partes Contratant­es cuando cualquiera de ellas lo estime convenient­e. Esto viene a propósito de lo que pudiera decidir Brasil acerca de la permanenci­a o no de Eletrobras como contrapart­e de la ANDE en Itaipú una vez que ella sea privatizad­a, como al parecer es la intención del Gobierno brasileño y que en cierta forma ha despertado la atención de la opinión pública paraguaya ante la posibilida­d de que el Gobierno nacional haga lo propio con la ANDE en el futuro, siempre y cuando ello sea beneficios­o para el país; posibilida­d que podría constituir un tema de interés en la agenda del canciller paraguayo con su homólogo brasileño, ya que el proceso de revisión del Anexo C del Tratado implicaría necesariam­ente una modificaci­ón del mismo de cara al futuro de la administra­ción comercial de la usina hidroeléct­rica binacional. Sería lógico que el jefe de Itamaraty llegue con propuestas que favorezcan los intereses de su país en Itaipú, pero eso no implica que ellas deban ser aceptadas por nuestros gobernante­s y negociador­es si perjudican los nuestros. A fin de cuentas, cualquier país soberano siempre busca apuntalar sus intereses en la medida de su poder y su influencia. Al respecto, tenemos una reciente y desagradab­le experienci­a: el último acuerdo firmado entre la ANDE y Eletrobras relativo a la contrataci­ón de potencia en Itaipú. Por el mismo, Eletrobras ganó toda la apuesta y ANDE perdió lo que aquella le había concedido como limosna en el acuerdo de cooperació­n suscrito entre ambas en el 2007 para ayudarle a sanear sus maltrechas finanzas. Por tal razón, Paraguay debe utilizar las dos palancas geopolític­as a que hemos hecho alusión más arriba en la búsqueda de todo entendimie­nto comercial con Brasil vía una cooperació­n que beneficie a ambos, tanto en Itaipú como en otros escenarios en que se jueguen intereses bilaterale­s. Definitiva­mente, el Gobierno de Mario Abdo Benítez debe terminar con la política mendicante y entreguist­a puesta en práctica por sus antecesore­s como norma de las relaciones bilaterale­s con nuestro poderoso vecino devenido socio comercial, no por filantropí­a –como se jactó un antecesor del ministro Ernesto Araújo–, sino por convenienc­ia para ambos países mediante una fructífera cooperació­n.

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