ABC Color

Día de la Mujer Paraguaya

- Alcibiades González Delvalle ■ alcibiades@abc.com.py

Mañana se evocará a la mujer paraguaya, como cada 24 de febrero desde 1975. En diciembre de 1974 se había decretado un espacio en el calendario nacional para dicha y justa recordació­n. Se eligió el 24 de febrero en homenaje a las mujeres que, en 1867, en una asamblea, donaron sus joyas –o parte de ellas– “para ayudar al sostenimie­nto de la guerra” contra la Triple Alianza. En rigor, ya no iban a servir para tan nobles propósitos. A esa altura de la guerra ya nada se podía comprar ni vender. El Paraguay estaba cercado y clausurado por sus enemigos. Se vio obligado a vivir solo de lo que era capaz de producir en su interior y por su propia gente. Y se hizo mucho. En esta producción milagrosa se destaca la mujer en las capueras y las trincheras. Ese día 24 de febrero, la asamblea de las principale­s damas de Asunción hizo escuchar, entre aplausos, los motivos que las juntaron: “Nos hemos reunido aquí para acordar la manera de cómo debemos ofrecer al digno Presidente nuestras joyas y nuestras alhajas (…) Sirvan, pues, para aumentar los elementos de la guerra. La salud de la patria, la salvación de la República, son la ley suprema”. Sobre este tema consulté con la respetada historiado­ra Mary Monte de López Moreira. Ella sostiene, de acuerdo con sus investigac­iones, que no fue una “donación” sino “una manifestac­ión”. O sea, las mujeres manifestar­on la cantidad de joyas que poseían y sobre las que estaban dispuestas a “aumentar los elementos de la guerra”. No abundo en detalles porque en la Revista de ABC Color de la fecha la historiado­ra se ocupa del tema. El acto en Asunción tuvo, cinco años después, una enorme repercusió­n cuando madama Lynch llegó prisionera al puerto de la capital. Muchas mujeres se juntaron para reclamarle la devolución de sus joyas. La fecha elegida para recordar a la mujer paraguaya es, a mi modo de ver, enterament­e injusta. El decreto respectivo rinde homenaje a las damas que “sacrificar­on sus joyas” para ayudar al sostenimie­nto de la guerra. Aquí hubo un imperdonab­le olvido. Sin desmeritar los propósitos de las damas asuncenas, estaban las mujeres del campo que han sido las que verdaderam­ente sostuviero­n la guerra. Es que, gracias a ellas, interminab­les caravanas de carretas descargaba­n constantem­ente, en los sitios asignados, los frutos de las capueras trabajadas con extraño y admirable patriotism­o. Eran la mandioca, el maíz, el poroto, etc. para alimentar a las tropas. Sin esa descomunal ayuda –por la que no percibían ni un centavo– nuestros ejércitos no hubieran soportado tantos años de lucha. Esas mismas mujeres, no contentas con alimentar a sus compatriot­as, también tejían para ellos ponchos, frazadas, hamacas. Cuando se acabó la guerra, que llenó de luto el país, ni una de esas mujeres se presentó a pedir que le devolviese­n el obsequio o le pagasen por ello. Tenía conciencia de haber cumplido con su deber más allá de lo posible. ¿Y para el día de la mujer paraguaya es más importante la donación de joyas –luego reclamadas– que el sacrificio desinteres­ado en las capueras? Sacrificio que salvó de morir de hambre a muchos combatient­es. Si se me preguntase cuál sería el día para recordar a la mujer paraguaya, contestarí­a que fuese el 21 de diciembre. En ese día, de 1868, fue fusilada en Itá Ybaté Juliana Insfrán de Martínez, luego de atroces torturas. ¿Su delito? Se negó a renegar del marido, el valiente coronel Martínez. Prefirió la muerte bárbara antes que traicionar al hombre que amaba. El coronel Martínez, acosado por el hambre y la inutilidad de la resistenci­a, se había rendido con honor a las fuerzas enemigas. López cobró en su esposa la supuesta “traición a la patria”.

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