Permiso para ir preso
Vamos... las comparaciones son odiosas. Pero en un país serio, una autoridad, en este caso un diputado, investigado por tres cargos, antes de presentarse a tribunales, renunciaría en el acto, regido por el decoro y el respeto hacia sus votantes. Como estamos en un país en el que mueren todas las teorías (y leyes), aquí, esa clase de personas recurre a todo tipo de artimañas para eludir a la justicia, hacer creer que es inocente y que todo se trata de una persecución política de sus adversarios o, en el peor de los casos, de la prensa malintencionada. Ya no hacen falta más preámbulos para decir que estamos hablando del caso del diputado quien luego de mostrarnos un largo rosario de chicanas (con todos los misterios incluidos), fue a dar con sus huesos a las celdas de la Agrupación Especializada. Imputado por enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y declaración falsa, Cuevas insiste en que es una blanca palomita.
La emisión de la orden de su detención generó tal embrollo de interpretaciones jurídicas que los especialistas en derecho se han puesto en bandos antagónicos para defender (o no) su posible destitución como miembro de la Cámara Baja.
La cuestión es simple, si un representante del pueblo es puesto bajo la lupa de la justicia y su gestión está en entredicho, lo mínimo que debe hacer esa persona es buscar por todos los medios ofrecer lo que sea necesario para echar luz sobre el tema y salir airoso, o no, de esta situación.
Sin embargo, hemos visto a lo largo de muchos meses las 50 sombras de Cuevas, quien con todas las escalas de grises al