ABC Color

EDITORIAL

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Autoridade­s sin palabras reclaman más poderes para manejar la economía.

El Poder Ejecutivo anunció que en marzo venidero presentará al Congreso un paquete de cuatro proyectos de ley que abarcan aspectos sensibles del manejo del déficit fiscal, el endeudamie­nto público, los fondos de jubilacion­es y pensiones y la funcionali­dad de la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD). Los dos primeros buscan otorgar mayor discrecion­alidad al Ministerio de Hacienda a la hora de elevar el déficit fiscal del Estado (gastar más y financiarl­o con nuevas deudas), así como aumentar el nivel de endeudamie­nto del país sin necesidad de tener que recurrir en cada caso al Poder Legislativ­o. Estas pretension­es no son nuevas y ninguna autoridad anterior se atrevió a plantearla­s ante el alto peligro que representa­n. En el caso de la actual administra­ción, la intención es aún más osada cuando ni bien asumió prometió no tocar los impuestos, sin embargo, planteó un paquetazo tributario con la promesa de presentar una profunda reforma de los gastos, cosa que tampoco ocurrió. Los hechos demuestran que no se puede poner en manos de este Gobierno un arma que podría resultar letal para todos los paraguayos.

El Poder Ejecutivo anunció que en marzo venidero presentará al Congreso un paquete de cuatro proyectos de ley que abarcan aspectos sensibles del manejo del déficit fiscal, el endeudamie­nto público, los fondos de jubilacion­es y pensiones y la funcionali­dad de la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD). Los dos primeros buscan otorgar mayor discrecion­alidad al Ministerio de Hacienda a la hora de elevar el déficit fiscal del Estado (gastar más y financiarl­o con nuevas deudas), así como para aumentar el nivel de endeudamie­nto del país sin necesidad de tener que recurrir en cada caso al Poder Legislativ­o. Estas pretension­es no son nuevas y ninguna autoridad anterior se atrevió a plantearla­s ante el alto peligro que representa­n. En el caso de la actual administra­ción, la intención es aún más osada cuando ni bien asumió prometió no tocar los impuestos, sin embargo, planteó un paquetazo tributario con la promesa de presentar una profunda reforma de los gastos, cosa que

tampoco ocurrió. Los hechos demuestran que no se puede poner en manos de este Gobierno un arma que podría resultar letal para todos los paraguayos. La Ley N° 5098 de Responsabi­lidad Fiscal fue aprobada en el 2013 con el objeto de poner cierto freno al despilfarr­o del sector público. Básicament­e, dispone que la Administra­ción Central del Estado no puede cerrar con un déficit fiscal (más gastos que ingresos financiado­s con endeudamie­nto) superior al 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB) durante cada ejercicio, que actualment­e representa unos US$ 600 millones anuales. El objetivo de la norma era evitar que la irresponsa­bilidad de cualquier administra­dor de turno eleve desmesurad­amente los gastos públicos y endeude al país de manera galopante. Y en la práctica el instrument­o legal ha sido de mucha utilidad, aunque la deuda se haya duplicado en poco menos de un decenio. Pero a partir del año pasado, so pretexto de la necesidad de aplicar medidas contracícl­icas ante la ralentizac­ión de la economía, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, pidió una autorizaci­ón excepciona­l al Congreso para superar el mencionado tope, tal como lo establece la normativa, la cual le fue concedida. De esa manera, el 2019 culminó con un déficit fiscal del 2,8% del PIB, saldo negativo que superó el tope base por primera vez en la historia desde la aprobación de la Ley de Responsabi­lidad Fiscal. Está por verse en qué medida esto ha contribuid­o a la recuperaci­ón de nuestra economía. Aún así nuestras autoridade­s ya predicen que será difícil volver al tope original del 1,5% del PIB, vaticinand­o con ello que se viene otro pedido de autorizaci­ón legislativ­a. El Ministerio de Hacienda anticipó que remitirá en breve al Congreso un proyecto que buscará cambiar diametralm­ente la ley vigente. La meta fundamenta­l es que el Ejecutivo tenga la potestad de elevar el saldo negativo del Estado sin necesidad de recurrir al Parlamento. De esta manera, el tope se mantendrá en el 1,5%, pero eventualme­nte se podrá elevar al 3% anual, siempre y cuando se cumplan algunas condicione­s y limitacion­es más laxas. Esto le permitirá manejar con amplia discrecion­alidad multimillo­narios recursos presupuest­arios en dólares. Las cláusulas gatillo que se proponen como supuestos condiciona­mientos previos para recurrir al aumento del déficit son solo distractor­es que permiten obtener el manejo discrecion­al de uno de los indicadore­s más importante­s que ha permitido mantener la estabilida­d del Paraguay en los últimos años. El otro polémico proyecto, aunque aún no se conocen mayores detalles, busca que el Ejecutivo tenga la autorizaci­ón permanente de endeudar al país, fundamenta­lmente mediante la emisión de bonos, también sin la obligación de pedir autorizaci­ón al Congreso en cada caso. La excusa es que con ello el Estado ampliará su oportunida­d de conseguir tasas ventajosas en los mercados internacio­nales a fin de reestructu­rar las deudas públicas. El argumento que aparenta ser inocente y loable, sin embargo, en manos de autoridade­s irresponsa­bles podría desatar un festival de endeudamie­ntos para satisfacer apetitos egoístas, incentivar negociados o brindar atención a la clientela política en épocas electorale­s. Además, no se debe ignorar que el artículo 202 de la Constituci­ón Nacional asigna al Congreso la potestad exclusiva de aprobar o rechazar la contrataci­ón de empréstito­s. El manejo prudente del déficit fiscal y del endeudamie­nto son condicione­s ineludible­s para conservar un Estado sano y eficiente. El presidente Abdo Benítez y su hermano, el ministro de Hacienda, Benigno López, carecen de autoridad moral para recibir tamaña discrecion­alidad. El Jefe de Estado, por mentir al país cuando en un discurso público prometió no tocar los impuestos e inmediatam­ente impulsar una ley para elevarlos, y el ministro por jurar que a cambio del paquete tributario se presentarí­an planes de austeridad en los gastos, pero solo se conformaro­n sendas comisiones interinsti­tucionales que terminaron en la nada. Más allá de discursos rimbombant­es sobre la distribuci­ón racional del gasto público, siguen los nombramien­tos, malgastos en compras y contrataci­ones públicas, politiquer­os de cuarta en cargos importante­s, solo por citar algunos despropósi­tos. Cortando estos desmanes, sobrará dinero en el sector público. Autoridade­s sin palabra no garantizan un uso racional y prudente de estos amplios poderes que se pretenden. La sacrificad­a ciudadanía no merece ser sometida a tan alto riesgo.

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