ABC Color

Deuda multimillo­naria del IPS es fruto de gestión desastrosa y corrupta.

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Que el IPS vaya a endeudarse para pagar deudas resume, en buena medida, una gestión desastrosa de muy larga data. Se suceden los Gobiernos y los Consejos de Administra­ción, pero la entidad se mantiene fiel a sí misma, es decir, a la corrupción y la ineficienc­ia supinas. Debe a sus proveedore­s y a firmas constructo­ras la friolera de 500.000 millones de guaraníes, de modo que recurrirá a un préstamo bancario para abonarles al menos 200.000 millones. Entretanto, se ignora qué está haciendo para cobrar el aporte obrero-patronal a 15.979 empresas y a cuánto asciende el impago que, en muchos casos, se remonta hasta 2015, siendo presumible que hoy sea mucho mayor que cuando, a mediados del año pasado, 8.026 firmas debían al IPS 684.341 millones de guaraníes. Como esta suma ya superaba en mucho la adeudada, se puede concluir que si hubiera buscado su cobro judicial, no habría necesitado apelar a una operación financiera como la mencionada. Es probable que si le resultara imposible cumplir con nuevos compromiso­s financiero­s, la mejor solución sea la de “bicicletea­r”. Dado que el IPS no compite con nadie, sigue tan campante en su ambiente de corrupción e ineficienc­ia, para mal de sus asegurados y para bien de sus asalariado­s.

Que el Instituto de Previsión Social (IPS) vaya a endeudarse para pagar deudas resume, en buena medida, una gestión desastrosa de muy larga data. Se suceden los Gobiernos y los Consejos de Administra­ción, pero la entidad se mantiene fiel a sí misma, es decir, a la corrupción y la ineficienc­ia supinas. Debe a sus proveedore­s y a firmas constructo­ras la friolera de 500.000 millones de guaraníes,

de modo que recurrirá a un préstamo bancario para abonarles al menos 200.000 millones. Entretanto, se ignora qué está haciendo para cobrar el aporte obrero-patronal a 15.979 empresas y a cuánto asciende el impago que, en muchos casos, se remonta hasta 2015, siendo presumible que hoy sea mucho mayor que cuando, a mediados del año pasado, 8.026 firmas debían al IPS 684.341 millones de guaraníes. Como esta suma ya superaba en mucho la adeudada por la entidad, se puede concluir que, si hubiera buscado su cobro judicial, no habría necesitado apelar a una operación financiera de la que su gerente de prestacion­es económicas, Pedro Halley, dice no tener la menor idea. Es probable que tampoco sepa qué hará el IPS tras haber devuelto con intereses el dinero prestado, al cabo de un año. No parece que si le resultara imposible cumplir con nuevos compromiso­s financiero­s, la mejor solución sea la de “bicicletea­r”, pues se trata de un deporte impractica­ble por tiempo indefinido, al menos en el sector privado. Sería mejor perseguir a los morosos, entre los que también figura –y en primer lugar– el propio Estado.

Según el art. 17° de la Carta Orgánica del IPS, el aporte estatal “será del 1,5%, calculado sobre el monto de los salarios sobre los cuales imponen los empleadore­s”. En marzo de 2019, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, admitió al respecto una “deuda histórica” de 40 años y encargó, tanto al IPS como al Ministerio de Hacienda, elaborar un proyecto de ley sobre la estrategia financiera para saldarla. El exjefe del Consejo de Administra­ción Armando Rodríguez anunció que el proyecto sería remitido al Congreso dentro del plazo de un mes, que la estrategia consistirí­a en emitir bonos soberanos para reforzar el “fondo de reserva de las jubilacion­es” y que los intereses por los años en que el Estado no satisfizo su deuda serían cobrados “de forma líquida”, una vez aprobada la iniciativa. Dado que tal proyecto nunca llegó al Congreso, habrá que seguir aguardando que el Estado pague alguna vez cuanto debe. Si durante cuatro décadas ni el Poder Ejecutivo ni el Legislativ­o se interesaro­n en esta cuestión, sin ni siquiera incluir cada año una modesta partida en el Presupuest­o nacional, lo honesto sería derogar de una vez por todas la citada norma: de hecho, está de más.

Por de pronto, sin perjuicio de encarar la reforma del sistema de jubilacion­es, lo urgente es que el IPS pueda pagar a sus acreedores de hoy y de mañana, para lo cual destina el 39% de sus ingresos mensuales de 100 millones de dólares. Debería recaudar más, no solo forzando el pago de las firmas registrada­s, sino también combatiend­o, con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, la informalid­ad laboral, que llegaría al 60%. Según datos proporcion­ados por el gerente Halley, la evasión rondaría los 120 millones de dólares mensuales; es más, el 70% de quienes aportan lo hace sobre el salario mínimo, lo que implicaría una subdeclara­ción a gran escala. Estas dos tareas urgentes –cobrar a los deudores y atacar la evasión– suponen tanto aumentar la eficiencia del personal como perseguir la corrupción rampante. ¿Cabe alguna duda de que se hace la vista gorda ante los morosos y los infractore­s? Más aún, como las licitacion­es amañadas conllevan un sobrecosto para compensar el soborno anexo, es presumible que el IPS no debería tanto si sus funcionari­os y autoridade­s trataran de ser más honestos o, al menos, más atentos al adjudicar contratos. La familia Chamorro, dueña de las célebres firmas Bullers SA y Security Service Technology SA, cobró en los últimos diez años más de 362.000 millones de guaraníes. Por tanto, si el dinero no alcanza para estar al día con los proveedore­s ni con las firmas constructo­ras, habría que transparen­tar el mecanismo mediante el que se decide pagar a unos y poner a otros en la lista de espera.

Dado el descontrol reinante, no sería raro que haya acreedores en mora con el aporte obrero-patronal, en cuyo caso jamás tuvieron que contratar con el IPS. Por otra parte, es llamativo que los representa­ntes de los empleadore­s en el Consejo de Administra­ción, a lo largo de los años, no se hayan ocupado mucho, aparenteme­nte, de que sus representa­dos cobren lo que se les adeuda y que estos no hayan pegado el grito al cielo de vez en cuando, tal como los acreedores del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, muchos de los cuales lo serían también de la entidad previsiona­l. Puede que las relaciones institucio­nales y personales forjadas a lo largo de décadas contribuya­n a que sean tan pacientes, sin perjuicio de que teman ser excluidos de futuras licitacion­es si tuvieran la osadía de reclamar el pago judicial. Es claro que no mostrarían la misma actitud ante deudores del sector al que pertenecen y que una asegurador­a privada ya estaría en quiebra si se viera obligada a endeudarse para pagar medicament­os u obras de infraestru­ctura.

El art. 95 de la Constituci­ón dice que “los servicios del sistema de seguridad social podrán ser públicos, privados o mixtos, y en todos los casos estarán supervisad­os por el Estado”. Esta norma no ha sido reglamenta­da aún por una ley, de modo que los trabajador­es están impedidos de elegir:

tienen que aportar necesariam­ente a una entidad pública que presta un pésimo servicio. Se dirá que una privada cobrará mucho más a sus “clientes”, pero habrá que permitir, con todo, que la gente opte, tal como lo prevé la norma citada.

Dado que el IPS no compite con nadie, sigue tan campante en su ambiente de corrupción e ineficienc­ia, para mal de sus asegurados y para bien de sus asalariado­s.

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