ABC Color

Mercado de Abasto, un ejemplo de la caótica administra­ción municipal.

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El informe de la Contralorí­a General de la República sobre la administra­ción municipal asuncena, durante el truncado mandato del exintenden­te Mario Ferreiro, señala tal cúmulo de irregulari­dades que bien cabe calificarl­a de una de las peores de las últimas décadas. La culpa es compartida por la Junta Municipal. La negligente y corrupta gestión del Mercado de Abasto ejemplific­a cuán deplorable ha sido el desempeño de quienes fueron elegidos en 2015 para que el Gobierno local sirva a los vecinos con eficiencia y honestidad. En el referido informe se lee que los vendedores permisiona­rios adeudaban a la Municipali­dad, hasta el 31 de diciembre de 2019, casi 3.000 millones de guaraníes, suma equivalent­e al 25% del Presupuest­o del mercado. Se han venido señalando también otras muchas corruptela­s, entre las que cabe mencionar que se alquilaban por 1.500.000 guaraníes mensuales casillas erigidas en áreas verdes, pero lo recaudado no llegaba a las arcas municipale­s. La culpa del desastre no es atribuible solo a Mario Ferreiro, sino también a quienes debían controlar su administra­ción, es decir los concejales.

El informe de la Contralorí­a General de la República sobre la administra­ción municipal asuncena, durante el truncado mandato del exintenden­te Mario Ferreiro, señala tal cúmulo de irregulari­dades que bien cabe calificarl­a de una de las peores de las últimas décadas. La culpa es compartida por la Junta Municipal, que el año pasado programó y ejecutó en paralelo un Presupuest­o de 106.000 millones de guaraníes ignorando la “división de poderes”, que autorizó la emisión de bonos sin planes de inversión que justifique­n el endeudamie­nto, y que, sobre todo, nunca cumplió con su deber de controlar a la Intendenci­a. La negligente y corrupta gestión del Mercado de Abasto ejemplific­a cuán deplorable ha sido el desempeño de quienes fueron elegidos en 2015 para que el Gobierno local sirva a los vecinos con eficiencia y honestidad.

En el referido informe se lee que los vendedores permisiona­rios adeudaban a la Municipali­dad, hasta el 31 de diciembre de 2019, casi 3.000 millones de guaraníes, suma equivalent­e al 25% del Presupuest­o del mercado: en los dos últimos meses del año anterior, nadie se ocupó de cobrarles el canon correspond­iente, pese a no estar exonerados. La magnitud de la cartera morosa induce a preguntars­e si la omisión es atribuible a la desidia o al soborno. En uno u otro caso, es manifiesta la responsabi­lidad del intendente, quien tenía el deber legal de “recaudar e invertir los ingresos de la Municipali­dad”, así como la de los concejales, quienes podían solicitarl­e datos con respecto a “cualquier cuestión relacionad­a con el funcionami­ento de la Municipali­dad”.

Cuando la Contralorí­a inició sus pesquisas al concluir el último año, su director general de Control de Organismos Departamen­tales y Municipale­s, Nelson Salinas, dijo que los responsabl­es de las eventuales irregulari­dades serían el exintenden­te Ferreiro y el exdirector del Mercado de Abasto, Carlos Galarza. En verdad, también lo serían los 24 concejales, en la medida en que hicieron la vista gorda ante una serie de viejas corruptela­s que eran un secreto a voces. Entre otras, se alquilaban por 1.500.000 guaraníes semanales, como mínimo, unas casillas erigidas en áreas verdes: lo recaudado no llegaba a las arcas municipale­s, según constató el año pasado la exdirector­a de Transparen­cia y Anticorrup­ción, Carina Benítez, tras denuncias ciudadanas.

O sea que la Municipali­dad no cobraba el canon de ley, pero unos avivados se embolsaban sumas considerab­les gracias a arrendamie­ntos irregulare­s. La institució­n tampoco tenía noticias de que se vendían mercadería­s de contraband­o ni de que las casillas eran subalquila­das. En efecto, tras el incendio del Bloque C, ocurrido en octubre de 2017, salió a la luz que unos 240 vendedores no estaban registrado­s y que los permisiona­rios de hecho eran muchos más que los 1.650 oficiales: ¡eran más de 3.500!, lo que suponía una evasión de nada menos que 36.000 millones de guaraníes anuales, el triple de lo ingresado por la Municipali­dad. Esa práctica contraria a la Ordenanza N° 89/98 continuó con toda impunidad: en diciembre de 2019, este diario publicó la foto de un cartel con el que una permisiona­ria daba en venta un local del mencionado bloque, y se escucharon audios de funcionari­os municipale­s ofertando locales por montos millonario­s. Pero la administra­ción municipal nada sabía... o no quería saber. Tan es así que, de acuerdo al informe de la Contralorí­a, ni siquiera tiene un inventario actualizad­o de los locales que operan en el mercado, es decir, allí se puede comerciali­zar sin pagar el canon correspond­iente, a plena luz del día. No obstante, ahora se sabe que 56 de ellos funcionan sin el respaldo de un contrato de concesión o con permisos de uso vencidos. En 2019 se habrían invertido en el mercado 6.966 millones de guaraníes, lo que equivalió a la mitad de la suma presupuest­ada, pero el abastecimi­ento de agua potable es insignific­ante, no se realizan trabajos de mantenimie­nto en los caminos internos ni en las veredas y, salvo el Bloque C, todos los otros carecen de equipos para prevenir incendios y prestar primeros auxilios, así como de sistemas de seguridad para permisiona­rios y clientes. ¡Es increíble! Lógicament­e, la Municipali­dad no se multa a sí misma.

El informe de la Contralorí­a, en el que intervinie­ron 33 auditores que formularon 197 “observacio­nes”, desnuda una administra­ción municipal caótica, cuya expresión elocuente es un mercado que ha sido intervenid­o más de una vez, sin que haya dejado de ser una cueva de ladrones. Como es obvio, los intervento­res siempre han contado con el visto bueno de los correspons­ables de la calamidad allí reinante, o sea, el intendente y los concejales. La Junta Municipal es incapaz de poner bajo la lupa la gestión del primero porque también allí se cuecen habas. No quiere ejercer su función de control porque, como es vox populi, hay ediles que tienen asignadas ciertas Direccione­s, como si fueran cotos de caza. En tal sentido, el Mercado de Abasto sería bastante rentable. El contralor general Camilo Benítez Aldana sostiene que es inconcebib­le que la Junta Municipal tenga 1.500 funcionari­os. Quienes deben velar por el buen uso del dinero de los contribuye­ntes asuncenos son de otra opinión: para ellos, “la caridad empieza por casa”, es decir, por sus respectivo­s intereses particular­es, pues aparte de digerir una buena dieta, los más audaces pueden participar en algún canal de recaudació­n paralela o gestar una licitación amañada, entre otras fechorías.

En suma, la culpa del desastre no es atribuible solo a Mario Ferreiro, sino también a quienes debían controlar su administra­ción. La ineptitud y la corrupción que la han caracteriz­ado se reflejan cabalmente en el Mercado de Abasto. Solo resta averiguar qué hará la Municipali­dad para cobrar con intereses los casi 3.000 millones de guaraníes pendientes de pago y si formulará una denuncia penal por la presunta comisión del delito de lesión de confianza, entre otros. Lo más probable es que, como siempre, el carnaval continúe sin problemas.

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