El penoso derrotero de los desertores en los últimos días
Gaspar Centurión actuó como ayudante de los doctores William Stewart y Frederick Skinner y como combatiente, participó del segundo ataque a Tuyutí, en el entrevero de Paso Espinillo, en Ytororõ, Lomas Valentinas y Acosta Ñu. Cuando hacia finales de octubre de 1869, se encontraba con ocho compañeros entre Lima y Takuatí buscando ganado para la alimentación de la columna, el grupo decidió desandar el camino para retornar hacia Asunción.
Romualdo Núñez
Este oficial de marina de meritoria participación en distintas acciones de guerra desde la Campaña del Mato Grosso, se encontraba el 17 de enero de 1870 en el campamento de Zanja Pypuku, cuando decidió abandonar la columna. A medianoche de aquel día y después de su última guardia, fue buscando picadas, cauces y la compañía de otros desertores, para arribar finalmente a la Capital.
Más deserciones
El 15 de febrero, un mes después de la fuga de Romualdo Núñez y ya instalado el ejército en Cerro Corá, “...un grupo de cirujanos” abandonaba subrepticiamente el campamento para dirigirse hacia Concepción. Eran oficiales de sanidad entre quienes se encontraban el teniente coronel Cirilo Solalinde, el mayor Ignacio Segovia, el capitán Lázaro Quevedo y el alférez Roque Samaniego...”., a quienes acompañaban el teniente Villamayor y tres soldados”.
Más datos sobre deserciones de los últimos tramos de la guerra, fueron aportados por el mismo comandante de las fuerzas de la alianza, Gastón D’Orleans. En una carta dirigida al barón de Muritiba desde Villa del Rosario, el conde D’Eu afirmaba que “desde el mes de diciembre (de 1869) hasta el 7 de enero en que salí de Curuguaty, se presentaron al Cuartel General, no menos de 107 desertores del ejército enemigo”. Comentando además que contaba con información que otros efectivos paraguayos, con la misma intención, simplemente ya no pudieron hacerlo por diversos motivos que incluían la extrema debilidad de los fugados, las dificultades del camino y la acción de los propios espías de López, “que salían a cazarlos”.
Serían estos a los que el general Resquín se referiría en su declaración ante las fuerzas aliadas después de que fuera prisionero tras la acción del 1º de marzo.
Deserción de Juan Bautista Delvalle
Este oficial paraguayo había sido uno de los 36 jóvenes paraguayos que en 1863, habían sido enviados por el gobierno para cursar estudios en Europa. En 1867, Delvalle decidió su retorno desde París para llegar a Panamá, cruzar el istmo para bajar hasta Bolivia, por el océano Pacífico.
Cruzando todo el territorio del país altiplano llegó a la ribera del río Paraguay, medio que le permitió presentarse ante el Mariscal en el campamento de Paso Pucú. Con el rango de Cabo, se incorporó inmediatamente a las acciones hasta que, ya con el grado de Coronel en las postrimerías de la contienda, se hizo cargo de la IV División, unidad que tenía la misión de custodiar las carretas que conducían el “tesoro nacional”, detrás de la columna de López.
Gabriel Sosa
En el cumplimiento de este cometido, el 2 de enero de 1870, Delvalle y otro joven coronel, Gabriel Sosa, evacuaban Panadero al frente de dicha División. Ya muy rezagados en relación al grueso del ejército y acampados sobre la margen derecha del río Amambay, al otro lado de la cordillera –actual territorio brasileño– el 25 de febrero decidieron enviar una nota al Mariscal en la que le manifestaban su “resolución” de abandonar la misión.
En el documento no se mencionaba que todos los hombres de la IV División con sus jefes a la cabeza, “requisaron” 10 onzas de oro cada uno, antes de enterrar el resto del “tesoro”.
Aunque la comunicación ya no llegó a manos de su destinatario, el historiador Anastasio Rolón Medina asegura que el 4 de marzo y cuando ya finalizada la guerra, Delvalle “con unas 200 personas que le acompañaban” salieron de un monte para rendirse sin resistencia, en un lugar conocido como Siete Cerros. Lo hicieron ante tropas brasileñas comandadas por el mayor Vasco Azevedo Freitas, quien ordenó el degüello de todos los paraguayos. Simple asesinato en masa, como muchos otros registrados en los mismos días, pues la cruenta guerra estaba ya oficialmente concluida.
Otras fuentes aseguran que al aparecer el oficial paraguayo y los suyos, con las respectivas 10 onzas de oro amarradas a la cintura, los brasileños buscaron saber “un poco más del asunto”.
Y que habiéndolo sabido, se deshicieron de Delvalle y del resto, para hacerse del botín.