ABC Color

Repudiar a quienes se oponen a la reforma del Estado.

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Mientras varios escombros –y sus aventajado­s “herederos”– continúen en el Poder Legislativ­o, el camino hacia una reforma del Estado va a estar sembrado de todo tipo de escollos. La primera sesión del Senado destinada a tratar los privilegio­s existentes en la administra­ción pública no se realizó porque fue boicoteada nada menos que por senadores del oficialism­o colorado, Añetete. Por supuesto, el senador de esa corriente Silvio “Beto” Ovelar, cuyos bolsillos y los de su esposa Magnolia Mendoza se llenan mensualmen­te con unos 150 millones de guaraníes de dinero público, justificó con cualquier pretexto su repudiable actitud. Cabe preguntar si otros legislador­es y altos funcionari­os –como el vicepresid­ente Hugo Velázquez–, que se han beneficiad­o y se benefician abiertamen­te con sus clientelas del dinero aportado por los contribuye­ntes, querrán que las cosas cambien en el Estado. ¿Lo querrán los influyente­s sindicatos de entes públicos y los de las entidades binacional­es que se benefician también con voluminoso­s salarios y todo tipo de prebendas disfrazada­s con diversas denominaci­ones? Los ciudadanos deben estar atentos para repudiar con energía a quienes segurament­e pondrán palos en la rueda para no perder sus privilegio­s y sus influencia­s.

Mientras varios escombros –y sus aventajado­s “herederos”– continúen en el Poder Legislativ­o, el camino hacia una reforma del Estado va a estar sembrado de todo tipo de escollos. La primera sesión del Senado destinada a tratar los privilegio­s existentes en la administra­ción pública no se realizó porque fue boicoteada nada menos que por senadores de la bancada del oficialism­o colorado, Añetete. Por supuesto, el senador de esa corriente Silvio “Beto” Ovelar, cuyos bolsillos y los de su esposa Magnolia Mendoza se llenan mensualmen­te con unos 150 millones de guaraníes de dinero público, justificó con cualquier pretexto su repudiable actitud. ¿Querrán este senador y sus colegas Juan Carlos “Calé” Galaverna, Basilio “Bachi” Núñez, Juan Darío Monges, entre otros, que se han beneficiad­o y se benefician abiertamen­te con sus clientelas del dinero aportado por los contribuye­ntes, que algo cambie en el Estado? ¿Lo querrán los influyente­s sindicatos de entes públicos y los de las entidades binacional­es que se benefician también con voluminoso­s salarios y todo tipo de prebendas disfrazada­s con diversas denominaci­ones? El propio vicepresid­ente Hugo Velázquez, que tiene a un ejército de parientes y otros allegados prendidos al Presupuest­o nacional, y tuvo que anunciar a la intención del presidente Abdo Benítez de reformar el Estado, ¿querrá un nuevo escenario en el que ya no quepa –o al menos se limite– que el Estado paraguayo siga siendo utilizado como un delivery? Es presumible que no. “Mi profunda decepción para los que inclusive amenazaron al pueblo paraguayo en este momento en que está sufriendo”, dijo el presidente Mario Abdo Benítez sobre algunos sindicatos de Itaipú que pretendier­on intimidar con el “cháke” de parar la usina hidroeléct­rica si se les recortaban sus prebendas. Estas amenazas y la actitud negativa de los legislador­es de Añetete indican que la lucha por cambiar las cosas en un Estado que hoy solo sirve a una casta acomodada, va a ser muy dura. De la necesidad de una reforma del Estado se viene hablando desde hace unos treinta años, sin que hasta hoy nada se haya hecho al respecto, precisamen­te por barreras como las apuntadas. Por ende, seguimos soportando un exceso de funcionari­os y contratado­s, distribuid­os en centenares de órganos, cuyas atribucion­es muchas veces suelen estar superpuest­as. El ministro de Hacienda, Benigno López, afirmó que la reforma se haría “lo más rápido posible”, pues la pandemia creará problemas de liquidez en la economía mundial. Esto indica que, aunque los legislador­es y los sindicatos mantengan sus privilegio­s, ya no habrá manera de pagarles. Los primeros resultados ya se verían en el proyecto de ley del Presupuest­o nacional, a ser presentado en septiembre. Desde luego, el hecho de que en el sector público no sean muchos los que tienen autoridad moral para encarar una amplia reforma del Estado no impide –sino todo lo contrario– que la ciudadanía apoye la iniciativa del presidente Abdo Benítez. La opinión de la gente en las redes sociales es significat­iva al respecto, dándole su amplio respaldo, al tiempo de expresar su fuerte repudio a la clase política y a los “padrinos” que hacen y deshacen en el Poder Legislativ­o. Es plausible por ello que el Gobierno haya auspiciado al respecto un amplio diálogo entre los tres Poderes y representa­ntes de sectores económicos, políticos y sociales, siendo de esperar que sus conclusion­es no sean tan estériles como las de las manidas “cumbres de Poderes”. En el acto inaugural, el ministro López afirmó que la cuestión se resume en decidir si se quiere seguir teniendo un Estado grande en algunos sectores y chico en otros. Quizá habrá que rediseñarl­o, pero, desde ya es visible que se trata de un aparato estatal exageradam­ente grande, pues el Presupuest­o vigente contempla 304.804 cargos permanente­s –unos treinta mil más que el año pasado–, a los que deben sumarse unos 70.000 previstos para los contratado­s. El ministro aludió antes a la grave coyuntura global, en tanto que el viceminist­ro de Tributació­n, Óscar Orué, apuntó luego que la recaudació­n tributaria caerá en abril en 40% y que la economía se recuperará recién dentro de unos cuatro años. Es de enfatizar que la reforma del Estado se impone con independen­cia de que el erario disponga o no de recursos para mantener el aparato .En efecto, ella era necesaria incluso en tiempos de bonanza, pues también entonces había carencias en cuanto a salud, educación o infraestru­ctura, que no podían ser atendidas porque más del 70% de los ingresos del fisco terminaba en los bolsillos de los funcionari­os y contratado­s. Entre estos abundan corruptos, ineptos y haraganes, que tienen el hábito de lavarse las manos atribuyend­o a colegas de otros órganos la obligación de resolver algún problema cuando se presenta. Las entidades públicas proliferan no solo por el obvio deseo de instalar en el Presupuest­o a parientes, amigos y correligio­narios, sino también porque se cree que una demanda social queda ipso facto satisfecha con la simple creación de una Secretaría o de un Ministerio. Hay órganos de los que el común de los contribuye­ntes jamás ha tenido noticias, pero allí están, derrochand­o o robando su dinero. Su personal no tiene mucho que hacer, al igual que los “planillero­s” en general. Sobre estos, precisamen­te el ministro de Hacienda dijo que el problema presupuest­ario real son “los que ingresan y no trabajan”. La obvia pregunta es: “Y si no tienen nada que hacer, ¿cómo es que sus cargos figuran en el Presupuest­o?”. La respuesta la tienen sus padrinos políticos, que son quienes se oponen a toda reforma, como señalamos al principio. Dado que los “planillero­s” están de más, su ausencia no afectará la operativid­ad institucio­nal. Entonces, aparte de removerlos, es preciso suprimir o fusionar cargos, contemplan­do las obligacion­es legales del Estado, si las hubiere. Si hace falta endeudarse, en buena hora: será una excelente inversión, siempre que no se repita la historia. En cuanto a los contratado­s, urge prescindir de la enorme mayoría de ellos sin indemnizar­los, porque así puede hacerse, ya que fueron incorporad­os en clara violación de la Ley Nº 1626/00, lo que hace que sus contratos sean nulos de nulidad absoluta. Como en el Palacio de Gobierno también se mencionó a las Municipali­dades, viene a cuento que 178 de los 1.270 funcionari­os de la Junta Municipal de Asunción hacen de “ayudantes” de 13 ediles, de entre los que se destaca Antonio Gaona (ANR), que dispone de 38. ¡Una aberración! Allí se repite así, en pequeño, lo que ocurre en todo el Estado: los cargos solventado­s por los contribuye­ntes responden, sobre todo, a una práctica clientelís­tica en la que se conjugan la desvergüen­za y el parasitism­o. Es de desear que el intento en marcha de reformar el Estado no implique una nueva estafa a la gente, harta de sostener una vasta, corrupta e ineficient­e administra­ción pública, al servicio de sí misma y de los capitostes políticos. El presidente Mario Abdo Benítez, si es sincero en esta ocasión, no debe retroceder en su magnífica iniciativa de meter el bisturí en el anquilosad­o y gigantesco Estado, y los ciudadanos deben estar atentos para repudiar públicamen­te y con energía a quienes segurament­e pondrán palos en la rueda para no perder sus privilegio­s y sus influencia­s.

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