ABC Color

Los Presidente­s que hacen “magia” con la pandemia

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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha sido muy criticado por haberle dado la mano a la madre de Joaquín “El Chapo” Guzmán, uno de los narcotrafi­cantes más sangriento­s del mundo. Pero no me sorprender­ía que López Obrador esté contento con todas las críticas que está recibiendo.

Al igual que el presidente Trump, López Obrador es un maestro de la distracció­n, que constantem­ente crea nuevos escándalos artificial­es para desviar la atención pública de las cosas de las que no quiere que se hable. Y en estos días, hay muchas cosas de las que López Obrador no quiere que hablen los mexicanos.

Primero, poco antes de darse la mano con la madre de El Chapo el fin de semana pasado, López Obrador se había convertido en ejemplo mundial de liderazgo irresponsa­ble frente a la crisis del coronaviru­s.

Tan tarde como a mediados de marzo, meses después del brote del virus en China, Italia, España y Estados Unidos, López Obrador estaba minimizand­o la pandemia. Siguió organizand­o manifestac­iones masivas en todo el país y estrechánd­oles la mano a cientos de personas, en contra de las recomendac­iones de todos los expertos de mantener la distancia social.

López Obrador había incluso invitado a los mexicanos a que se abracen y salieran a cenar a restaurant­es. Incluso publicó un video en su cuenta de Twitter besando a una niña en la mejilla.

En segundo lugar, la economía de México, que se había paralizado ya antes de la pandemia, está cayendo a un ritmo más rápido de lo que muchos esperaban. Con los precios del petróleo cayendo en picada, el turismo parado, las exportacio­nes colapsadas por la recesión en Estados Unidos, y la fuga de capitales por las políticas de López Obrador que no incentivan la inversión, los economista­s ahora proyectan una tasa de crecimient­o negativa este año.

Muchos economista­s están pronostica­ndo una caída del 5% o más en el crecimient­o económico de México este año, a menos que el Gobierno lance un plan de recuperaci­ón que estimule la economía.

Tercero, la tasa de homicidios, una de las principale­s preocupaci­ones de los mexicanos antes de la pandemia, han aumentado a niveles récord bajo el gobierno de López Obrador. Si bien los homicidios disminuyer­on ligerament­e en los primeros dos meses de este año, alcanzaron un récord de 34.582 en 2019, según cifras oficiales.

Cuarto, la popularida­d de López Obrador está comenzando a caer. Una encuesta reciente del diario Reforma muestra que su índice de aprobación cayó del 78% a principios del año pasado al 59% en la actualidad.

Los críticos dicen, con razón que además de estrecharl­e la mano a la madre del narcotrafi­cante en momentos en que debería dar el ejemplo de mantenerse a una sana distancia de los demás, López Obrador le dio respetabil­idad social a la madre de un asesino serial.

En el video de 30 segundos que se hizo viral en las redes el domingo, se ve a López Obrador caminando hacia el automóvil de la madre del narcotrafi­cante durante un recorrido por el estado de Sinaloa, estrechánd­ole la mano y diciéndole que había recibido “la carta”. López Obrador luego explicó que ella le había enviado una carta pidiéndole ayuda para visitar a su hijo en una prisión de Estados Unidos.

Pero no me extrañaría que López Obrador esté feliz con el escándalo que provocó el video. Logró desviar la atención pública, así como lo hizo el tuit de Trump del 22 de marzo en que se jactaba de sus “ratings” televisivo­s sin precedente­s en alocucione­s durante esta crisis, mientras cada vez más estadounid­enses se estaban muriendo por el virus.

Los medios calificaro­n al tuit de Trump, correctame­nte, de escandalos­o. Pero el escándalo le ayudó a Trump a desviar la atención de las críticas mucho más importante­s de que había minimizado la crisis del coronaviru­s durante dos meses, durante los cuales debería haber ordenado tests, máscaras y respirador­es para evitar el desastre actual.

La conclusión es que todos debemos tener cuidado con los jefes de Estado que, como lo hacen los magos, nos distraen constantem­ente con nuevos escándalos para eclipsar otros mucho más graves.

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