ABC Color

Un perfume ofrecido con generosida­d

- Hno. Tomás Sosa OFM Cap.

El Lunes Santo nos invita a recordar siempre este episodio de encuentro que se da en la casa de Marta, María y Lázaro; este último a quien Jesús había devuelto la vida. Un encuentro entre amigos que se quieren y se aprecian mucho; recordemos que Jesús se echó a llorar cuando murió Lázaro.

“Jesús le respondió: Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.

En esta ocasión tal vez Jesús pasaba por allí ya casi en tono de despedida, pues sabía lo que sucedería en los días próximos. Y como se da entre los verdaderos amigos cuando saben que tendrán que separarse por algún motivo, María le ofrece a Jesús un regalo increíble, como un recuerdo para que él no la olvide; unge sus pies con un perfume muy caro y los seca con sus cabellos. Seguro que nadie le había regalado al Señor algo tan significat­ivo como ese gesto.

El gesto de la unción, desde muy antiguo siempre estuvo ligado también a la realidad de los reyes; a quienes debían gobernar a Israel, Dios los ungía a través de algún profeta antes de iniciar su misión. Podemos afirmar entonces que María ungió a quien ella ya considerab­a Rey.

Este episodio del Lunes Santo nos invita a reflexiona­r y a preguntarn­os si Cristo Jesús es para nosotros verdaderam­ente amigo, Rey, Señor de nuestras vidas. Y si afirmamos que lo es, entonces interrogar­nos qué es lo más valioso que yo puedo ofrecerle como señal del amor que le tengo.

A los pobres los tienen siempre con ustedes…

Reconocer a Cristo como Rey de nuestras vidas tiene una implicanci­a muy concreta, y aún más en este tiempo tan exigente que nos toca a todos. Jesús tenía una predilecci­ón muy especial por los pobres, por los enfermos, por los excluidos, por los marginados, por aquellos a quienes nadie quería siquiera mirar. A ellos les devuelve la salud, la dignidad, en una palabra: la Vida.

Hoy, no solo el covid-19 está con nosotros, circulando en medio de nuestra gente. Hoy más que nunca Jesús nos recuerda que los pobres están también aquí con nosotros, que tocan a nuestra puerta, que nos piden un plato de comida, que nos solicitan un poco de ayuda.

Tal vez, este año, no tendremos la posibilida­d de hacer que el pueblo de Dios pueda sentir el agradable aroma del incienso en nuestras celebracio­nes litúrgicas. Pero con cada pedacito de pan o un simple vaso de agua que compartamo­s con alguien que necesite, estaremos elevando al cielo la mejor de las fragancias que agradan a Dios. La fragancia, el perfume del “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber”.

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