Las fronteras deben continuar cerradas.
El temido aumento de la curva del covid-19 se empieza a producir, aunque se podría decir que de una manera controlada, ya que está claro el origen de los casos identificados y estos están bajo monitoreo y en tratamiento, antes de entrar en contacto con la población en general, gracias a las medidas de aislamiento. Las cifras de infectados que nos informa a diario el Ministerio de Salud tuvieron esta semana un factor común: el grueso de ellos proviene de Brasil. Este país bordea los 150.000 infectados y está por llegar a los 10.000 fallecidos, y eso con un sistema de testeo calificado como bajo. La economía pide a gritos una desescalada del confinamiento, pero no es aún el momento de abrir las fronteras del país con Brasil, ni con ningún otro país. En el caso de los compatriotas que deben regresar, es imprescindible aplicar los protocolos más estrictos posibles, lo que, al parecer, se está cumpliendo correctamente. Es tranquilizador, por todo esto, que el presidente Mario Abdo Benítez haya asegurado ayer que “Ni pasa por nuestra cabeza abrir la frontera con Brasil”.
El temido aumento de la curva del covid-19 se empieza a producir, aunque se podría decir que de una manera controlada, ya que está claro el origen de la mayoría de los casos identificados y estos están bajo monitoreo y en tratamiento, antes de entrar en contacto con la población en general, gracias a las medidas de aislamiento. Las cifras de infectados que nos informa a diario el Ministerio de Salud tuvieron esta semana un factor común: el grueso de los infectados proviene de Brasil, nuestro vecino, aunque no está del todo claro si todos llegaron como portadores del virus o se contagiaron precisamente en los lugares de aislamiento, en los que permanecen en situación precaria. Para dimensionar la situación podemos mencionar que los primeros cien casos positivos de coronavirus se confirmaron en Paraguay entre el 7 de marzo y el 4 de abril. Solo ayer, fueron confirmados 101 nuevos casos, 97 de ellos de personas que retornaron al Paraguay desde el gigante de América del Sur. Es una progresión que supimos que ocurriría desde el principio y que también tiene que ver con la cantidad de muestras que ahora se toman. Los resultados revelados ayer, por ejemplo, corresponden a 750 muestras, mientras que al principio se tomaban unas 20 o un poco más por día. Brasil bordea los 150.000 infectados y está por llegar a los 10.000 fallecidos, y eso con un sistema de testeo calificado como bajo. “Brasil se perfila como el próximo epicentro mundial de la pandemia” tituló esta semana el periódico español El País. Para esta afirmación se basa en dos estudios recién publicados –uno de investigadores brasileños con la Universidad Johns Hopkins y otro con la de Oxford–, que indican que ese país de 210 millones de habitantes será el nuevo epicentro global de la pandemia. Los estudios con la universidad Johns Hopkins señalan que los casos en Brasil pueden alcanzar los 1,6 millones. Según las autoridades de nuestro país, entre Brasil y Paraguay hay 1.367 km de frontera. Son 929 km de límite fluvial y 438 km de frontera seca que en temporadas normales registran un flujo masivo de personas que hacen su vida entre los dos países. En las ciudades de frontera la dinámica de intercambio es intensa. Hay niños que viven en Paraguay y estudian en Brasil, comerciantes que viven en Brasil y tienen sus negocios a este lado de los límites, y para la mayoría es común dividir sus vidas entre ambos países. Ese flujo hoy está parado, y aunque la medida trajo ya serias consecuencias para el comercio y otros aspectos de la vida de quienes habitan esas regiones, el cierre de fronteras sigue siendo imprescindible para mantenernos a salvo. Esto lo decimos sin desconocer la gran cantidad de compatriotas que regresaron o que desean hacerlo desde del vecino país y que tienen el derecho de hacerlo. Para estos casos, es imprescindible aplicar los protocolos más estrictos posibles, lo que, al parecer, se está cumpliendo correctamente, sin que falten irresponsables que eluden las restricciones y ponen en peligro la salud y hasta la vida de la gente con la que tienen contacto. El caso de Brasil es particularmente grave, porque se trata de un país enorme, que a su vez tiene límites con todos los territorios de América del Sur, con excepción de Chile y Ecuador. Y también porque desde el principio de esta pandemia, declarada en marzo por la Organización Mundial de la Salud, su presidente, Jair Bolsonaro, ha demostrado una actitud negacionista, temeraria y “conspiranoica”. Él, en persona, es responsable de la expansión de la enfermedad en su país, al no tomar medidas drásticas y al dar un ejemplo negativo cuando asiste a manifestaciones masivas sin siquiera usar una mascarilla. La economía pide a gritos una desescalada del confinamiento, a la par que se mantiene el rigor de los cuidados que implican la distancia social, la atención de los adultos mayores, las medidas extremas de higiene personal y de espacios físicos. Pero no es aún el momento de abrir las fronteras del país ni con Brasil, ni con ningún otro país, por doloroso que sea para quienes dividen sus vidas o quienes tienen intereses de cualquier índole fuera de los límites patrios. Reiteramos, esto no implica que se suspendan los retornos de connacionales por cuestiones humanitarias, pero siempre de manera controlada, asegurando que toda persona que regrese al Paraguay sea aislada y cumpla con la cuarentena exigida, en condiciones dignas, pero sin privilegio alguno, como ocurrió con el empresario Karim Salum, quien recibió un trato preferencial por parte de la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, tras regresar de los Estados Unidos y se libró en principio de ir a un albergue como los demás miembros del mismo contingente. Solo la denuncia pública y la presión social hicieron que finalmente esta persona cumpliera con el aislamiento de rigor, impuesto por igual para todo aquel que llega del exterior. Hasta ayer, el 60,5% de los casos confirmados de coronavirus en Paraguay correspondían a personas que llegaron del extranjero y la gran mayoría de los restantes son de gente que tuvo contacto con ellos. La Dra. Graciela Russomando, coordinadora interinstitucional de diagnóstico, para procesar muestras de casos sospechosos de coronavirus, confirmó que mientras la carga viral de los casos positivos detectados fuera de los albergues es baja, la de aquellos que llegaron del exterior es mucho más elevada. Estos dos datos refuerzan la importancia de que por ahora sigue siendo impensable abrir las fronteras y que es clave que las personas que regresan del exterior pasen la temporada de rigor en albergues, aislados de la población general, pero en condiciones dignas y sin que estos sitios representen para ellos un peligro. Es tranquilizador, por todo esto, que el presidente Mario Abdo Benítez haya asegurado ayer que “Ni pasa por nuestra cabeza abrir la frontera con Brasil”. Esto, aun cuando reconoció que se está controlando la pandemia y que “vemos con optimismo la primera semana de cuarentena inteligente”, pese a lo cual pidió a la ciudadanía que no se relaje. En efecto, en esta etapa del desconfinamiento y las siguientes, todos debemos seguir con el máximo rigor las medidas de cuidado personal, de nuestras familias y de los espacios comunes que compartimos. De este modo evitaremos que la curva de infectados siga creciendo y podamos retornar paulatinamente a la normalidad.