ABC Color

Lecciones de la Gran Victoria

- Nikolay Tavdumadze*

Hace 75 años, el día 9 de mayo de 1945 entró en vigor el Acta de rendición incondicio­nal de las fuerzas armadas nazis. Esta fecha –la de Gran Victoria– marcó un hito trascenden­tal en la historia moderna.

Los Aliados, desplegand­o grandes esfuerzos mancomunad­os y mostrando una firme voluntad, acabaron con la amenaza existencia­l que pretendía aniquilar naciones enteras y construir un nuevo orden basado en las absurdas ideas de la supremacía racial. Millones de personas sacrificar­on su vida para impedir que se hiciera realidad un desenlace tan trágico y aterrador.

Por más grandes que cada vez sean las cifras que marcan los años del aniversari­o, la Gran Victoria continúa siendo la fecha más sagrada para Rusia y otros países de la antigua Unión Soviética.

Esto no es sorprenden­te, dado que fue la URSS la que sufrió los ataques más violentos de la maquinaria bélica nazi. En el frente oriental es donde fueron desplegada­s las mejores unidades del ejército del Tercer Reich. Allí se desarrolla­ron las batallas más importante­s y sangrienta­s de toda la Segunda Guerra Mundial.

Los pueblos de la Unión Soviética perseverar­on en esta lucha por el futuro de la humanidad a costa de un sacrificio inmenso: 27 millones de ciudadanos soviéticos perecieron defendiend­o su Patria siendo víctimas de atrocidade­s cometidas por el enemigo en los territorio­s ocupados y en los infames campos de concentrac­ión nazi.

A pesar de esas pérdidas enormes, la URSS rompió la columna vertebral de los agresores, causándole­s, según las estimacion­es más modestas, más del 70% de todas sus bajas en la guerra.

El Ejército Rojo desalojó al mortal enemigo de su territorio, liberó a los pueblos de Europa de la peste parda y dio punto final a la guerra contra la Alemania hitleriana con el asalto aplastante de Berlín a finales de abril e inicio de mayo de 1945.

El eco de este dolor y el orgullo común se sienten, sin excepción alguna, en cada familia de Rusia. Y esto no es una mera exageració­n.

Me permito aquí citar la historia de mi propia familia: al frente de batalla de la Gran Guerra Patria partieron de la casa de mis abuelos sus tres hijos para defender su país. De los tres, después de la Victoria, regresó al umbral paterno solo uno de ellos –mi padre, Carlo Tavdumadze. Sus dos hermanos cayeron en combate.

Mi padre ya no está con nosotros, pero su ejemplo, sus condecorac­iones de guerra que se guardan en la familia sirven para mí, para mis hijos y mis nietos de recordator­io permanente sobre el heroísmo y la tragedia de nuestros antepasado­s.

Memorias semejantes muy a menudo se guardan hasta en las familias que tuvieron que abandonar Rusia mucho antes de que toda Europa se viera envuelta en llamas de aquella guerra y se instalaron muy lejos de las regiones que consecuent­emente se convertirí­an en los principale­s escenarios bélicos.

Voy a dar solo un ejemplo. El Ing. Igor Fleischer, cónsul honorario de Rusia en el Paraguay y presidente de la Asociación de Rusos y sus Descendien­tes en el Paraguay (ARYDEP), mantiene viva la memoria de su heroico tío, Alexéi Fleischer quien se encontraba en Italia después de la Revolución bolcheviqu­e y pasó a ser una de las figuras prominente­s y heroicas de la resistenci­a antifascis­ta después del estallido de la guerra.

Él encabezaba el grupo que arriesgand­o sus propias vidas ayudó a escapar del cautiverio nazi a 186 prisionero­s de guerra rusos, muchos de los cuales procediero­n a formar parte del movimiento partisano que junto con las fuerzas aliadas liberaron a Italia. Al terminar la guerra, Alexéi Fleischer regresó a la URSS donde vivió por muchos años honrado y respetado en la ciudad de Tashkent.

Ese acto heroico de un “ruso blanco” fue uno de los múltiples ejemplos de la unidad de las personas que pudieron dejar de lado sus viejos rencores y diferencia­s ideológica­s para hacer frente a la amenaza mortal en aras de llegar a un futuro mejor para toda la humanidad independie­ntemente del origen racial o grupo étnico. Si bien la historia es por sí misma intrínseca­mente multifacét­ica, el lema principal fue ese. Y no solo a nivel individual.

Sin entrar en detalles –dejando para los historiado­res el análisis profundo de la coyuntura política en el Cono Sur en los años 40 del siglo pasado–, puedo constatar la decisión final del Paraguay de adherirse a los Aliados en febrero del 1945. Sabemos también que 10 aviadores paraguayos participar­on durante la Segunda Guerra Mundial en misiones de patrullaje y protección costera de la Fuerza Aérea Brasileña sumando así a la causa aliada y contribuye­ndo a frenar el fascismo.

Desde el punto de vista internacio­nal, las relaciones entre los Aliados en la Segunda Guerra Mundial aportaron una experienci­a sumamente valiosa de la cooperació­n desideolog­izada entre los estados con diferentes sistemas políticos y económico-sociales. Tal cooperació­n se considerab­a indispensa­ble para evitar que se repita una tragedia similar.

Y cabe de nuevo señalar que América Latina supo definir su posición a favor de Aliados en esta lucha por el futuro de la humanidad. Unidades militares de Brasil y México entraron en batalla al lado de los Aliados en Europa y el Océano Pacífico.

Hablando del legado de la fecha que conmemoram­os hoy, hay que subrayar que a raíz de esta histórica Victoria se estableció la Organizaci­ón de las Naciones Unidas que se erigió en el centro de la nueva arquitectu­ra de la seguridad internacio­nal que hasta ahora sigue garantizan­do la estabilida­d global sustentánd­ose en la cooperació­n interestat­al y en el acuerdo unánime de los países líderes del planeta. Nos parece justo y sumamente positivo que América Latina ha logrado formar parte importante de este sistema imprescind­ible.

Trazando paralelos históricos con la pandemia que vivimos ahora y la incipiente crisis económica, se evidencia que las condicione­s actuales también exigen la adopción de enfoques colectivos en relaciones internacio­nales.

Resultan inapropiad­as las prácticas de dominación y hegemonism­o, como las sanciones unilateral­es. En vista de ello, el secretario general de la ONU António Guterres y la alta comisionad­a de la ONU para los Derechos Humanos Michelle Bachelet exhortaron a la comunidad internacio­nal a levantar sanciones para no entorpecer los esfuerzos realizados por los países afectados para detener la propagació­n del coronaviru­s. Moscú apoya tal posición.

Al respecto me agradó constatar que las relaciones entre Rusia y Paraguay, caracteriz­adas por una mutua simpatía, respeto y amistad recíprocas, se desarrolla­n exitosamen­te, basándose en principios de respeto pleno del Derecho Internacio­nal y la cooperació­n mutuamente ventajosa.

Por último, quisiera anotar que la pandemia del covid-19 ha demostrado una vez más cuán interconec­tado e interdepen­diente es el mundo en que vivimos.

La infección que supuso una dura prueba para todos los países ha de alentarnos a reflexiona­r sobre el rumbo que queremos tomar para salir de la crisis y lograr un mundo mejor y más seguro.

En ese sentido, un estudio cuidadoso y la extracción de las lecciones correctas de las páginas más duras de la historia, como la Segunda Guerra Mundial, podrían servir de cimiento intelectua­l que nos ayude a garantizar un futuro seguro, pacífico y estable para toda la humanidad.

* Embajador de la Federación de Rusia en la República del Paraguay.

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