ABC Color

Napoleón en cuarentena

- ■ Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

“Si quieres que algo sea hecho, nombra a un responsabl­e. Si quieres demorarlo eternament­e, designa a una comisión”. La idea, palabras más, palabras menos, atribuida a Napoleón Bonaparte, es la primera que vino a la mente cuando el miércoles por la noche el Presidente de la República anunció en un mensaje grabado y emitido en cadena nacional, la conformaci­ón de una nueva comisión.

Bajo el nombre de Comisión Especial de Supervisió­n y Control de Compras Covid-19 (CESC), la nueva comisión creada dentro del Estado fue presentada como la responsabl­e de fiscalizar todas las compras y contrataci­ones realizadas con el presupuest­o asignado por la ley de emergencia financiera.

Al frente de esta comisión el presidente nombró como coordinado­r general al exfiscal, exsenador y actual secretario antidrogas Arnaldo Giuzzio.

El órgano se agrega así a una larga lista de instancias de control administra­tivo dentro de la maraña burocrátic­a del Estado, pasando por la propia Secretaría Nacional Anticorrup­ción, la Contralorí­a General de la República, la Dirección Nacional de Contrataci­ones Públicas, la auditoría del Poder Ejecutivo y las auditorías internas en cada institució­n, además de las unidades de transparen­cia y anticorrup­ción existentes en varias de estas institucio­nes. Eso sin hablar de otras instancias de control dependient­es de los demás poderes del Estado.

En principio nadie podría oponerse a más control si este beneficia a la administra­ción honrada del dinero público, pero el problema es la sensación instalada que existe de que estos anuncios rimbombant­es bajo estruendos­os títulos solo sirven para ganar tiempo y generar la sensación de que algo se está haciendo.

Así tenemos ahora que esta nueva comisión está integrada por el propio secretario anticorrup­ción, pero bajo la coordinaci­ón del ministro antidrogas, que ejercerá en paralelo ambas funciones.

Por ello es que decía que consideran­do que existe toda una Secretaría Nacional Anticorrup­ción que ya podría haber hecho este control, la única explicació­n que encontraba era la necesidad de tratar de aprovechar la imagen de Arnaldo Giuzzio para recuperar un poco de confianza tras los últimos sospechoso­s procesos de compra de tapabocas, agua tónica y otros insumos.

Mi compañero de programa en la 730AM, Roberto Sosa, le agregó la idea de que quizás la intención sea colocar a Giuzzio como un filtro más para intentar alejar a aquellos allegados del poder que intentan darle un zarpazo a la torta presupuest­aria especial aprobada para enfrentar a esta emergencia.

Como fuere, este nuevo órgano burocrátic­o deberá dar resultados concretos en corto tiempo, ya que hasta aquí los procesos bajo sospecha solo terminaron con la renuncia de sus responsabl­es y con decretos presidenci­ales en los que se les dan las gracias por los servicios prestados a la nación.

En entrevista en la 730AM, Giuzzio argumentab­a el jueves que la Secretaría Nacional Anticorrup­ción tiene a su cargo el diseño de las políticas públicas contra la corrupción, que “no tiene la fortaleza logística para tomar el monstruo que es el Ministerio de Salud”, y que esta comisión sí podrá hacer un trabajo interinsti­tucional de control.

Giuzzio adelantaba que piensa emplear también a funcionari­os de la Secretaría Nacional Antidrogas en los trabajos de inteligenc­ia que deben hacerse, para investigar a las empresas de maletín que se crean exclusivam­ente con la intención de manotear el dinero público.

La confianza está dañada y hay demasiado dinero en juego, por lo que no existe margen de error para esta comisión. De lo que sus miembros concluyan a corto plazo dependerá decir si el temperamen­tal Bonaparte tuvo una vez más razón y no asistimos una vez más, como en tantas otras oportunida­des, a un previsible espectácul­o de fuegos artificial­es.

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