Napoleón en cuarentena
“Si quieres que algo sea hecho, nombra a un responsable. Si quieres demorarlo eternamente, designa a una comisión”. La idea, palabras más, palabras menos, atribuida a Napoleón Bonaparte, es la primera que vino a la mente cuando el miércoles por la noche el Presidente de la República anunció en un mensaje grabado y emitido en cadena nacional, la conformación de una nueva comisión.
Bajo el nombre de Comisión Especial de Supervisión y Control de Compras Covid-19 (CESC), la nueva comisión creada dentro del Estado fue presentada como la responsable de fiscalizar todas las compras y contrataciones realizadas con el presupuesto asignado por la ley de emergencia financiera.
Al frente de esta comisión el presidente nombró como coordinador general al exfiscal, exsenador y actual secretario antidrogas Arnaldo Giuzzio.
El órgano se agrega así a una larga lista de instancias de control administrativo dentro de la maraña burocrática del Estado, pasando por la propia Secretaría Nacional Anticorrupción, la Contraloría General de la República, la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas, la auditoría del Poder Ejecutivo y las auditorías internas en cada institución, además de las unidades de transparencia y anticorrupción existentes en varias de estas instituciones. Eso sin hablar de otras instancias de control dependientes de los demás poderes del Estado.
En principio nadie podría oponerse a más control si este beneficia a la administración honrada del dinero público, pero el problema es la sensación instalada que existe de que estos anuncios rimbombantes bajo estruendosos títulos solo sirven para ganar tiempo y generar la sensación de que algo se está haciendo.
Así tenemos ahora que esta nueva comisión está integrada por el propio secretario anticorrupción, pero bajo la coordinación del ministro antidrogas, que ejercerá en paralelo ambas funciones.
Por ello es que decía que considerando que existe toda una Secretaría Nacional Anticorrupción que ya podría haber hecho este control, la única explicación que encontraba era la necesidad de tratar de aprovechar la imagen de Arnaldo Giuzzio para recuperar un poco de confianza tras los últimos sospechosos procesos de compra de tapabocas, agua tónica y otros insumos.
Mi compañero de programa en la 730AM, Roberto Sosa, le agregó la idea de que quizás la intención sea colocar a Giuzzio como un filtro más para intentar alejar a aquellos allegados del poder que intentan darle un zarpazo a la torta presupuestaria especial aprobada para enfrentar a esta emergencia.
Como fuere, este nuevo órgano burocrático deberá dar resultados concretos en corto tiempo, ya que hasta aquí los procesos bajo sospecha solo terminaron con la renuncia de sus responsables y con decretos presidenciales en los que se les dan las gracias por los servicios prestados a la nación.
En entrevista en la 730AM, Giuzzio argumentaba el jueves que la Secretaría Nacional Anticorrupción tiene a su cargo el diseño de las políticas públicas contra la corrupción, que “no tiene la fortaleza logística para tomar el monstruo que es el Ministerio de Salud”, y que esta comisión sí podrá hacer un trabajo interinstitucional de control.
Giuzzio adelantaba que piensa emplear también a funcionarios de la Secretaría Nacional Antidrogas en los trabajos de inteligencia que deben hacerse, para investigar a las empresas de maletín que se crean exclusivamente con la intención de manotear el dinero público.
La confianza está dañada y hay demasiado dinero en juego, por lo que no existe margen de error para esta comisión. De lo que sus miembros concluyan a corto plazo dependerá decir si el temperamental Bonaparte tuvo una vez más razón y no asistimos una vez más, como en tantas otras oportunidades, a un previsible espectáculo de fuegos artificiales.