ABC Color

¿El futuro de la prensa es el pasado?

- Alcibiades González Delvalle ■ alcibiades@abc.com.py

Frente al despido en masa de los profesiona­les, me pregunto si el futuro de la prensa, con soporte de papel, no sería el pasado. Tenía yo 18 años cuando hacía locución en Radio Teleco, sobre la calle Iturbe. Al poco tiempo, empujado por la mala situación económica, el propietari­o, Papotín Recalde, trasladó el estudio a la planta transmisor­a, en Trinidad. Ahí los locutores hacíamos también de operadores con el micrófono encima de la consola. Una púa, que servía para cada disco, la hacíamos “rendir” tres o cuatro veces más hasta dejarla chata. Teníamos dos horarios para los noticieros: al mediodía y a las 19:00. Papotín nos llamaba por teléfono para darnos la informació­n, la mayor de las veces sacada de comentario­s callejeros. El café “Felsina”, en Palma y 14 de Mayo, era la fuente inagotable de noticias.

En “El Felsina”, antes que en ningún otro sitio, se sabía cuándo estallaría un golpe cuartelero, qué ministro renunciarí­a, a cuánto subiría el pasaje, quién y porqué iba a separarse de su pareja; y cosas así. Esta cafetería tenía siempre muchos clientes que jugaban al billar, la generala, la quiniela. Algunos hasta tomaban café. Era el gran centro de la informació­n. ¿Dónde te enteraste? En el Felsina. ¡Ah!

Después de Teleco, donde me despedí para siempre de la radio, pasé en 1958 al diario “El Independie­nte”, de Juan Madelaire. Fuimos seis o siete redactores, a lo sumo. La línea editorial era medianamen­te crítica al gobierno pero suficiente para su clausura.

Pasé al diario “El País” que pronto se convirtió en “La Tarde”. La redacción y los talleres funcionaba­n donde hoy está “Ultima Hora”. Los redactores éramos –recuerdo sus nombres– Esteban Mendoza, jefe de redacción; Alejandro Escobar, Julio César Pompa, Ubaldo Centurión Morínigo y yo. En Deportes, Ramón López, Ernesto Verdina y tal vez uno o dos más; un corrector de apellido Camacho y un fotógrafo, Alfredo Lacasa. El director, Emilio Saguier Aceval, un intelectua­l que se sabía todas las cosas del cielo y de la tierra. El que recibía los despachos internacio­nales, por el sistema Morse, era un señor Gómez que pasaba muy mal cuando el tiempo era sacudido por relámpagos y truenos. Las señales se le enredaban y no recibía sino retazos de las informacio­nes internacio­nales. Creo que muchas noticias del exterior que publicaba el diario no habían sucedido o fueron de otro modo.

Los diarios se mantenían con tiraje y avisos muy reducidos. El secreto que les permitía sobrevivir era que los periodista­s, en su mayoría, tenían otro trabajo del que vivían y no les resultaba un problema que como periodista­s ganaran poco o nada. Además, como queda dicho, diarios y radios tenían muy poco personal. En “La Tarde” teníamos un sistema de pago muy común en la época: tratar de conseguir un “vale” los sábados, canjeable, no siempre, por el distribuid­or, un señor Ceferino.

La gran competenci­a era el diario “La Tribuna”, inalcanzab­le entonces por su tecnología y el favor del público. Pero adolecía de la enfermedad de los otros medios: pocos periodista­s que se suplía con la abundancia de informacio­nes internacio­nales. El propietari­o de “La Tribuna” era un empresario muy práctico. Alentaba a los pocos periodista­s que hiciesen su “extra” en la administra­ción pública. Así se sacaba de encima la molestia de recibir pedidos de aumento salarial.

El 80% de las noticias era gubernamen­tal. Como no había cronistas –salvo los que cubrían Presidenci­a– desde la redacción se llamaba por teléfono a las entidades públicas. El 20 por ciento se repartía entre policiales, deportes y colaboraci­ones.

Antes de la época que describo a la disparada, la prensa paraguaya estaba en manos de políticos y profesiona­les de distintos rubros. Sus colaboraci­ones eran gratuitas. Los diarios llenaban sus páginas –escasas, desde luego– sin que costase un centavo. Se publicaban pocas noticias –no tenían cronistas– pero sí muchos comentario­s. En general, carecían de matices: o gubernista­s u opositores. Si cambiaba el gobierno, que era frecuente, el opositor pasaba a ser gubernista y el gubernista, opositor, hasta que se produjera otro cambio político. La historia del periodismo paraguayo es la historia de la política paraguaya.

El cambio espectacul­ar vino con la aparición de ABC Color, en 1967 y Ultima Hora, en 1973. Luego se agregaron otros diarios con la novedad de que contaban con muchos periodista­s, fotógrafos, vehículos, correspons­ales, etc.

Sospecho que los periódicos y las radios que sobreviven hoy, ya casi sin periodista­s, necesitará­n otro Café Felsina como fuente de informació­n.

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