Necesitamos varios planes
Hoy se cumplen 68 días de cuarentena en el Paraguay. Todo este tiempo vivimos como si fuera “una guerra civilizada”, con un tendal de muertos y heridos, literal y metafóricamente hablando.
Dos meses fue suficiente para darnos cuenta de nuestras falencias como Estado y también de nuestras virtudes. ¿Qué debemos seguir haciendo y qué no? ¿Qué tenemos que cambiar y qué tenemos que crear o imitar de otros países si queremos sobrevivir?
Hay muchos planes que urgentemente el Estado paraguayo debe poner en práctica porque como estamos “en guerra” no sabemos cuándo va a terminar todo esto y tampoco podemos sentarnos a esperar que concluya porque estamos perdiendo un tiempo tremendamente valioso.
El primer plan que se lanzó desde el Poder Ejecutivo es la reforma del Estado. Esta iniciativa es de urgente aplicación en el Paraguay y queremos creer que va a llegar a buen puerto y que no solo sea un golpe de marketing para darle cierta tranquilidad a la ciudadanía.
Con o sin pandemia, la reforma del Estado siempre tuvo que ser el primer plan de todo gobierno paraguayo desde 1989 a hoy. Pero las autoridades de turno de diferentes administraciones en complicidad con sus bases políticas instaladas en diferentes poderes se encargaron de hacer todo lo contrario: agrandar el Estado para repartir los rubros a los correligionarios y establecer alianzas con “prósperos empresarios” para asaltar las jugosas licitaciones. ¿Para qué lo hicieron? Para ganar electores, mantenerse en sus cargos y lograr financiamiento.
Tuvo que aparecer el covid-19 para que el Ejecutivo reflote forzosamente el ambicioso proyecto de la reforma estatal. Para que tenga realmente efecto debe ser serio, abarcante y estable. Será un simple cuento la iniciativa, si no se incluyen supresión de instituciones públicas que se superponen entre sí, disminución de funcionarios públicos, reducción de salarios y beneficios groseros (incluyendo las binacionales) y redireccionamiento de gastos superfluos para la Salud Pública, Educación y otros sectores de gran importancia como agua potable, desagüe cloacal y vías de comunicación.
Hasta el momento se desconoce los detalles del proyecto, que tropezará con un gran obstáculo: El Congreso nacional, con una mayoría de colorados y liberales, no sabemos si darán prioridad a sus objetivos personales o legislarán en favor de la necesidad del país. Por una cuestión de supervivencia política inclusive, los legisladores deberán pensar mucho más allá de sus seccionales y comités porque serán castigados en las urnas duramente en unas próximas elecciones. Si no creen, pueden seguir defendiendo los zoquetes.
El Poder Judicial y el Ministerio Público deben comprometerse también en este plan de reforma no solo recortando su presupuesto sino aferrándose a los códigos y ya no sometiéndose a los acuerdos políticos. Si no hay justicia, no hay sociedad.
En esta pandemia la Fiscalía General del Estado dudó para hacer ciertas imputaciones pero la ciudadanía le obligó y tuvo que ceder.
El plan que no estamos viendo es del seguro del desempleo, que si teníamos vigente, no le iba a obligar al Ejecutivo a endeudarse con cifras millonarias. Con seguridad, esta iniciativa será muy resistida pero es necesaria.
Otro gran desafío para el Estado paraguayo es la reactivación económica inteligente y la consecuente creación de empleos para los compatriotas que llegan desde el exterior, que sumados a los que ya viven en el país, se convierten en un grave drama social, que necesita una respuesta rápida. Repartir ayudas y subsidios son apenas paliativos y no planes sustentables en el tiempo.