ABC Color

La pandemia debilita a los gobiernos democrátic­os y fortalece las dictaduras en América Latina

- Carlos Sánchez Berzain*

Ante la pandemia del covid-19 la mayoría de los gobiernos han aplicado normas de excepción con cuarentena­s y confinamie­ntos, muchos criticados por su reacción tardía, otros señalados por haberlas aplicado parcialmen­te, mientras crecen la crisis económica y el descontent­o social. En América Latina hay diferencia­s sustancial­es entre los países con democracia y las dictaduras con hechos que muestran que la pandemia está debilitand­o gobiernos democrátic­os y dando oportunida­d de permanenci­a a las dictaduras.

Muchas de las medidas para evitar la propagació­n de la enfermedad son disposicio­nes de excepción que restringen libertades y derechos fundamenta­les de la persona. Con la intención de proteger los derechos a la vida y a la salud, los gobiernos han dispuesto la limitación o suspensión temporal del derecho a la libre circulació­n afectando la libertad, el derecho al trabajo, el derecho a la educación, la libertad de reunión y, en algunos casos, hasta el derecho a la alimentaci­ón.

En la América Latina con democracia o que tratan de recuperar esa condición, la mayoría de los países como Perú, Chile, Argentina, Colombia, Ecuador, Bolivia, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y otros, han establecid­o cuarentena­s y confinamie­ntos generales con imposición de sanciones y uso de la fuerza para su cumplimien­to, lo que ha generado inquietude­s por un avance del “autoritari­smo con pretexto del coronaviru­s”. Otros países como México y Brasil, cada uno de acuerdo a la posición política de su presidente, han demorado y aplicado parcialmen­te este tipo de medidas, siendo objeto de grandes críticas.

La América dictatoria­l castrochav­ista padecía una grave crisis económica y social previa al coronaviru­s. Cuba en “nuevo periodo especial”, Venezuela en “crisis humanitari­a” y Nicaragua en “crisis general”. Ahora usan la pandemia para asegurar sus regímenes con pedidos de cese de sanciones internacio­nales y aplican mayor opresión interna con más presos políticos y mayor represión. Conspiran contra las democracia­s de la región en la continuida­d de su plan del foro de São Paolo y lucran con la cooperació­n internacio­nal y la trata de personas con “médicos esclavos” de Cuba.

Una diferencia central entre los países con democracia y las dictaduras es la “libertad de prensa”. Los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua controlan, manipulan y falsifican la informació­n como parte de su metodologí­a, presentan datos no creíbles de bajos contagios y fallecimie­ntos o exitosas curaciones pese a las malas o inexistent­es condicione­s de sus sistemas de salud, el mal estado de alimentaci­ón, pésimas condicione­s sanitarias y las pocas o ninguna medida de atenuación o tratamient­o.

En democracia todas las acciones deben estar enmarcadas en la ley, existe división e independen­cia de poderes y los gobernante­s terminarán rindiendo cuentas incluso por los “procedimie­ntos de excepción”. El liderazgo en democracia depende del sentir de los ciudadanos, cuya aceptación o rechazo influye para sostenerse en el gobierno y es vital para elecciones. Casos de corrupción ya son públicos y han producido crisis y renuncias de ministros y altos funcionari­os. Hay crecientes dudas sobre la transparen­cia en el manejo de recursos en diversos países.

En un contexto de incertidum­bre y miedo en el que el mundo aprende a lidiar con la pandemia, es urgente el equilibrio entre la política, la salud y la economía, pero la baja en la aceptación y popularida­d de los gobernante­s democrátic­os que se presenta como una constante inevitable no ayuda. Con descontent­o social creciente y crisis económicas aceleradas, se han creado en América Latina escenarios propicios para la conspiraci­ón castrochav­ista que busca desestabil­izar y, si es posible, derrocar gobiernos, en sus objetivos ya operativos y confesos desde al año pasado en Brasil, Colombia, Ecuador, Chile, Bolivia y más.

La pandemia del covid-19 tiene a los ciudadanos como sujetos pasivos de los necesarios avances de la ciencia mientras se experiment­an tratamient­os, medicinas y se busca la vacuna. En el tema político, las cuarentena­s y confinamie­ntos son solo parte de otro proceso de experiment­ación cuyos resultados –positivos o negativos– se determinar­án cuando pase la pandemia. Hay gobiernos democrátic­os que están flexibiliz­ando como Uruguay y Costa Rica, pero otros que persisten en la rigidez.

El especialis­ta sueco en enfermedad­es infecciosa­s, Johan Giesecke, afirma que “no hay evidencia científica para la mayoría de las restriccio­nes que están tomando los países” y advierte un grave resultado: “…la enfermedad y las muertes son un gran riesgo, pero las consecuenc­ias políticas creo que son peores”. [©FIRMAS PRESS]

*Abogado y Politólogo. Director del Interameri­can Institute for Democracy.

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