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Aquel 30 de octubre de 1988, el estadio del Entertainment Center de Melbourne vio una de las consagraciones más grandes que tuvo el salonismo, con la humilde Albirroja que se apoderaba del trofeo mundial contra los brasileños que enfilaban a los 1.000 juegos internacionales invictos, desde el 57 y con todo su poderío aún en fútbol de salón.
El primero de tres consagraciones ecuménicas, en este tercer mundial, llegaba destronando a una selección verdeamarilla que parecía imbatible en la época.
La poderosa canarinha del fútbol chico, que venía con 920 juegos internacionales invictos, ya había saboreado los dos títulos mundiales anteriores, en el ‘82 en su tierra y en el ‘85 en España, contra los nuestros y contra los ibéricos, respectivamente.
Sin embargo, los guaraníes estaban mentalizados, no solo con la esperanza, la ilusión y el sueño de coronarse en la tierra de los canguros, sino sobretodo con una gran preparación física.
Paraguay había conquistado el subcampeonato del mundo en el primer mundial y el bronce en el segundo, cayendo 0-1 contra Brasil en la final y goleando 10-3 a Argentina para completar el podio, respectivamente.
En la memorable final del ‘88, el “artista” Luis Alberto González, uno de los íconos vivientes del San Alfonso de finales del ‘70 y principios del ‘80, resguardó la portería, acompañado del poste Óscar Basualdo, los laterales Miguel Martínez, Carlos Salinas y el pívot Ramón Carosini, uno de los mejores jugadores que el salonismo vio en toda su historia. También ingresaron el veloz Hugo Villamayor y sólido marcador José Carlos Romero.
ABC cerrado. En la época nuestro diario permanecía cerrado por la Dictadura Stronista, por lo cual no pudo documentar este hecho histórico en el momento preciso, como es costumbre.
Martínez el ídolo goleador. Apenas empezó a rodar el balón, a los 52“, Ortiz ponía el 1-0 a favor de Brasil y las cosas cambiaban radicalmente teniendo que replantear la táctica. Un baldazo de agua fría, un gol tempranero que muchas veces puede abrir las puertas a una goleada.
Pero sin desesperación, la dupla Miguel Ángel Alarcón y Eladio Báez, reescribieron en la plancheta y el diagrama táctico empezó a dar frutos a los 12’08” con jugada de pelota parada. Amague del mago Carosini y el derechazo de Martínez, para ir a los vestuarios con el 1 a 1.
En la complementaria, los brasileños no se resignaban y cargaban contra la portería de González y las tapadas magistrales a su fiel estilo, retumbaron en Oceanía.
La garra guaraní no se amilanó y a los 17’44” llegaba otro bombazo de Martínez para que el histórico portero brasileño Panza, engulliera el balazo, visitando con resignación las redes y casi sin ver aquel balón, previa jugada entre el artesano Villamayor y el pase de taquito de Carosini.
Los corazones guaraníes presionaban para salir del pecho en lo que restó de tiempo y sobretodo en cada embate rapai, que no conoció de la efectividad necesaria.
Los jugadores que hicieron posible la hazaña: Luis Alberto González, Flaminio López, Gilberto Pagliaro, Demetrio Frágueda, Silvio
Arévalos, Óscar Basualdo, Ramón Carosini, Gualberto Martínez, Hugo Villamayor, Miguel Martínez, Carlos Salinas y José Carlos Romero. El resto de la delegación compatriota: el titular de la FPFS ya desde esa época hasta hoy, Rolando Alarcón Ríos, con el adiestrador Miguel Ángel Alarcón, hermano del presidente, Eladio Báez como Asesor Técnico, Mario Lezama como Coordinador, el Preparador Físico Juan Carlos Tabarelli y el médico José Mayans.
La selección paraguaya volvería a conquistar otros dos laureles, en 2003 y 2007, para ser tricampeona junto a Colombia que ostenta también tres títulos (2.000, 2011 y 2015). Brasil ganó los dos primeros mundiales y luego se llamó a silencio, mandando su poderío al fútbol chico de la FIFA. Argentina, la campeona vigente, ganó también el cetro del ‘94, mientras que Portugal lo hizo en el ‘91 y Venezuela en el ‘97, completando la galería dorada de los 12 mundiales del salonismo. La albirroja fue subcampeona en Italia’91, así como en Colombia 2011 y Bielorrusia 2015, llenando de copas a la vitrina más gloriosa del deporte colectivo paraguayo a nivel de selecciones.