Más que compras a ciegas, un pozo ciego.
Palabras más, palabras menos, el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, sugirió ayer que comprar insumos médicos de China es como comprar en un gran supermercado, a ciegas, “como todo el mundo”. La infeliz expresión podría ser aceptable en un jefe de compras de una despensa, pero es inconcebible en el rubro de la salud y menos en un ministro responsable de la compra de suministros sanitarios para batallar contra el covid-19. Esta expresión explicaría en toda su dimensión cómo fue posible aceptar, tolerar y hasta casi justificar la amañada licitación que se dirigió desde el Ministerio de Salud para favorecer a las empresas del clan Ferreira. Pero el ministro de Salud todavía está a tiempo de ser recordado como el administrador ideal de los primeros críticos momentos, el hombre que con templanza y sencillez capeó y atravesó con éxito el primer huracán. Para ello deberá hacer lo que aún no está haciendo: dar urgentemente un sablazo a los hechos de corrupción que se ventilan en su ministerio.
Palabras más, palabras menos, el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, sugirió ayer que comprar insumos médicos de China es como comprar en un gran supermercado, a ciegas, “como todo el mundo”. La infeliz expresión podría ser aceptable en un jefe de compras de una despensa, pero es inconcebible en el rubro de la salud y menos en un ministro responsable de la compra de suministros sanitarios para batallar contra el covid-19. Esta expresión explicaría en toda su dimensión cómo fue posible aceptar, tolerar y hasta casi justificar la amañada licitación que se dirigió desde el Ministerio de Salud para favorecer a las empresas del clan Ferreira.
La asombrosa confesión implicaría que se adquirieron insumos chinos sin abrir los ojos y esto no es así; las contrataciones en puridad se hicieron con un clan de empresas locales, vinculadas entre sí, a las que adelantaron más de 18.000 millones de guaraníes. Aceptar que se compró a ciegas implicaría que, a sabiendas de que desconocían la calidad de los insumos, consumaron la compra, y, como era de suponer, llegaron provisiones sin calidad alguna. Vale decir, con la compra a ciegas que hicieron debemos agradecer que hayan llegado simulacros de mascarillas contra el covid-19 y no mascarillas para el próximo carnaval. Compraron con los ojos cerrados, pero se pagaron adelantos con los ojos bien abiertos. La consecuencia absolutamente lógica de esta monumental irresponsabilidad –por no decir ilegítima actividad– fue el rechazo de insumos que eran neurálgicos para preparar los hospitales y proteger la vida del personal de salud. Cuando el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, anunció el “Aislamiento General Preventivo” el 10 de marzo, dijo que el objetivo de arrinconar a la ciudadanía en sus hogares era para ganar tiempo, equipar nosocomios y proteger al personal que enfrenta la pandemia desde la primera línea de batalla. Casi 80 días después, el Gobierno no ha cumplido el pacto realizado con la ciudadanía: en lugar de insumos hay un catálogo de informes lapidarios, sumarios, investigaciones fiscales y desde ayer hasta allanamientos. En las inaceptables explicaciones que están dando autoridades y funcionarios para justificar la fallida y millonaria contratación, nadie consigue aclarar cómo es posible que Salud Pública aceptara realizar una compra de insumos que no fue autorizada… ¡por ellos mismos! Para cualquier importación relacionada a la salud humana, es la Dirección Nacional de Vigilancia Sanitaria (Dinavisa) la encargada de dar su visto bueno y permitir la circulación de los productos en el territorio paraguayo. ¿Cómo es posible que el órgano de control de la salud haya autorizado una compra de productos sanitarios sin control? Tampoco resultan convincentes las explicaciones del ministro acerca de los motivos por los cuales no se han incluido a los altos mandos en los sumarios administrativos instruidos. A decir de la Contraloría General de la República, detectaron un proceso totalmente viciado en todas sus etapas, vale decir, desde el momento del análisis de precios referenciales, pasando por elaboración del pliego de bases y condiciones, invitación a empresas oferentes, apertura de sobres, adjudicación, pago de adelantos y hasta la recepción de las mercaderías. Si TODO el proceso está viciado, ¿por qué han sido incluidos solamente funcionarios de cargos medios para abajo, no así aquellos que necesariamente debieron dar el visto bueno y hasta firmar los cheques? Mazzoleni trata de poner paños fríos a la grave situación de que hasta ahora Paraguay no posee los insumos planeados para esta altura de la pandemia, y la razón es muy sencilla: sospechas de corrupción. El ministro de Salud dijo ayer que están en marcha unas 26 licitaciones, pero, según las autoridades de Contrataciones Públicas, la mayoría está en etapa de pliego de bases y condiciones, y otros en evaluaciones. Es decir, no existe una disposición real de estos insumos que debieron haber estado ya repartidos por todos los centros hospitalarios del país. Paraguay ha ingresado en la segunda fase de cuarentena inteligente, y a juzgar por la conducta de gran parte de la población, hay mucha gente que cree que el peligro del mortífero covid-19 ha pasado. Hacinamiento dentro del transporte público, aglomeraciones de personas hasta en actividades oficiales del Gobierno, circulación callejera sin medidas básicas de protección y conductas como si nada estuviera pasando le dan otro cariz más grave a la falta de insumos. Si la temida curva de la mortífera enfermedad llegara a subir, no estamos preparados para enfrentarla como se planeó al principio. Hasta ahora, Paraguay es ejemplo en Sudamérica en términos de combate al covid-19. Se ha arrinconado en albergues a las cifras positivas provenientes del extranjero, se ingresó a una cuarentena precoz y hubo distanciamiento social. Gran parte de este éxito se debe a la disciplina de una población que obedientemente acató las directivas de sus autoridades con la promesa de habilitación de más hospitales mejor preparados, mayor dotación de insumos y mejor entrenamiento para combatir la enfermedad. La corrupción en tiempos rutinarios es inmoral e ilícita, pero la corrupción en tiempos de pandemia y fogoneada con el dinero de los pobres repartido entre autoridades y funcionarios corruptos es doblemente criminal. Julio Mazzoleni debe dejar de lado la tibieza y condescendencia de la que hasta ahora hace gala con su entorno, un equipo al que sigue defendiendo pese a haber sido ya apuntado no solo en informes de Auditoría del Ejecutivo, Contraloría y la Comisión de Vigilancia de Salud, sino, inclusive, ya se delataron entre ellos mismos. El ministro de Salud del Paraguay todavía está a tiempo de ser recordado como el administrador ideal de los primeros críticos momentos, el hombre que con templanza y sencillez capeó y atravesó con éxito el primer huracán. Para ello deberá hacer lo que aún no está haciendo: dar urgentemente un sablazo a los hechos de corrupción que se ventilan en su ministerio. Con los corruptos no se puede ser tolerante, cordial ni gentil; no existe espacio para la duda ni la paciencia cuando hay corruptelas de por medio. Si el Gobierno de Mario Abdo Benítez sigue a este paso, más que hacer compras a ciegas, está empezando a parecerse a un pozo ciego, repugnante lugar donde van a parar aguas negras, pestilentes e inmundas.