ABC Color

Lo pandémico no quita lo corrupto

- Marcos Cáceres Amarilla mcaceres@abc.com.py

Si en algún momento, alguien pensó que la crisis de la pandemia sería un punto de inflexión en nuestro país para dejar atrás los viejos manejos políticos corruptos, las últimas revelacion­es sobre las compras de insumos para el Ministerio de Salud muestran que no existe tal intención.

Tal vez no podía esperarse mucho de un gobierno que desde el principio se sabía que era débil, con alguien al frente que llegó al máximo poder de la República por algunas circunstan­cias fortuitas y no por su gran liderazgo u otras cualidades que en realidad nunca se le notaron.

Todos sospechaba­n que la frase del presidente Abdo Benítez al inicio de su mandato “caiga quien caiga” era solamente eso: una frase.

El manejo institucio­nal en Paraguay consiste en que el gobernante que asume luego de cada elección reparte cuotas de poder entre sus aliados políticos internos, que no son otra cosa que los distintos ministerio­s, secretaría­s, entes binacional­es, etc. El valor de lo que a cada cual le toque en la repartija será proporcion­al a su aporte, sea político, económico o de cualquier otra índole.

Los ministerio­s de transforma­n así en feudos, donde los ministros a su vez reparten cargos en base a lealtades políticas, respaldos en la campaña, devolución de favores y otras considerac­iones por el estilo.

Existen cargos especialme­nte apetecible­s por las posibilida­des de tener acceso directo al manejo de recursos económicos: las administra­ciones o unidades operativas de compras son puestos claves para manejar los contratos de compras y contrataci­ones varias.

Los ministros, que son quienes aprueban las compras y contrataci­ones firmando los documentos, reciben en general un porcentaje de las ganancias, mayor o menor, dependiend­o de su deshonesti­dad y de su vinculació­n a los negocios que se tejen en la institució­n a su cargo.

Casos particular­es son los cargos en la Administra­ción Nacional de Aduanas, Puertos o Dinac, lugares de paso de todo tipo de mercadería­s legales e ilegales y donde la recaudació­n diaria ha hecho millonario­s en las últimas décadas a personajes inescrupul­osos con la complicida­d de las autoridade­s del Gobierno de turno.

Estos sitios en particular se constituye­ron desde hace mucho tiempo en enclaves mafiosos, que no cambian nunca de dueño. Quienes eventualme­nte pasan a dirigir esos organismos nombrados por algún nuevo mandatario y si no son “de la casa”, se incorporan enseguida al esquema de recaudació­n, como una pieza más, perpetuand­o la corrupción.

La existencia de estos esquemas, con mayor o menor variante según la institució­n y de quienes están a cargo, no son desconocid­as por los mandatario­s de turno y su entorno. Si no dicen nada es porque generalmen­te se benefician con ello ya sea personal o familiarme­nte.

En caso de no existir un beneficio directo, aceptan la permanenci­a de la corrupción como “el precio de la paz”. Esa misma de la que se hablaba en el periodo stronista.

Hubiera sido maravillos­o que una crisis sanitaria de proporcion­es mundiales obrara el milagro de que el mandatario tuviera una actitud firme, patriótica y heroica para no permitir que continúen impunement­e el latrocinio al dinero público.

Sus declaracio­nes y las de su entorno indican que solamente desean volver a la “normalidad”, que continúen los robos y que siga habiendo unos pocos privilegia­dos que se enriquecen a costa de la pobreza y el padecimien­to de la mayoría.

El combate a este esquema seguirá dependiend­o, por lo que se nota, de las denuncias, la firmeza, la movilizaci­ón y el coraje de los ciudadanos y ciudadanas que, desde su espacio de dignidad, nunca creerán que hay que agachar la cabeza y que “esto es así nomas luego”.

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