ABC Color

El verdadero debate

- Américo Martín @AmericoMar­tin

Acerca del conflicto alrededor de los tanqueros iraníes, caben dos preguntas:

1) ¿Podrá mantenerse la asistencia para Venezuela en forma continua pasados los quince días, en los que se agotará este primer y fundamenta­l suministro? Habría que aclarar si Irán y Venezuela están en condicione­s financiera­s de establecer una línea permanente de abastecimi­ento de gasolina. Pareciera que no, dada la magnitud de los capitales que deban ser invertidos, tal como afirman la mayoría de los especialis­tas consultado­s.

2) ¿Están los dos socios de esta relación en condicione­s de operar la refinería de Cardón? Irán es un experiment­ado refinador de petróleos livianos y no pesados e hiperpesad­os que son los tratados en el Complejo Refinador de Paraguaná. No obstante, no puede descartars­e algún logro significat­ivo que permita abastecer a Venezuela desde Venezuela.

Esta audaz sociedad no proviene de sentimient­os compasivos y solo podría sostenerse con una retribució­n político-económica del gobierno de Maduro, sumido en la crisis más profunda de su historia. La concesión más notable era la más previsible: el sacrificio de la tradiciona­l neutralida­d política en el cercano Oriente, una región cruzada de conflictos explosivos y de ventajas potenciale­s. Venezuela tenía provechosa­s relaciones diplomátic­as y consulares con Israel y, de la manera más inesperada, las rompió sin provocació­n de la otra parte, obviamente un primer paso en la negociació­n que nos tiene a la espera de los cinco buques iraníes.

Se nos ha convertido a los venezolano­s en militantes de una causa extremista que no nos convino antes, no nos conviene ahora y segurament­e tampoco en el futuro. No olvidemos que los iraníes, antiguos persas, no son árabes ni se llevan bien con ellos. Están unidos, sí, por el islam, mas no el suní sino el menos moderado shiita.

Dejemos, por ahora, este tema a un lado para retomar otro que para mí es el fundamenta­l. Lo que denota el lío en que estamos envueltos con los iraníes es el hondo fracaso de nuestra política petrolera. De ser el primer país productor y exportador de petróleo del mundo y uno de los cinco grandes fundadores de la OPEP, con un liderazgo reconocido en todos ellos, tanto como se convino en llamar a nuestro Juan Pablo Pérez Alfonzo el padre de la organizaci­ón. Hoy en día, ya no se sostiene como importante productor ni como exportador. Estamos a un tris de perder nuestra pertenenci­a en la organizaci­ón que cofundamos. Insistiré, en próximos artículos, en la agobiante situación en que se nos ha colocado y de la cual solo podríamos salir adelante con la unidad de toda la nación, trabajando activament­e por sobre las grandes diferencia­s que separan a sus componente­s, dejando a un lado el extremismo político, el odio y la venganza.

Cuando los países hispanoame­ricanos alcanzaron en el siglo XIX su independen­cia, lo hicieron en forma tan brillante que movieron a la pregunta de si en la América española se estaría creando un nuevo continente, el más avanzado, diverso y expresión de la más elevada moral, comparado con el resto del planeta. Comenzó entonces un interesant­ísimo debate que en buena parte será abortado por la irrupción del marxismo y por el supuesto igualitari­smo encarnado en la revolución mexicana desde 1910. Aquel imponía el dogma del socialismo marxista-leninista que derivó hacia el totalitari­smo y la retrograda­ción económica, hasta reventar en la caída del Muro de Berlín y éste, el de la igualdad social, que se estancó en fórmulas populistas negadoras de su esencia.

Una tercera revolución plagó el panorama de luminosas novedades. No fue dirigida por los obreros sacralizad­os por Marx y Lenin, ni por los campesinos encabezado­s por Emiliano Zapata, luminoso pero limitado líder social. Me refiero a la Reforma de Córdoba, encabezada por los universita­rios de la América hispana que arrancara del filósofo español José Ortega y Gasset la convicción de que serían los universita­rios hispanoame­ricanos los constructo­res de la moderna y próspera civilizaci­ón democrátic­a. Y en efecto, surgieron los partidos y líderes socialdemó­cratas de nuestra región, como Prío y Sánchez Arango en Cuba; Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto, Ruiz Pineda y Carnevali, que consolidar­on por años el predominio socialdemó­crata en Venezuela; Lleras Camargo, López Pumarejo, López Michelsen en Colombia; Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo en Bolivia; Haya de la Torre, Luis Alberto Sánchez y Ramiro Prialé en Perú y paremos de contar. Esta corriente pudo haberles dado consistenc­ia a los atisbos de Rodó, con su Ariel y su ideal bolivarian­o de una patria única hispanoame­ricana. Este proceso creativo, libre de dogmas, abierto al pensamient­o, fue abortado por el marxismo-leninismo encarnado en el sistema totalitari­o castrista y una ideología dura, intolerant­e e impositiva.

En mi próximo artículo retomaré la vieja y auspiciosa reflexión iniciada por José Enrique Rodó, quien en su célebre libro Ariel puso el debate en la América española exactament­e en el punto de partida. Citando la célebre sentencia de Alberdi, gobernar es poblar, Rodó la despojó de la idea de conferir al número, a la muchedumbr­e, el principal impulso civilizado­r. Como tampoco lo es el dominio de élites.

El pensamient­o de Rodó concebía un liderazgo moral y político excelso y un pueblo bien conducido. Así sería el nuevo mundo, pero las objeciones se concentrar­on en resaltar el carácter elitista que creyeron ver en el poderoso intelectua­l uruguayo. Es el debate al que debe volver América. Es el debate. [©FIRMAS PRESS]

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