“Paraguay, basta de llorar. Ya no queremos verte desangrar”
. El aparato estatal se halla infectado por la corrupción de arriba abajo. Se roba en la administración central, integrada por los tres poderes del Estado, y en la descentralizada, que incluye las empresas públicas, entre otras entidades. El latrocinio afecta a los tres niveles político-administrativos, pues se lo practica tanto en el Gobierno nacional como en los departamentales y municipales. A esa calamidad no escapan quienes tienen el deber de prevenirla o de sancionar a sus autores, cómplices y encubridores. En efecto, si hay ministros, gobernadores e intendentes corruptos, también abundan fiscales, legisladores y jueces de igual o peor índole. Tampoco se puede confiar en que la Contraloría General o la DNCP garanticen la gestión honesta del dinero de todos. Resulta así que la ciudadanía está indefensa ante los ladrones a sueldo de ella misma y que solo le resta recurrir a sus propios medios pacíficos para, al menos, ponerlos en la picota. Es lo que ha hecho en buena hora un grupo de pobladores de Concepción.