¿Para tapar la boca?
Solo de dos países se sabe que el dinero destinado a combatir el covid-19 ha ido a parar a los bolsillos de los corruptos: Bolivia y Paraguay. En Bolivia, inmediatamente el ministro de Salud fue procesado y enviado a la cárcel. Se consideró imperdonable que en momentos tan dramáticos hubiera funcionarios que aumenten su patrimonio a costa de poner en riesgo la salud y la vida de sus compatriotas.
Bolivia y Paraguay son dos de los países pobres de Latinoamérica. Tienen que endeudarse hasta el extremo para contar con las armas que le permitan algún éxito, o no demasiado fracaso, en su lucha contra el coronavirus que pone de rodillas a las naciones más poderosas del planeta.
Nuestro país ya había conocido, a finales del siglo XIX, los estragos de la epidemia. Fue la peste bubónica, o peste negra, que acabó con la vida de más de un centenar de personas, muchas de ellas tiradas en la vía pública. En su editorial del 3 de noviembre de 1899, Blas Garay publicó en “La Prensa” con el título de “¿Y la juventud paraguaya qué hace?” estas y otras reflexiones: “La peste ha caído sobre nuestro país, y a más de las víctimas que hace diariamente –que muchas más pudieran haber sido, a no ser que una Providencia oculta parece empeñarse en protegernos, a pesar de todos los desaciertos, de toda la indiferencia, de toda la criminal desidia de los que primeros habrían debido salir a combatir el terrible mal que amenaza hundirnos– parece haber trastornado completamente el sentido común de quien debiera más sólido tenerle, y ha puesto de manifiesto la falta absoluta de energía, de preparación y hasta de honestidad en los que más enérgicos debieran ser, sobre todo en semejantes contingencias”. Garay se refería al presidente de la República, Emilio Aceval.
Con algunos matices, la misma inculpación cabe hacerle hoy al presidente Mario Abdo Benítez. “La falta absoluta de energía” tiene consecuencias negativas, entre otros casos, en la administración de Patricia Samudio en Petropar. Desde mucho antes de que saltara el escándalo de los tapabocas y el agua tónica, desde la prensa se advertían posibles irregularidades en Petropar que apuntaban directamente a la titular del ente. Cuando se le preguntó al presidente Abdo Benítez por qué no intervenía, respondió: “Cuando hayan pruebas voy a hacerlo”. Si le interesaba, era fácil obtener esas pruebas. Y dejó que Patricia Samudio dispusiese de Petropar como sus estaciones de servicio particulares.
Hasta que vino el escándalo por un camino inesperado, aunque se esperaba que saltase de algún sitio, menos de la adquisición de insumos médicos. Para la extitular del ente petrolero también el agua tónica era un medicamento contra el coronavirus.
Para peor, la Contraloría General de la República encontró que los tapabocas –por los que se abonaron casi 40 millones de guaraníes de más ya estaban vencidos cuando se distribuyeron al personal de blanco. La Contraloría detectó también que por el agua tónica se pagaron 19 millones de guaraníes por encima del precio normal.
Frente a los cientos de millones de dólares de Petropar que manejaba su presidenta, uno piensa que si metió la mano en tapabocas vencidos y agua tónica ¿no habría hecho igual, y con mucho más volumen, con los combustibles? Si se roba en agua tónica ¿no se haría lo mismo en productos que dejan mucho más dinero?
La fiscalía no debe limitar su investigación en tapabocas y agua tónica, sino en la totalidad de la administración de Patricia Samudio. Por ahí nos encontraríamos con otras sorpresas que ya no serían sorpresivas.
Hubo otras instituciones que echaron mano a la excepcionalidad para saltarse por encima de las exigencias para hacer compras. También el extitular de la Dirección de Aeronáutica Civil (Dinac), Édgar Melgarejo, quiso “colaborar” con Salud Pública y adquirió tapabocas sobrefacturadas.
Donde se concentra el enredo de las compras es en el Ministerio de Salud, donde están en juego varios millones de dólares y, sobre todo, la salud de la población y en especial los médicos y las enfermeras.
Por investigaciones periodísticas se sabe la monumental corrupción que habrían cometido funcionarios y empresas privadas en la compra de equipos e insumos. Se gastó un dineral y ahora mismo hay personal de blanco preocupado porque, de seguir en aumento el número de contagiados, no habrá forma de ser atendidos.
Llama la atención que no haya un solo detenido. ¿Será para evitar que salten “nombres gloriosos”? ¿Para eso el tapabocas?