Objetivos estratégicos de Cartes
Suelo repetir y repetir que el único político paraguayo con pensamiento y acciones estratégicos es Horacio Cartes y que todos los demás, todos sin excepción, carecen de esa cualidad y, por tanto, son presa fácil del líder de Honor Colorado, que los tiene a mal traer y sometidos a su juego, siempre.
Observar cómo Cartes juega con los mediocres, cómo les hace caer en el ridículo, cómo les arrebata banderas, cómo les hace desprestigiarse sería casi un placer intelectual si no fuera porque ese juego se está jugando contra nuestra democracia.
Mientras dichos mediocres se ríen de cómo Cartes usa los teleprompters, Cartes se ríe de cómo ellos le son funcionales. Hay mucha diferencia.
Lamentablemente el buen estratega Cartes es una amenaza para la democracia, pues su proyecto político es autoritario: Quiere un poder concentrado, sin controles populares. El único precedente en Paraguay es José Félix Estigarribia, excelente estratega militar con un proyecto político autoritario, fascista.
Estigarribia también hizo lo que Cartes ahora y logró, el 18 de febrero de 1940, inaugurar una dictadura que estaba llamada a durar hasta el 3 de febrero de 1989, casi cincuenta años, una de las más prolongadas de la historia mundial. Aunque traten de negarlo los falsificadores de los hechos, Alfredo Stroessner fue el mejor alumno y el continuador real de la obra de Estigarribia. Ocultan, además, la relación siempre correcta que hubo entre ambos.
Una parte central de la estrategia de Cartes para lograr reemplazar la institucionalidad democrática es degradarla, para generar en la opinión pública la idea de que la democracia no sirve, igual que en los años treinta hicieran los futuros ministros de Estigarribia, como Efraín Cardozo y demás nazis del partido Liberal, que predicaron por años que la democracia ya era un cadáver.
Por eso Cartes ordena a su bancada de la Cámara de Diputados que viole abiertamente los artículos 3 y 4 de la ley 3759 (del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados) para instalar en él a un diputado afín, de nula actuación legislativa.
Por eso Cartes ordena a sus alquilados en el Consejo de la Magistratura imponer con trampas deliberadamente evidentes a César Diesel en la terna para ministro de la Corte Suprema de Justicia, hecho avalado por un desorientado Mario
Abdo Benítez, a quien le hicieron creer que obtendría con eso alguna ventaja.
Por eso Cartes ordena salvar a la sinvergüenza Sandra Quiñónez con falacias absurdas contra hechos contundentes de mal desempeño de sus funciones.
Por eso Cartes alienta e impulsa proyectos de reforma constitucional desde sectores supuestamente independientes de él que restablecen la carta política de Estigarribia (Constitución de 1940) con un Congreso disminuido, una cámara corporativa (fascista), y la recentralización de nuestra República con gobernadores designados por el presidente en lugar de ser elegidos por el pueblo.
Destruida la esperanza del pueblo en la eficacia del sistema democrático, Cartes dirá simplemente que hay una alternativa que no presentó él, el modelo centralista y fascista que se está proponiendo, y probablemente mucha gente, lamentablemente suficiente gente, le compre el proyecto.
La derrota de este proyecto autoritario de Cartes no podrá lograrse con políticos de medio pelo que se creen astutos por recibir mendrugos, sino con el pueblo paraguayo que sabe que la mayor parte de sus problemas no se originan en la democracia, sino en la larga dictadura que inauguró Estigarribia y que Cartes quiere reeditar.