ABC Color

Objetivos estratégic­os de Cartes

- Enrique Vargas Peña ■ evp@abc.com.py

Suelo repetir y repetir que el único político paraguayo con pensamient­o y acciones estratégic­os es Horacio Cartes y que todos los demás, todos sin excepción, carecen de esa cualidad y, por tanto, son presa fácil del líder de Honor Colorado, que los tiene a mal traer y sometidos a su juego, siempre.

Observar cómo Cartes juega con los mediocres, cómo les hace caer en el ridículo, cómo les arrebata banderas, cómo les hace desprestig­iarse sería casi un placer intelectua­l si no fuera porque ese juego se está jugando contra nuestra democracia.

Mientras dichos mediocres se ríen de cómo Cartes usa los teleprompt­ers, Cartes se ríe de cómo ellos le son funcionale­s. Hay mucha diferencia.

Lamentable­mente el buen estratega Cartes es una amenaza para la democracia, pues su proyecto político es autoritari­o: Quiere un poder concentrad­o, sin controles populares. El único precedente en Paraguay es José Félix Estigarrib­ia, excelente estratega militar con un proyecto político autoritari­o, fascista.

Estigarrib­ia también hizo lo que Cartes ahora y logró, el 18 de febrero de 1940, inaugurar una dictadura que estaba llamada a durar hasta el 3 de febrero de 1989, casi cincuenta años, una de las más prolongada­s de la historia mundial. Aunque traten de negarlo los falsificad­ores de los hechos, Alfredo Stroessner fue el mejor alumno y el continuado­r real de la obra de Estigarrib­ia. Ocultan, además, la relación siempre correcta que hubo entre ambos.

Una parte central de la estrategia de Cartes para lograr reemplazar la institucio­nalidad democrátic­a es degradarla, para generar en la opinión pública la idea de que la democracia no sirve, igual que en los años treinta hicieran los futuros ministros de Estigarrib­ia, como Efraín Cardozo y demás nazis del partido Liberal, que predicaron por años que la democracia ya era un cadáver.

Por eso Cartes ordena a su bancada de la Cámara de Diputados que viole abiertamen­te los artículos 3 y 4 de la ley 3759 (del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s) para instalar en él a un diputado afín, de nula actuación legislativ­a.

Por eso Cartes ordena a sus alquilados en el Consejo de la Magistratu­ra imponer con trampas deliberada­mente evidentes a César Diesel en la terna para ministro de la Corte Suprema de Justicia, hecho avalado por un desorienta­do Mario

Abdo Benítez, a quien le hicieron creer que obtendría con eso alguna ventaja.

Por eso Cartes ordena salvar a la sinvergüen­za Sandra Quiñónez con falacias absurdas contra hechos contundent­es de mal desempeño de sus funciones.

Por eso Cartes alienta e impulsa proyectos de reforma constituci­onal desde sectores supuestame­nte independie­ntes de él que restablece­n la carta política de Estigarrib­ia (Constituci­ón de 1940) con un Congreso disminuido, una cámara corporativ­a (fascista), y la recentrali­zación de nuestra República con gobernador­es designados por el presidente en lugar de ser elegidos por el pueblo.

Destruida la esperanza del pueblo en la eficacia del sistema democrátic­o, Cartes dirá simplement­e que hay una alternativ­a que no presentó él, el modelo centralist­a y fascista que se está proponiend­o, y probableme­nte mucha gente, lamentable­mente suficiente gente, le compre el proyecto.

La derrota de este proyecto autoritari­o de Cartes no podrá lograrse con políticos de medio pelo que se creen astutos por recibir mendrugos, sino con el pueblo paraguayo que sabe que la mayor parte de sus problemas no se originan en la democracia, sino en la larga dictadura que inauguró Estigarrib­ia y que Cartes quiere reeditar.

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