Ciudad a la deriva
El covid-19 vino para dar el mazazo final. Salto, dependiente a ultranza del Brasil, ya venía agonizando por el alto costo del dólar, la magra situación económica brasileña y los problemas políticos en torno a su egocéntrico presidente, Jair Bolsonaro, que juntos desalentaron la venida de turistas.
Y como si no fuera suficiente, las autoridades locales aportan lo suyo para que el barco a la deriva vaya cada vez peor. Con un intendente sentado en el banquillo de los acusados por presunta corrupción, una Junta Municipal que se divide en 20 pedazos y denuncias de malversación de fondos destinados a la emergencia sanitaria.
En ese escenario, en la Comuna cualquiera se erige en autoridad, mientras quienes deberían ostentarlos desaparecen, como la mayoría de los ediles.
Actualmente una supuesta voluntaria, cuyo currículo nadie conoce, junto a un expresidiario y un imputado por estafa, se erigen como los más altos representantes del Gobierno actual.
Lamentablemente, todo esto pasa dentro de la Comuna en lo que podría ser el mejor periodo de gobierno de todos los tiempos. Es que nunca antes la institución municipal dispuso de tantos recursos económicos, que además es “plata dulce” que proviene del Estado y de los recursos generados por la Itaipú Binacional.
La administración municipal de César Haitter (PDP) empezó en 2015 con un presupuesto de aproximadamente G. 120.000 millones, y en lo sucesivo el dinero no se redujo a menos de G. 80.000 millones al año. Incluso ahora en plena pandemia, sigue recibiendo millones en conceptos de resarcimiento, royalties y Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide). Pero en recaudación propia, prácticamente nada.
El gobierno está en tal penuria que ni siquiera recauda para pagar a sus funcionarios nombrados. Pero este problema no es solo de ahora ya que la decadencia viene desde mucho antes de la aparición del coronavirus. Los empleados municipales deben resistir con pequeños pagos parcelados.
Lamentablemente, la población deberá seguir soportando, tras terminar el periodo (2015-2020), un buen tiempo más de un gobierno atiborrado de ineficiencia, improvisación, desilusión y vicio, por el inevitable retraso que sufrirá el calendario electoral.